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13 de mayo de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Mollejo, no te toques ahí

El inclusivismo igualitario no binario se inventa el VAR testicular: todos lo hombres están avisados

Actualizada 01:30

Un jugador del Zaragoza, desconocido para el gran público hasta hoy, se enfrenta a una sanción de hasta 10 partidos por un gesto de celebración de una victoria que, a ojos vista de la Policía Moral del Régimen, atenta gravísimamente contra los valores de igualdad inclusiva no binaria imperantes.
Mollejo, el muchacho en cuestión, se alegró por el resultado y, en un gesto instintivo que ya habíamos visto antes, se frotó lo que viene a ser la entrepierna, en ese ritual atávico que por alguna extraña razón señala a esa zona como protagonista, inductora o beneficiaria del éxito.
Los futbolistas llevan toda la vida, como el resto de los hombres, con esas protuberancias en la misma zona. Y toda la vida, también, utilizándolas de manera similar, con desiguales prestaciones y distintas intenciones: desde las miccionarias a las reproductivas, pasando por las trogloditas y tribales, especialmente visibles en el ámbito deportivo y, más en concreto, en el futbolístico.
Todos se han tocado el cono sur en público, con cámaras, sin decoro, en combinación con escupitajos, sin distinción de categoría, equipo, salario o posición en el campo: la grosería y el mal gusto ya estaban presentes desde la noche de los tiempos, en el ariete y el medio centro, en el Real Madrid y la Ponferradina, sin ninguna campaña de reeducación que les pidiera, por favor, un poco de civismo, que los está mirando medio planeta e incluso sabemos leer los labios cuando sueltan por la boca lo más grande.
Pero ha sido ahora, cortesía de Rubiales, cuando el VAR del puritanismo se ha recreado en la jugada testicular de un jugador modesto para seguir implantando la idea de que todo varón lleva a un expresidente de la Real Federación dentro y, de no ser por su enérgica intervención, iríamos por la vida agarrando cabezas femeninas para plantarles un piquito prohibido en los morros.
Y, hombre, pues no. A todos nos dan asco las mismas cosas y los mismos abusos, pero entendemos la diferencia entre un mal gesto y un delito, y entre sembrar valores civilizados y desatar cazas de brujas con fines ideológicos.
Al pobre Mollejo, que va a ser castigado, ya le hicieron comparecer en público a flagelarse mucho y a pedir disculpas muchas veces, a ver si con suerte le llega con eso para evitar su lapidación.
Porque tocarse los genitales en un evento deportivo tiene unas connotaciones terribles que en adelante controlará un cuarto árbitro, o árbitra mejor, habilitado por el Ministerio de Igualdad y dotado con un pionero sistema de cámaras, operadores y pantallas con capacidad legal y técnica para interrumpir un partido y visionar si el roce testicular fue involuntario o alevoso, para proceder en consecuencia.
Van a tener que venir Amaral, Bandini y la activista murciana a terminar de explicarnos por qué nos dan tanto miedo los pechos, que es una afirmación poco empírica al menos entre la retrógrada masculinidad heterosexual, cuando esto empieza a tener pinta de que el verdadero problema lo tienen ellas con los chicos: ven uno, aunque sea un pardillo de Zaragoza, y se piensan que es Rubiales o algo todavía peor. Y que nadie diga que es para promocionarse: sufren de verdad ante tamaño peligro.
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