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Aga Khan

Aga KhanEuropa Press

Su Alteza el Aga Khan IV

Un líder religioso pragmático que supo interpretar el paradigma contemporáneo

Combinó hábilmente sus responsabilidades espirituales con la gestión de una fortuna colosal

Aga Khan
Nació en Ginebra el 13 de diciembre de 1936 y falleció en Lisboa, donde se había afincado hace varios años, el 4 de febrero de 2025

Karim al-Husseini

Cuadragésimonoveno sucesor de Alí

Fue el líder de los ismaelitas nizaríes desde 1957 hasta su muerte y representó un islam pragmático y posibilista. En España era conocido por su estrecha amistad con el Rey Juan Carlos.

Corría el año 1972, cuando el tirano Idi Amin Dada, quién por entonces regía los destinos de Uganda, expulsó a la población originaria del sureste asiático, el Aga Khan IV, o Príncipe Karim, líder espiritual de los ismaelitas, se puso en contacto con el primer ministro canadiense Pierre Trudeau, cuyo gobierno permitió que miles de sus seguidores afectados por la arbitraria medida pudieran establecerse en el país norteamericano, logrando lo mismo para los que habían sido desplazados de Tanzania, Kenia y Birmania. Este episodio basta para explicar la callada y a la par innegable influencia que el Aga Khan IV ejercía a lo largo y ancho del planeta.

Una influencia, que le venía, obviamente, por vía hereditaria, pero de la que supo hacer un uso hábil, y que se estructura, en primer lugar, a través de su dimensión espiritual: es el líder de alrededor de 15 millones de ismaelitas nizaríes, en su condición de descendiente directo del profeta Mahoma a través del primo y yerno de este último, Alí, quien es considerado un imán por los ismailíes nizaríes, y la esposa de Ali, Fátima, hija de Mahoma de su primer matrimonio. Sus seguidores están principalmente repartidos por Pakistán y la India, habiendo igualmente comunidades numerosas en Egipto y Siria.

El Aga Khan IV siempre apostó por una interpretación flexible de los preceptos islámicos. Por ejemplo, decía ser abstemio más por decisión propia que por imposición religiosa. También, cuando estalló la polémica a raíz del discurso, pronunciado en 2006 por Benedicto XVI sobre la naturaleza del islam, optó por una postura pragmática: consideró el episodio como una oportunidad para relanzar el diálogo interreligioso. Por otra parte, nunca vio contradicción entre su función espiritual y el hecho de ser el titular de una fortuna estimada entre 1.000 y 13.000 millones de euros. «No es una creencia islámica que la vida espiritual deba ser totalmente excluida de nuestras actividades cotidianas más materiales», dijo, antes de añadir que la cuestión estaba en el uso que se hacía de semejante cantidad de dinero.

Su emporio abarca más de 25 industrias, muy diversificadas: diamantes, mármol, ónix, neumáticos recauchutados, alambre de púas, sacos de yute, hoteles de lujo, periódicos, impresión offset, construcción de edificios de oficinas, pantalones, cacerolas, jabón, refrigeradores, desarrollo inmobiliario, minas, seguros de vida, safaris organizados, instalaciones portuarias, sandalias de playa, una aerolínea y una cuadra de caballos que figura entre las más conocidas del mundo. El secuestro, en 1983, de su caballo Shergar –nunca fue encontrado– generó interminables titulares de prensa. Otro de sus negocios conocidos por el gran público es el complejo turístico de Costa Esmeralda, en Cerdeña, al que convirtió en un referente del lujo internacional de buen gusto.

Asimismo, plasmó su teoría del «buen uso» de su fortuna en una extensa actividad filantrópica, canalizada principalmente a través del «Aga Khan Development Network». Algunas estimaciones apuntan a que las instituciones financiadas por el líder musulmán llegaro a atender a más de 1.500.000 de pacientes en ambulatorios cada año, el 90 por ciento de ellos no ismaelitas. También financió becas anuales para cursos de educación superior, inauguró un Programa de Apoyo Rural para mejorar el nivel de vida de los campesinos que vivían en zonas montañosas y construyó una enorme red de energía hidroeléctrica en Uganda. Sin olvidar su firme apoyo a la restauración de monumentos islámicos.

Un conjunto de actividades –no se puede obviar su faceta deportiva: representó a Irán en esquí en los Juegos de Invierno de 1964– que le granjeó una importante fama. Eso también implicaba una presencia en la prensa del corazón. Mas controlaba su comunicación: sus dos matrimonios, seguidos de sendos divorcios –con la inglesa Sally Crocker-Poole y la alemana Gabriele Homey, antigua Princesa consorte de Leiningen–, eran esporádicamente publicitados. Aunque sin alcanzar el nivel de escándalo. Esta estrategia tenía que ver con las circunstancias en que heredó su cargo: la vida licenciosa de su padre, el Príncipe Ali Khan –que fue marido, entre otras de Rita Hayworth– obligó a su abuelo, el carismático Aga Khan III –iniciador de la fortuna familiar– a saltarse un eslabón dinástico y designarle heredero. Entendió la lección.

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