El monte parió un hipopótamo: Cerdán
Sánchez compareció con la cara desencajada. Sabemos que es un gran actor, pero no sabemos si su gesto era sincero o impostado. Pidió perdón a la ciudadanía, pero no supo justificar que se haya fiado de personas corruptas para otorgarles máximas responsabilidades en el Partido Socialista
Yo no sé si las nuevas generaciones tendrán la más remota idea de qué es El parto de los montes. Se trata de una fábula del siglo VI antes de Cristo atribuida a Esopo en la que se relata cómo los montes dan signos preocupantes de estar a punto de dar a luz, infundiendo pánico a quienes los escuchan. En esa situación hemos estado más de un mes con el anuncio del auto de la Unidad Central Operativa sobre Santos Cerdán. En la fábula original, tras las inquietantes premoniciones, los montes se limitaron a parir un pequeño ratón. Confieso que en las últimas semanas yo temía que todo el caso Santos Cerdán acabara igual. Que la UCO pariese un ratón. Pero no. El monte no parió ningún roedor. El monte ha parido un hipopótamo que ha hecho romper su silencio al presidente del Gobierno después de 45 días ignorando a los medios de comunicación.
Y vaya hipopótamo. Sánchez ha pedido perdón «a la ciudadanía» por no saber hasta la mañana del jueves nada de lo que estaba haciendo su mano derecha. Ni tampoco su predecesor como mano derecha, José Luis Ábalos. Pero a Ábalos se cuidó mucho de mencionarle. De los cuatro que iban en el Peugeot, tres ya están empapelados. El único que se salva por ahora es Sánchez. Y en esas circunstancias es comprensible que no quiera perder el aforamiento que tiene el presidente del Gobierno.
Sánchez compareció con la cara desencajada. Sabemos que es un gran actor, pero no sabemos si su gesto era sincero o impostado. Pidió perdón a la ciudadanía, pero no supo justificar que se haya fiado de personas corruptas para otorgarles máximas responsabilidades en el Partido Socialista. En la práctica, las más altas cuando el secretario general está a tiempo completo en el Palacio de la Moncloa.
En su forma habitual de hacer política, el presidente ha tenido la desfachatez de afirmar que «tengo muchos defectos, pero siempre he trabajado por el juego limpio en política». Nadie en esta democracia ha hecho más juego sucio que Pedro Sánchez Pérez-Castejón. La urna detrás de la cortina en su elección como secretario general, la moción de censura contra Rajoy basada en una mentira, según confirmó el Tribunal Supremo… Y eso lo saben, más que nadie, los que le jalean. Dijo también, además de que sigue pretendiendo quedarse hasta 2027, que no va a hacer ninguna crisis de Gobierno porque esto no afecta a esa institución. De lo que cabe suponer que ya han dado instrucciones a Yolanda Díaz y el resto de Sumar para que dejen de pedir explicaciones.
Eso sí, con la desfachatez habitual tuvo el valor de decir que la corrupción se da en todos los partidos e insinuar que la del último Gobierno del PP fue peor. ¿Cuántos familiares de Rajoy fueron siquiera investigados por los tribunales? No hay comparación posible. Así que tuvo que conformarse con una alusión a Isabel Díaz Ayuso sin mencionarla.
Antes de convocar elecciones es imprescindible para Sánchez haber tomado el control de la judicatura porque si no, su futuro personal es color hormiga. El sabe que está cerca de ser investigado. Porque no es posible admitir que las primarias de su partido fueron amañadas por uno de los suyo, pero sólo un poquito, casi nada. Con un par.
La de este jueves es la imagen de un fin de régimen en el que el presidente se aferra al sillón. A mí me ha recordado un poco a Arias Navarro, con su «¡Españoles, Franco ha muerto!». Pero Sánchez impostaba estar más abatido que Arias Navarro. Y todos los españoles sabemos que cuanto más débil esté, más le van a extorsionar sus socios.
¡Ah! Y que no haya dudas. A la vista de lo sucedido, cuando por fin nos den el informe del apagón, la culpa será de Santos Cerdán.