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28 de marzo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

El 23-J y el autobús de Maguregui

Sánchez ahora mismo está muy tocado, así que su adversario no debe jugar al ataque sino observar la táctica «amarrategui» y dejarlo que se cueza en su salsa

Actualizada 09:36

José María Maguregui, vizcaíno de ojos claros que se murió en 2013 con 79 años, fue un fino estilista durante su mocedad como centrocampista del Athletic de Bilbao. Tras colgar las botas se convirtió en un entrenador experto en ascensos y en gestionar angustias con plantillas de gladiadores, en clubes como el Sestao, el Celta o el Racing de Santander.
Corría la era previa a la corrección política y preguntado por los agobios en el Sardinero, el míster respondió así: «A este Racing ya solo le falta quedarse embarazado». Sabedor de que no tenía muchos recursos en su plantilla –o casi ninguno–, es legendaria la charla táctica que impartió en la caseta a sus muchachos en víspera de un duelo del Racing con el Real Madrid: «Si hay un saque de banda se la damos a Setién. El portero cuando saque, que se la dé a Setién. Si hay una falta, que la tire Setién. Y si hay un córner, lo saca Setién». Cuando Setién resopló ante tanta responsabilidad, cuentan que el míster añadió: «Y si usted no se siente preparado, Setién, pues no juega».
Sabedor de que donde no hay mata no hay patata, Magu eliminó toda floritura en sus planteamientos. Para sacar adelante a sus modestos equipos se inventó una estrategia tan poco glamurosa como necesaria: el autobús de Maguregui, también conocido como la «táctica amarrategui». La cosa no tenía mucho misterio: todo el equipo se amontonaba delante del portero y a defender el baluarte como buenamente se pudiese. El cerrojazo en estado puro.
En política ocurre como en el fútbol. En ocasiones te puedes permitir un elegante fútbol de ataque, como el del Ajax de Cruyff y Neeskens a comienzos de los setenta. Pero en otras toca simplemente aparcar el autobús de Maguregui para aprovechar el resultado de ida de la eliminatoria.
Feijóo le ha cascado un 0-2 a Sánchez en el 28-M, el partido de ida. Así que ahora es el PSOE el que necesita arriesgar con un ataque a la desesperada en busca de la remontada, y así lo está haciendo.
Los que somos un pelín lombrosianos creemos que la cara es el espejo del alma. Desde el infausto 28 de mayo, el rostro de Mi Persona ve un tanto macilento, con las ojeras más pronunciadas, un rictus de evidente mala uva y un éxito desigual cuando intenta componer una entrañable sonrisa postiza de telemárketing. No transmite la química de un ganador.
Los sondeos que maneja la Moncloa son tan malos que se ven forzados a intentarlo todo. Han fijado los comicios en plena canícula, a ver si «los ricos» están en la tumbona de sus dachas y la derecha pierde así votos; o a ver si la peña se despista con el carajal del voto por correo. También se improvisan acciones desesperadas, como la lisérgica idea de proponer al líder de la oposición seis debates televisados cara a cara desde hoy hasta el día de las generales a la mayor gloria de Peter.
Un presidente que ha sido alérgico a la confrontación parlamentaria y a dar explicaciones, un mandatario que se ha negado por sistema a atender a todo medio que no forme parte del Orfeón Progresista, se erige ahora en paladín de la libre discusión política. Un bromazo que denota el grado de nerviosismo de los estrategas de Moncloa, pues al proponer una macanada así están evidenciando la debilidad y agobio de su jefe.
Feijóo tendrá que aplicar de aquí al 23-J la técnica de Maguregui: cerrarse atrás y aprovechar que el resultado corre a su favor. Le toca aplicar el arte de no equivocarse, que parece sencillo, pero que no lo es, y que fue la clave, por ejemplo, del exitoso reinado de Isabel II de Inglaterra. O como decía un exministro de Aznar, orgulloso de los resultados prácticos de su gandulería: «Yo a mi sucesor en el ministerio solo le di un consejo: 'No hagas nada, si quieres tener éxito, sobre todo no hagas nada'».
En España –y en toda Europa– está en marcha un giro hacia la derecha, que aquí se ahonda por el hecho de que Sánchez es un candidato chamuscado por su compulsión trolera y sus alianzas radiactivas. Lo inteligente es dejarlo que se fría en su propio aceite. Nunca se debe distraer al enemigo cuando se equivoca.
Pero eso sí: una vez que caiga de maduro sería imperdonable que no se desarmase el tinglado de ingeniería social que nos ha montado y que no se aprovechase el nuevo Gobierno para reforzar los pilares institucionales de la nación y defender a España en las regiones donde está en grave riesgo.
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