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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Insulto al Clero

Un sacerdote ejemplar con ocho iglesias sobre sus espaldas, llamado «chulo de mierda» por un fanático de Lefévre. Un sacerdote que pasea por la playa, increpado a insultado por los ignorantes dueños de la nueva verdad, que es la gran mentira

Actualizada 01:30

En mi juventud se establecían cinco estadios para establecer el nivel de alcoholismo de una cogorza. La verborrea convincente, la exaltación de la amistad, los cantos regionales, el tuteo a la autoridad y el insulto al clero. Pero lo cierto es que jamás, en mi presencia, he oído a un borracho alcanzar semejante nivel de bochorno. Y tampoco el tuteo a la autoridad. Sí, en cambio, la entusiasta entonación de cantos regionales. En la Mili, allá en Camposoto, nos uníamos reclutas de todas las regiones de España. Y terminada la jornada de instrucción, después de pasar por la cantina, se formaban corros y coros de añoranzas y melancolías, que cantaban apasionadamente sus tonadas aprendidas en la infancia. El español no creyente, llevaba en sus raíces el respeto a Dios, a la Virgen y a su educación cristiana. Recuerdo a un almonteño, ateo y comunista, amenazando a un catalán que se había reído de la Virgen del Rocío. «Como vuelvas a decir algo contra mi Virgen, te rajo de arriba hasta los pies». Como escribió Guareschi en el preámbulo de su primer Don Camilo: «En Italia se reniega de Dios, no para ofenderlo, sino para llevarle un poco la contraria».

Comillas es una localidad que no puede entenderse sin la influencia de la Iglesia. Su Seminario de la Compañía de Jesús, la Universidad Pontificia, llegó a albergar simultáneamente a más de ochocientos seminaristas. Los fines de semana, en su largo invierno y breve verano, se llenaba de visitantes, familiares de los novicios internos. Y con buen tiempo, era frecuente la escena de seminaristas y profesores paseando por sus playas. Oyambre, la inmensa playa de Oyambre no pertenece a Comillas, pero los comillanos la consideran suya. Se hace bahía en su límite occidental, en la zona conocida como «El Pájaro Amarillo», allí donde aterrizó a finales de los años veinte, el avión «Pájaro Amarillo» que se quedó sin combustible en su vuelo desde Nueva York a París. Tres eran los tripulantes y todo estaba calculado. Pero hubo un cuarto, un polizón escondido durante el vuelo, cuyo peso desorientó a los cálculos. El otro límite de Oyambre, el que linda con la ría de la Rabia, es peligroso por sus corrientes, y muchos han sido los bañistas que se ahogaron por imprudentes. Como muchos fueron los bañistas rescatados por los jesuitas, que conocían la playa y sus peligros a la perfección. Un solo sacerdote, el padre Regatillo, salvó la vida a más de un centenar de bañistas a punto de ahogarse.

Comillas es llamada la Villa de los Arzobispos, porque seis comillanos alcanzaron la dignidad obispal. Desde Diego Ibáñez de Lamadrid, obispo de Ceuta en 1687, hasta Antonio Hornedo Correa, misionero jesuita y obispo del Alto Marañón desde la década de los setenta hasta su fallecimiento. Entre uno y otro, Juan Domingo González de la Reguera, arzobispo de Lima, Rafael de la Vara, arzobispo de Guatemala, Bernardo Martínez de La Rabia, obispo de Sonora, y Saturnino Fernández de Castro, arzobispo de Burgos. Hoy, el párroco de Comillas, don Antonio, un santo sacerdote, lleva sobre sus espaldas la parroquia de Comillas, la de Ruiloba, la de Ruiseñada, la ermita de Pando y la Iglesia de la Virgen del Remedio, además de dos o tres pequeñas iglesias más. Él sólo. Y cuenta con el aprecio y el respeto de casi todos, menos de un tipo o una tipa, que se esconde bajo el seudónimo de «La Cigüeña de la Torre», que le ha llamado «chulo de mierda» y «abusador» por no dar la comunión en la boca y preferir la versión más higiénica de depositar en la mano del comulgante la Sagrada Forma. Y lo hace por prescripción médica, porque además de ocho templos, soporta una enfermedad lacerante.

En verano le ayudan otros sacerdotes. Uno de ellos, recién llegado, después de cumplir con sus obligaciones, tuvo la ocurrencia de pasear por la playa en «Clergyman». Se remangó los pantalones hasta las rodillas para refrescarse. Algunos de los bañistas le saludaron con respeto, otros pasaron totalmente y diferentes grupos de jóvenes le insultaron. Como si un sacerdote no pudiera pasear por la playa. El odio, el egoísmo, el derrumbamiento de las raíces de un pueblo como Comillas, tan enraizado en la Iglesia, parece que ha vencido sobre el sacrificio, el amor, la generosidad y la paz que siempre le han caracterizado.

Insultar a un sacerdote es como insultar a Dios. En lo alto, el Seminario vacío. Los Jesuítas se llevaron la Universidad Pontificia de Comillas a los alrededores de Madrid. Un sacerdote ejemplar con ocho iglesias sobre sus espaldas, llamado «chulo de mierda» por un fanático de Lefévre. Un sacerdote que pasea por la playa, increpado a insultado por los ignorantes dueños de la nueva verdad, que es la gran mentira.

Sinceramente, hemos ido a peor. A mucho peor.

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