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26 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Por qué la izquierda socialista no rasca pelota

La política inútil: Garzón pendiente de las flatulencias de las vacas en un país con récord europeo de paro juvenil

Actualizada 08:36

Dentro de su ameno ciclo «Grandes trolas animadas de ayer y hoy», nuestro eventual presidente viene proclamando que asistimos a un fuerte resurgir de la socialdemocracia. No es cierto. Está de capa caída. La única región del mundo donde la izquierda recobra terreno es Hispanoamérica, y con los pésimos resultados habituales (véase a Argentina o Perú). En la UE gobierna mayoritariamente la derecha. Cuando lo hace la izquierda, como ahora en Alemania, es en su encarnación moderada y tras tres lustros de conservadurismo. En Francia, el socialismo se arrastra irrelevante ante las presidenciales de la próxima primavera. Hasta Grecia giró al centro-derecha tras salir escocida de su estéril experimento con Syriza, la versión helena de Podemos. Un Gobierno como el español, de socialistas y comunistas, supone hoy una excentricidad en el marco de los países punteros, una anomalía.
¿Por qué la izquierda socialista no rasca pelota en el mundo desarrollado? Para explicarlo de manera sencilla recurriremos a la «Parábola de Tito Garzón». Nuestro ministro comunista de Consumo –original oxímoron– ha sido entrevistado en el periódico laborista británico The Guardian. ¿Y de qué ha hablado Garzón, gobernante en un país con la peor cifra de paro juvenil de la UE, que sufre una inflación que acogota a los que menos tienen, que es la nación de la zona euro que peor emerge de la sima económica de la covid? Pues Tito Garzón no se ocupa de nada de eso, crucial en la vida de las personas. Lo que lo desvela son las flatulencias de las vacas y otras reses que nos zampamos, pues según sus profecías nos condenarán a un grave cambio climático, que mudará la faz de España y la convertirá en otro Sáhara. Estas boberías alarmistas las aventa un tipo que en su bodorrio riojano de 2017 ofreció solomillo y foie a tutiplén, y que acto seguido se pegó una lujosa luna de miel volando al destino más lejano posible, Nueva Zelanda, sin que le importase un carajo su «huella carbónica», que diría Greta.
España no es un actor relevante en el tema del clima, que para nada supone uno de sus problemas capitales, en contra de lo que nos hace creer un sanchismo alarmista, que abraza la seudo religión climática para ocultar su incompetencia en materias que sí son urgentes. The Economist acaba de concluir que la gestión del Gobierno español durante la covid fue la peor de entre 23 países ricos que han estudiado. Interesante dato cuando estamos en vísperas del llamado «balance del curso político» del Gobierno, patochada que se ha inventado Sánchez para chupar cámara y auto concederse un sobresaliente a su propia gestión.
España es un país mediano, de 47 millones de habitantes, sin demasiada industria pesada y bastante bien preservado. A donde hay que mirar es a China, primer contaminador del mundo y sin ganas de enmendarse, a India, que tampoco está por la labor, a Rusia, que también pasa de todo, y a Estados Unidos, que al menos sí tiene el asunto en su agenda. Aunque los españoles nos manducásemos un bistec cada día, nuestros parajes y nuestro aire seguirían más o menos igual. Entonces, ¿por qué le ha dado a Tito Garzón por esta perra con lo del clima y las chuletas? Pues porque ocupa un ministerio florero, no tiene nada que hacer y, además, forma parte de un partido que carece de soluciones para los problemas importantes de las personas, entre los que el primero es disponer de un trabajo para sacar adelante sus vidas y prosperar.
La socialdemocracia tuvo una gran idea: el colchón público de protección social. Pero ha muerto víctima de su propio éxito, porque esa oferta ya ha sido asumida por los partidos de derecha. La izquierda se ha quedado sin un programa que la distinga (y además gestiona peor). Para paliarlo recurre a enfatizar temáticas como la causa LGTBI, el clima o un feminismo chillón pasado por la batidora izquierdista, asuntos que no forman parte de las preocupaciones medulares de la corriente ancha de la sociedad. ¿Resultado? Cuando llega la hora de votar resultan marginales. Podemos está sobrerrepresentado gracias a la debilidad de Sánchez. Pero su realidad es que en las últimas elecciones generales solo sumaron 35 diputados en una Cámara de 350 escaños. El público no los quiere y pronto los veremos salir del Gobierno (y también al fenómeno que les ha dado cuartelillo para paliar sus propias carencias electorales).
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