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27 de abril de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Cómo se acabarán las Monarquías

No podemos saber a dónde vamos si no recordamos de dónde venimos. Y eso es algo que se aplica para todos nosotros. A todos

Actualizada 01:30

Igual que nos contaba ayer en estas páginas Mayte Alcaraz en su columna Dos frescos en la corte también yo en la primera parte de la Navidad he tenido tiempo para ver una serie que creí que nunca vería. Pero me tentaron a seguir un capítulo y me indignó tanto que he visto los seis de los que se compone Harry & Meghan, el negocio por el que Netflix ha pagado 100 millones de dólares a los duques de Sussex. Reflexionando sobre lo que he contemplado me he acordado constantemente de algo que me ha dicho varias veces mi colega y sin embargo amigo Miguel Ángel Aguilar. Miguel es alguien con quien discrepo mucho, pero que siendo tan monárquico como yo, sostiene una tesis que series como ésta de Netflix validan plenamente: la Monarquía se acabará por abandono de sus miembros.
Es casi vomitivo ver a estos dos jóvenes pasarse la mayor parte de estos seis capítulos de otras casi tantas horas explicando lo desgraciados que son, la infelicidad que sienten por la dura vida a la que los lleva ser miembros de la Familia Real británica y cómo temen que sus vidas acaben como la de Diana, Princesa de Gales, madre del protagonista. Efectivamente ella murió víctima del acoso de los paparazzi, pero no olvidemos que entre ella y esos periodistas había una relación de mutuo beneficio.
Cuando uno ve que desde que Harry y Meghan se conocieron han estado grabando sus vidas en común, y no solamente el uno al otro, resulta muy evidente que siempre han tenido intención de explotar quienes son. Quienes son, no por méritos propios, sino por haber nacido él dentro de la Familia Real británica, que hoy reina sobre territorios en tres de los cinco continentes. ¿Por qué le iban a pagar al duque de Sussex cien millones de dólares si no fuera el hijo de su padre? ¿Qué ha hecho él por méritos propios? ¿Casarse con una actriz medianamente conocida? ¿Le hubieran pagado a Meghan no cien sino un millón de dólares por una serie similar si se hubiese casado con un premio Nobel de Física?
Denunciar, como hacen en la serie, que te has quedado sin seguridad y casi sin apoyo logístico cuando has abandonado tus responsabilidades y te has ido a vivir a California, a dedicar tu tiempo al dolce far niente mientras disfrutas de las puestas de sol sobre el océano Pacífico y dedicas las horas a ver crecer simultáneamente a tus hijos y las plantas de tu jardín es un insulto a la razón. Y una prueba flagrante de lo ajenos que son esto jóvenes a la realidad en la que viven.
Vivimos en una sociedad en la que son muchos los que sólo hablan de sus derechos y nunca recuerdan sus deberes. Y el duque de Sussex en un muy buen ejemplo. Quien quiera que haya visto el primer discurso de Navidad del Rey Carlos III se habrá admirado de su capacidad de reivindicar la condición cristiana del Reino Unido. Parece mentira con el declive de la práctica religiosa en ese país y en especial en la Iglesia de Inglaterra de la que él es la cabeza. Pero no podemos saber a dónde vamos si no recordamos de dónde venimos. Y eso es algo que se aplica para todos nosotros. A todos.
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