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Desde la retaguardiaMiquel Segura

Sa Pobla como paradigma de la política tribal

Mi pueblo, desde siempre, ha sido muy conservador, pero, en las municipales, nunca se votó, ni se vota todavía, en clave ideológica

Sobrepasado ya el ecuador de la legislatura en los pueblos empieza a notarse un ligero «vientecillo pre electoral». Sabido es que los comicios municipales son determinantes para los resultados autonómicos. Nadie sabe qué podría pasar si se produjera un adelanto electoral que no movilizara a las fuerzas políticas de los pueblos. Podría ser todo muy distinto, pues son los líderes de los partidos locales quienes reparten las tres papeletas, la suya propia, la del Consell Insular y la del Govern.

Existe, además, un tejido político que no tiene porqué corresponderse con el esquema que manejan los partidos, y más si lo hacen desde Madrid. Dicho de otra forma: en los pueblos de la Part Forana subsisten unos reyezuelos locales, herederos en gran parte del caciquismo que determinaba los resultados electorales en los tiempos de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la II República y, tras el largo paréntesis franquista, los primeros decenios del ahora mal llamado Régimen del 78.

Cierto es, ya lo sé, que a medida que pasa el tiempo las elecciones autonómicas se deciden en función de la marca, pero no lo es menos que en unas municipales puede pasar cualquier cosa porque ahí entran en juego factores que ningún comité regional o nacional de partido alguno puede controlar.

El caso de Sa Pobla es paradigmático. Mi pueblo, desde siempre, ha sido muy conservador, pero, en las municipales, nunca se votó, ni se vota todavía, en clave ideológica. Los viejos del lugar conocemos el substrato, cuajado tanto de intereses económicos como de rencores tribales, que en última instancia, ha privado muchas veces al PP -siempre el partido más votado- de la alcaldía.

Sólo en los tiempos del mítico Font se produjo un entendimiento entre los intereses de la mayoría silenciosa y los del partido liberal-conservador. Ello determinó que Font no solo gobernase el ayuntamiento durante muchas legislaturas, sino que escalase puestos en la política autonómica que bien hubiesen podido llevarlo al sillón del Consolat.

Ahora todo eso es el pasado. La opción política determinante en estas últimas legislaturas es una candidatura -mal denominada independiente- nacida de los residuos de la extinta Unió Mallorquina, que se mueve bajo una sola consigna: que no vuelva a gobernar el PP. Su líder, tras la retirada y posterior fallecimiento del malogrado Joan Comas, es el actual alcalde.

Pudo más el rencor, recalentado en el microondas y siempre a punto para sacar a la mesa, que cualquier otra consideración

Biel Ferragut, en efecto, encarna el rol del típico primer edil dicharachero que apenas pisa el despacho pero que se le ve en todas partes. Su programa electoral consiste en estar bien con todo el mundo, darles mucha cancha festiva a los de Més -con los que gobierna- y sonreír, siempre sonreír. Naturalmente, otros gobiernan por él: los depositarios de los rencores anti PP y anti Font, los resentidos, los todavía enojados, los de siempre.

Después de las elecciones de mayo de 2023, el PP de Prohens -partido más votado- le ofreció la alcaldía a Ferragut con tal de entrar en el gobierno municipal. Hubiera habido, me consta, otras contrapartidas. Ni por ésas. Pudo más el rencor, recalentado en el microondas y siempre a punto para sacar a la mesa, que cualquier otra consideración. Y algo parecido puede volver a ocurrir en 2027 porque el alcalde de la eterna sonrisa está capitalizando las múltiples realizaciones que el Govern y el Consell han llevado a cabo en Sa Pobla en estos últimos 30 meses, millones de euros. Próximamente, cuando se tercie, publicaré radiografías políticas de otros municipios

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