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24 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Inmenso «Ramat de ovellas»

La multitud nacionalista-separatista catalana no se siente afectada por la constatación de las gravísimas irregularidades de su club

Actualizada 01:30

Como un adelanto de la primavera, se reunió en Barcelona, en la noche del pasado domingo 19 de marzo, un inmenso « Ramat de ovellas» en las praderas del Spotify. Más de noventa mil ovejas amaestradas, dulces, olvidadizas, y unidas bajo el mando de la gran pastora de la corrupción. Del partido no escribo, porque hacerlo de fútbol me aburre una barbaridad. Escribo de las ovejas, que se sumaron a la gran fiesta de apoyo a una trampa continuada de dos decenios. De haber sucedido al revés, de haber sacado pruebas irrefutables de sobornos, compras de árbitros –nacionales e internacionales–, del Real Madrid, quizá el Bernabéu se hubiera visto abarrotado de socios y aficionados para presenciar un Real Madrid-Barcelona. Pero lo habrían hecho para sacar a empujones del palco al presidente del Real Madrid, por haber destrozado el prestigio, la imagen y la limpieza de un club grandioso. Sucede que el Real Madrid no ha sobornado durante veinte años a nadie, y el Barcelona, según parece, a muchos. Y que la multitud nacionalista-separatista catalana, no se siente afectada por la constatación de las gravísimas irregularidades de su club, y obedece agradecida las consignas de un presidente inmerso en la cadena de los chanchullos. Más que noventa mil aficionados, noventa mil ovejas dispuestas a ser trasquiladas por el victimismo de los presumibles dirigentes desenmascarados.
Se entiende la descomposición que ha experimentado Cataluña en los últimos cuarenta años. Del todo a casi nada. Culpando a los demás, presentándose como víctimas de atropellos políticos y económicos provenientes de «Madrit», cuando en realidad, sólo han sido víctimas del favoritismo acomplejado de los derrochadores Gobiernos de España con Cataluña como principal beneficiaria. Esa transformación de la ciudadanía en rebaño perfecto no se consigue en una semana. Las víctimas de verdad, en muchos casos heroicas, son los catalanes que soportan diariamente los insultos, los desprecios y las agresiones lingüísticas e identitarias de los administradores de la aldea. Los empresarios que se resistieron a financiar con el tres por ciento –y hasta el diez por ciento– de sus beneficios empresariales a la gran mafia establecida por Jordi Pujol y su familia. Un chantaje a favor de la «liberació» que cumplieron con notable puntualidad y entusiasmo no sólo el empresariado, sino la alta y media burguesía barcelonesa, tan «española» cuando atravesaba el Ebro rumbo al sur. La falta de reacción de otra parte de la sociedad, menos valiente, sometida sin esfuerzo para no ser acusada de «charnega». Todo culpa de «Madrit», cuando «Madrit» es la comunidad que más aporta al fondo común y la que menos recibe. Pero aquello que el resto de los españoles interpretábamos como un tópico para chistes, ha resultado ser una triste realidad. La ideología en Cataluña no está representada ni por la horrible bandera «estrellada» , ni por la imposición del idioma y el intento de terminar con la lengua común, que sigue siendo la de la mayoría de los catalanes, ni por la utopía de la independencia. Volvemos al chiste. La ideología es la avaricia, el dinero y la ausencia de pudor para aumentarlo y conseguirlo. De ahí que el pasado domingo, con el prestigio mundial de un gran club tirado por los suelos, de un potentísimo club arruinado por el derroche, de un club ganador que ya, aunque venza, adorna con resultados favorables su definitiva derrota, el inmenso rebaño disfrutara de un partido de fútbol como si nada hubiera pasado. Se jugaba contra el «Madrit», y ninguno de los responsables de su desprestigio deportivo se vio obligado a abandonar el Spotify con el rabo entre las piernas. Por primera vez en mi vida, sentí lástima por el Barcelona. Ellos, felices con su dramático canto del cisne.
Celebraban goles. No lamentaban el futuro que lógicamente, les aguarda. Sonreían con la naturalidad de lo cotidiano, sin amargar su gesto pensando en el mañana. «Ramat de ovellas». Mañana, todas ellas trasquiladas por los indecentes que llevan veinte años engañándolas.
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