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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El Titán de la Calle

Mi Persona acudió días atrás a los estudios donde se emite el programa El Hormiguero y la calle quedó cortada

Actualizada 01:30

No nos cansamos de buscar defectos y rasgos negativos en nuestro amado presidente. Algún día nos arrepentiremos de ello. Mi Persona es, más que una menestra de verduras, una menestra de ternuras, un arroz diez delicias, una macedonia de bondades. De ahí su éxito cuando pisa la calle, y abraza al pueblo, y acaricia a los niños, se interesa por la salud de los enfermos y se le humedecen los ojos cuando advierte que, entre la multitud que le aclama, un inmigrante marroquí le roba el bolso a una señora. Se conmueve simultáneamente por la señora que se ha quedado sin bolso y por el marroquí que se ha llevado el bolso para sobrevivir. Mi Persona apenas lleva escoltas. Y si el coche oficial que transporta su simpatía e inteligencia transcurre por la cercanía de un parque con niños que juegan al fútbol, le ordena enérgica, pero educadamente a su chófer:

-Práxedes, detenga el vehículo-. Y Práxedes obedece, y Mi Persona desciende del Audi y se dirige hacia los niños.

-Tened cuidado, niños, y si el balón se os escapa y se pierde en la calzada reservada al tráfico rodante, mirad bien a izquierda y derecha antes de recuperarlo. Que hay conductores que incumplen las normas y circulan a velocidad excesiva-. Y dicho esto, se acomoda de nuevo en el coche y le ordena al conductor: -Práxedes, puede arrancar. Creo que hemos salvado a esos niños de ser atropellados-. Y es ahí cuando Práxedes comenta:

-Cómo se nota, señor presidente, que usted es un hombre hecho en la calle-.

Un momento, por favor, queridos lectores.

Gracias por su paciencia. Ya puedo continuar. Me había emocionado.

Los Reyes no dominan la calle. A principios de los años ochenta, –a estas alturas la presunción no sirve para nada–, Don Juan nos invitó a mi mujer y a mí a cenar en el restaurante 'El Pescador' de la calle Ortega y Gasset con los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía. Eran aquellos los llamados «años de plomo», con el «comando Madrid» de la ETA en activo. Don Juan nos acompañó en nuestro coche particular, un Seat 127 amarillento. Y aguardamos en la puerta del restaurante, acompañados de su propietario, el maragato Evaristo García, la llegada de los Reyes. Lo hicieron. ¡Les acompañaban cuatro agentes de seguridad! ¡Un derroche del dinero público! Algo inadmisible. Durante la cena, se turnaron. Dos de ellos permanecieron en la calle y los otros dos cenaron en una mesa alejada de la nuestra. Cuando terminaron, los de la calle ocuparon la mesa, y los de la mesa se fueron a la calle. Me escandalizó el excesivo operativo de seguridad de los Reyes. ¡Cuatro escoltas! Me solivianto cada vez que lo recuerdo.

Mi Persona, también conocido por el Titán de la Calle, acudió días atrás a los estudios donde se emite el programa El Hormiguero. Y lo hizo como un hombre de la calle, aunque la calle había sido cortada para no poner en riesgo la integridad de Mi Persona. Una calle cortada sigue siendo una calle. No hay problema. Sucedió –y estoy seguro de que Mi Persona no tuvo conocimiento de ello–, que su modesto automóvil blindado fue protegido por 8 furgones policiales con 90 agentes distribuidos en las respectivas camionetas, y ocho vehículos más ocupados por personas de su máxima confianza. Es lo mínimo que puede llevar para garantizar su seguridad personal un hombre de la calle.

No como los Reyes. Que se conformaban con cuatro escoltas.

¿Cómo pretenden ser populares?

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