Hashtag#derechasabotea
No hay prontuario ni conjuro hoy cuya eficacia no penda de la infalible calidad conceptual del sumo abracadabra: al cual ahora llaman «hashtag». Para la España al borde del precipicio, el chamán de la Moncloa propone el suyo propio: «hashtag#derechasabotea»
En un ensayo hoy clásico de 1949, Claude Lévi-Strauss se asomaba a la desconcertante eficacia real de los conjuros tribales: desde el vudú caribeño, estudiado por W. B. Cannon, hasta su propia disección de los amazónicos Nambikwara. Su forma límite es la capacidad de desencadenar la muerte por conjuro de cualquier miembro de la tribu. «Un individuo consciente de ser objeto de un maleficio queda íntimamente convencido, merced a las más solemnes tradiciones de su grupo, de que está condenado; parientes y amigos comparten esa certeza. A partir de ese instante, la comunidad se retrae: todos se alejan del maldito, lo tratan como si fuera, no ya sólo un muerto, sino una fuente de peligro para todo su entorno; en cada ocasión y a través de todos sus comportamientos, el cuerpo social sugiere la muerte de la desdichada víctima, que ya ni siquiera intenta escapar a lo que considera como su ineluctable destino». Y el hechizado acaba obedientemente por morirse.
Las sociedades del siglo veintiuno no tienen aquella firme alma colectiva que el fundador de la etnología moderna analizaba en sus comunidades primitivas. Tienen televisores. Tienen redes sociales. El resultado final es el de un chamanismo muy mejorado.
Tras la doble hecatombe —que hubiera hecho caer a cualquier gobierno europeo— del apagón nacional de doce horas hace una semana y del encierro en trenes anteayer de más de diez mil ciudadanos, las lumbreras de Moncloa y Ferraz han redactado su «argumentario» para uso de capitostes y chupatintas socialistas. El maravilloso manual de conjuros enseña que está siendo desencadenado «cada lunes», el «sabotaje de las derechas a un gobierno legítimo». Y ese «sabotaje», heroicamente denunciado por el sutilísimo ministro Puente, heredero del casi tan sutil ministro Ábalos, ha lanzado a las crueles derechas golpistas a «apagones sin explicación por parte de las eléctricas» y «sabotajes al AVE en pleno regreso de las familias». ¡Si esto no es el inicio de un golpe de Estado…! Pocas dudas podrían abrigarse. «La derecha actúa en bloque contra el Gobierno… ¿De verdad es casualidad? ¿Están sembrando el desorden para luego prometer orden? ¿Están las derechas detrás de todo esto y del ‘España no funciona’?»
No hay prontuario ni conjuro hoy cuya eficacia no penda de la infalible calidad conceptual del sumo abracadabra: al cual ahora llaman «hashtag». Para la España al borde del precipicio, el chamán de la Moncloa propone el suyo propio: «hashtag#derechasabotea». Y la tribu percibe nítidamente la realidad del fantasma devastador al acecho: Alberto Núñez Feijóo, en mono azul de electricista, tenazas y escoplo en mano, arrancando a cachitos la red eléctrica y los cándidos raíles de la Renfe.
El lúcido chamán, por cierto, ha corrompido ya todo cuanto pudiera quedar sin corromper en una tribu no precisamente muy puritana. Ha colocado a su hermano danzarín como jefe de tamtam ritual bien alimentado. Ha transubstanciado a su anónima señora en chamanesa suprema de los trueques benéficos con otros caudillos selváticos. Dotó, en su día, a su vice-chamán favorito de medios con los cuales proveerse de un harén envidiado por la triste patulea de los pequeños chamanes, que al fin lo decapitaron. Y proclama naturalmente ahora que la avalancha de desdichas, que «cada lunes» vienen cayendo sobre su amada gente es, con toda evidencia, provocada por un odioso brujo enemigo que le echa sin parar toda suerte de maldiciones. Extrae la conclusión moralmente justa: el odioso brujo enemigo debe morir antes de que toda la tribu pague por sus infernales perversidades. El conjuro es emitido por el coro de gritadores que proclaman la insondable grandeza del más grande: hashtag#derechasabotea. Funciona.
Porque eso es lo que, de verdad, debiera preocuparnos sólo: que funciona. Que, en vez de provocar la monumental carcajada y la amable patada de despido al ridículo brujo, ante él sigue doblando el lomo lo más granado de la tribu. Y nunca pasa nada. De momento. Claude Lévi-Strauss lo avisaba en 1949: «No hay razón para poner en duda la eficacia de ciertas prácticas mágicas. Pero podemos ver, al mismo tiempo, que la eficacia de la magia implica la creencia en la magia». Y que, si por un casual, la tribu dejase un día de creer —si se apagasen los televisores, por ejemplo—, el destino del chamán se volvería más bien negro. Pero yo, la verdad, no me hago demasiadas ilusiones.