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La oposición perseguida

El pueblo, si existe, es el todo, no una parte. Y ya que estamos en esto, más pueblo hay en el PP que en el PSOE. Es curioso que una minoría, aunque remendada por un conglomerado extravagante, se presente como una mayoría

Actualizada 01:30

La democracia no consiste solo en el gobierno de la mayoría parlamentaria que, por lo demás, puede ser arbitraria e injusta. Que la mayoría siempre tenga razón es una falsedad que solo es defendida, en algunos casos, por los que, en ese momento, la tienen. Cuando la pierden, vuelven a la razón, aunque solo sea por interés. Si la democracia es el gobierno del pueblo (suponiendo que tal cosa sea posible), tan pueblo son los que han votado a la mayoría parlamentaria como los que no lo han hecho. Para demagogos profesionales, tan pueblo es, pongamos, Yolanda Díaz y sus votantes, como Santiago Abascal y los suyos. Ambos son igualmente representantes del pueblo y de la soberanía popular. Y, por cierto, más Abascal que Díaz, a pesar de sus mohínes demagógicos. El pueblo, si existe, es el todo, no una parte. Y ya que estamos en esto, más pueblo hay en el PP que en el PSOE. Es curioso que una minoría, aunque remendada por un conglomerado extravagante, se presente como una mayoría. Tirano Sánchez tiene, le guste o no, menos votos que Núñez Feijóo. Representa a menos pueblo. Por no hablar de cómo consigue los apoyos para permanecer en el poder. Sí. El PP tiene más apoyo popular que el PSOE. Ya sé que es un sistema parlamentario, pero Sánchez tiene menos votos que Feijóo. Y para gobernar necesita esa mayoría «patriótica de progreso» que incluye a exterroristas, separatistas y progresistas como Junts, el PNV y el comunismo disfrazado de cordero.

Entre las cosas que la democracia necesita para serlo se encuentra la existencia de la oposición, independientemente que le guste más o menos al Gobierno. Normalmente no le gusta. Precisamente está para eso. La oposición existe para controlar, criticar y, por lo tanto, molestar al Gobierno. Naturalmente, si el Gobierno no es omnipotente, la oposición tampoco. Debe ser responsable y no utilizar medios como la mentira. El Ejecutivo tampoco. Pero si éste deslegitima a la oposición, está destruyendo la democracia. En China, Rusia, Venezuela, Corea del Norte, la nómina podría ampliarse mucho, no hay democracia, entre otras cosas, porque no hay oposición libre. La oposición es una de las condiciones de la existencia de una democracia. Y Sánchez quiere cargársela, agrediéndola y deslegitimándola. Lo que realmente le gusta es el partido único.

En España, el Gobierno no se defiende de las críticas de la oposición; la ataca, quiere acabar con ella. Toda ella es fascista, ilegítima, no es democrática. Media España es fascista. No se entiende cómo un Gobierno tan excelso pueda ser una fábrica de fascistas. En realidad, cabría hablar de sesión parlamentaria de control de la oposición. El Gobierno es la oposición a la oposición. Pero todo termina por cuadrar. La izquierda radical necesita el fascismo porque su inepcia solo puede salvarse mediante el fantasma de la ultraderecha. Su falta de legitimidad le lleva a buscarla en la deslegitimación del adversario. Somos ineptos, pero, al menos, frenamos a la ultraderecha. El problema es que una parte de la derecha parece empeñada en hacerle el juego. Parece que a ambos les conviene que haya tensión. Frente popular y resistencia ante él. Puro espíritu de concordia. Unos necesitan al franquismo para que haya Frente popular y los otros que haya Frente popular para sumar votos.

En esta situación, que los sindicatos (suponiendo que existan) se manifiesten (cuatro amiguetes, antes de las cañas) contra la oposición revela cuál es su estado. Si dos sindicatos (o lo que queda de ellos) se manifiestan contra la oposición y no contra el Gobierno es que se han convertido en organizaciones gubernamentales. Sindicalismo de estado o, más bien, de gobierno. Las cenizas de la lucha obrera. Si los obreros están en el poder, ¿para qué son necesarios los sindicatos?

Todo esto, con independencia de la calidad de la oposición actual, que no es mucha, pero, comparada con la del Gobierno, parece inmensa, sublime, ática.

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