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Perro come perroAntonio R. Naranjo

¿Es Zapatero la mano que mece la cuna de Sánchez?

La simbiosis entre los intereses de Zapatero y las decisiones geopolíticas de Sánchez es lo más inquietante que padece España y no queremos verlo

Quienes conocen de verdad el ecosistema de Venezuela sostienen, con buena información, que Nicolás Maduro no manda allí y que su deseable y probable caída no acabaría con el problema: él no es el jefe de la narcodictadura, aunque ejerce el poder nominal que el sistema necesita para sostenerse. Por eso la transición democrática, que debe culminar con la gran María Corina Machado al frente de un país distinto, no va a ser rápida ni sencilla.

No se puede establecer un paralelismo mimético entre España y Venezuela, aunque las coincidencias conceptuales entre la manera de ejercer el poder de sus respectivos presidentes se parezcan más cada día, pero a modo de juego, o quizá de algo más, sí cabe hacerse al menos la pregunta: ¿Quién manda de verdad en España?

Hay una primera respuesta clara, dolorosamente obvia e irrebatible hasta por los más conspicuos sanchistas, esos que ahora repiten como loros la indigente consigna monclovita de que, por mucha corrupción, sexo y bloqueo que haya; es mejor tragarse al señor de los bostezos porque de eso dependen las pensiones, los salarios y frenar a la ultraderecha. Y esa respuesta es Otegi, Junqueras y Puigdemont, arrendadores de La Moncloa y ahora mismo cobardes responsables de que sobreviva un inquiokupa que ni les paga la mensualidad ni se marcha del inmueble, con la promesa de que pagará sus deudas y aceptará un precio mayor.

Pero hay más respuestas verosímiles y, al menos, igual de inquietantes. ¿Es Zapatero el verdadero presidente en la sombra y Sánchez su muñeco? ¿O hay al menos una simbiosis entre ambos, en la que cada uno de ellos cuida de los intereses del otro e incluso tienen algunos conjuntos?

¿Y si los intereses de Zapatero son tan inmensos y delicados y las necesidades de Sánchez tan urgentes como para que los primeros hayan acabado marcando decisivamente las decisiones del segundo a cambio de, como poco, ayuda para sobrevivir como sea, intentar librarse de las consecuencias de sus actos y los de su equipo y quién sabe si ganarse un futuro de lobista tan aparentemente próspero como el de Zapatero y su equipo, unos colocados en consultoras y otros en la mismísima Moncloa?

Estas dudas merecen una aclaración, pues sería trágico que a la intervención fraudulenta de todo el separatismo insurgente se le hubiera añadido, en la sombra, un contubernio donde se mezclan negocios internacionales, cloacas nacionales y una deriva ideológica y geopolítica incompatible con el mismísimo encaje de España en el patrón democrático tradicional, europeo y atlantista.

Las conexiones de Zapatero y de Bono con la cúpula policial, las urgencias de Sánchez para controlar las investigaciones en su contra y la colonización de La Moncloa, del Gobierno y del PSOE por la élite del zapaterismo, bien con cargos visibles bien con la consultora Acento en las inmediaciones, completan el paisaje y obligan a discernir si todo son meras casualidades o hay un plan sincronizado incompatible, nada menos, con el futuro democrático de España y su encaje en el lado bueno de la historia.

Hay que hacerse estas preguntas, pues, y exigir las respuestas oportunas, deseando que en el viaje los sólidos restos del Estado de derecho que Sánchez y su banda no han colonizado sigan haciendo su trabajo sin tregua, con el reconocimiento y aplauso de la sociedad española, enfrentada sin saberlo al peligro de que lleguen tiempos aún más oscuros de los que ya conocemos.

Sin establecer comparaciones en exceso atrevidas, solo hay que ver cómo ha quedado Venezuela cuando un clan puso a un títere a sus órdenes.

El menor indicio de que algo remotamente similar explique la sintonía de Sánchez y Zapatero debería activar todas las alarmas. A ver si lo de Cerdán, la SEPI, Leire y compañía va a ser un juego de niños al lado de este otro lodazal.

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