Para Ussía
El maestro plantea una especie de desafío que resume, en realidad, el futuro de la democracia
Ha escrito otro gran artículo el último mohicano, Alfonso Ussía, Cuadrados, que plantea una verdad incómoda en tiempos de puritanismo progre, tan locuaz para hinchar baratijas artificiales al servicio del patrón como timorato para hacerse las preguntas importantes: si salta a escena un concejal de Vox en Albalate de Zorita, un suponer, mandando a escardar cebollinos a la número 3 del PSOE del mismo municipio, el Orfeón Sanchetarra concluirá que toda la derecha en España es extrema, machista y potencialmente feminicida; aunque luego mire para otro lado si una manada magrebí viola a una chavalita en cualquier pueblo de España, desechando la necesidad de estudiar hasta qué punto los valores de origen pueden explicar un tipo específico de violencia a la mujer.
Criminalizar a todos los hombres blancos, heteros, católicos y no digamos si además son carnívoros y del Real Madrid sale gratis, y merece formidables campañas institucionales y la consolidación del rentabilísimo sector de la industria de género; pero averiguar si acaso algunos creen que la mujer es un perrito a su servicio porque así lo han mamado es anatema.
El maestro, que me honra con sus citas, se ofrece para lancear a pachas esos temas proscritos donde, en realidad, se esconde la clave de la vida. Plantea que poner a parir al peor Gobierno que hubo, hay y habrá en la historia de España no tiene mérito, y no le falta razón: si a mí me ponen la casilla de «Sánchez» en la declaración de la renta, por si acaso algún día el hombre necesita pagarse una costosa defensa jurídica, no tendré razones sólidas para negarme cuando lleva casi una década haciéndome gratis la mitad del trabajo.
Ussía, pues, acierta para variar. Hay que escribir con el cuchillo entre los dientes y luego dar cortes quirúrgicos, en esas partes donde casi nadie se atreve a entrar por el temor a la cancelación, que es como se llama ahora a la censura de toda la vida, a la muerte civil decretada por el sanedrín reaccionario que se presenta a sí mismo como la encarnación infalible del Bien, con mayúsculas.
Él lo hace con dos temas, el fútbol femenino o Juana Rivas, que pueden parecer menores pero encierran la naturaleza castrante del debate público, ése donde puede soltarse a la ligera que Ayuso vive de alquiler en un ático pagado con el dinero defraudado a Hacienda por su novio, que es una idiotez; pero no puede señalarse que Sánchez ha vivido y veraneado al menos quince años en viviendas pagadas por el suegro con dinero de la prostitución, en sus modalidades más tradicionales pero también más siniestras y vanguardistas. O que, según todas las informaciones no desmentidas, los Sánchez-Gómez siguen sacando beneficios mensuales del alquiler de esos inmuebles de origen sórdido.
Un país donde no se puede hablar de todo es aún peor que otro donde se puede hablar de todo de cualquier manera: la alternativa al silencio censor no es la valentía descerebrada y el eructo garbancero, sino el debate tranquilo, sin prejuicios, sin conclusiones precipitadas, con argumentos y datos y, también, sin límites ni vetos.
Es ahí donde se mide la salud de la democracia y, para los alarmistas oficiales, donde se frenan los populismos, que llenan a brochazos los espacios donde el resto no se atreve a meterse y ofrecen soluciones sencillas a problemas complejos, aceptadas por el personal por la ausencia de alternativa. Le sugiero varios al maestro Ussía, a ver si entre ambos y algún otro osado como Ventoso, Albiac o Pérez-Maura nos vamos encargando del trabajo pendiente y nos repartimos solidariamente las bofetadas.
Una pequeña lista provisional y ampliable incluiría las denuncias falsas de género, la relación entre la inmigración irregular y la delincuencia, el papel del Rey en una democracia devaluada, el empoderamiento femenino y su impacto en la natalidad, la ilegalización de partidos independentistas, la autodeterminación de género, el aborto como derecho, la eutanasia como opción, la adopción de parejas gais, las respuestas a la okupación o el derecho a la legítima defensa.
Ya ampliaremos las materias, pero antes de que suenen las trompetas de Jericó, un mínimo preámbulo: plantearse las preguntas no significa que ya se sepan las respuestas. Simplemente indica el camino que refuerza una democracia auténtica, en la que nada se puede proscribir y nada se puede resolver de un brochazo. Mientras, maestro, podemos entretenernos viendo las mejores jugadas de Aitana Bonmatí.