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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Presbicia moral

Los sanchistas han llevado peor la revolución sexual de la burbuja político-mediática. Más toscos que sus socios neocomunistas, huérfanos de las lecturas canónicas obligadas desde la ya vieja fusión de Marx con Freud

Présbites o présbitas son los que padecen presbicia, un engorro común; gafas, y asunto resuelto. Luego encontramos a los présbites o présbitas morales, que tienen más miga. Las vilezas, las bajezas que tienen delante no acaban de percibirlas. El acoso del guarro de turno a una o varias damas a las que llaman compañeras lo pasan casi todos por alto dentro de las asociaciones de présbitas y présbites morales que llevan nombre de partidos políticos. ¿Por qué PSOE? ¿Por qué Más Madrid, o Más De Lo Que Sea? Al final, fueran cuales fuesen las intenciones iniciales, los objetivos de la organización, su visión, su misión, los estatutos y toda la mandanga, a los grupos se les recuerda por lo más destacado de su actividad. Bien. Empieza a dar la sensación de que lo más destacado, notable, conspicuo y pasmoso de la izquierda española desde el 15 M —que Rubalcaba propició y la podemia capitalizó— va a ser la impunidad con que algunos de sus miembros pretendían usar sus miembros.

Más la falta de apoyo a (y aun el ahogo de) las acosadas que se atrevían a denunciar al guarro. Será la presbicia moral, pues la impresionante precisión con que detectaban micromachismos en los menores detalles cuando miraban afuera la perdían en una borrosa confusión de lo cercano. Y cuanto más cercano, menos lo veían. Era una presbicia, digamos, militante. Es decir, se mantenía pese a las voces que les contaban lo que estaba pasando. La militancia en la presbicia moral llevó a aquellas que más aguzaban la vista extramuros a callar, negar, traspapelar, quemar las evidencias de la guarrería española interna.

La aguerrida política y activista que había mantenido relación estable con Errejón no notó nada. Es su versión. A Errejón le sigue asistiendo el derecho a la presunción de inocencia. Así que la ex bien pudo elegir otro desmarque. Como negar que Errejón fuera el baboso depredador sexual que la actriz denunciante retrató. ¡Ese no es mi ex! Fue ella la que prefirió creer en la culpabilidad cuando Errejón se vio en la picota, confiar por fin en otras muchas voces internas que hasta entonces le habían pasado desapercibidas. No solo a ella, sino a toda la pandilla neocomunista, empezando por la jefa (que no precisa del prefijo): Yolanda. Carecía de toda base Ese temor de hallarme descubierto…

Entre las tres cuartas partes y los cuatro quintos de lo que pasa en la izquierda española desde el 15M tiene que ver con la libídine. Empezando por el propio 15M y sus tiendas de campaña, cuya única diferencia con el edredoning de la telebasura es de pretensiones culturales. Ascensos y caídas respondían no poco a lo lúbrico. Los sanchistas han llevado peor la revolución sexual de la burbuja político-mediática. Más toscos que sus socios neocomunistas, huérfanos de las lecturas canónicas obligadas desde la ya vieja fusión de Marx con Freud, han producido tipos imposibles de separar de Torrente. Unos Torrentes sin bandera española, con bandera feminista.

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