Los no-lugares y las no-personas
Lugares como el metro, los aeropuertos, los restaurantes de comida rápida, el supermercado… son sitios que carecen de identidad, de historia y que imposibilitan las relaciones humanas significativas: espacios que no tienen esencia propia ni generan vínculo social alguno
Hace ya más de tres décadas el destacado antropólogo francés Marc Augé, publicó el que para mí es su mejor libro, Los no lugares. En él reflexionaba sobre los espacios de la modernidad o sobremodernidad –como a él le gustaba decir– globalizadora, en los que se gastaba un tiempo cada vez mayor de nuestras vidas. Lugares como el metro, los aeropuertos, los restaurantes de comida rápida, el supermercado… son sitios que carecen de identidad, de historia y que imposibilitan las relaciones humanas significativas: espacios que no tienen esencia propia ni generan vínculo social alguno. Son lugares funcionales que priorizan la circulación, el consumo y la comunicación (siempre de aquello que nos sobra puesto que pocos tienen ya algo significativo que comunicar). Espacios anónimos que las personas transitamos desempeñando roles impersonales como pasajeros, clientes o turistas. Universales y homogéneos, replicándose de forma similar en las diferentes partes del mundo y generando una relación simplemente instrumental, las personas los usamos con un fin exclusivamente práctico (viajar, comprar, esperar), sin generar sentido de pertenencia. En estos espacios, aunque aparentemente llenos de congéneres, los individuos permanecen aislados en sus actividades y más que comunidad o relación generan soledad en torno suyo, una soledad co-ocupada y agresivamente custodiada.
Me pregunto qué pensaría hoy el profesor Augé si pudiéramos retomar aquella conversación, que dejamos sin acabar una tarde de verano de hace ya bastantes años, ahora que los no lugares han crecido hasta ocupar ciudades enteras. En efecto, de vuelta de una gran ciudad del Mediterráneo español, he comprobado como los no lugares se expanden a un ritmo vertiginoso colonizando los antiguos lugares. Tiendas de merchandising y carcasas para móviles ocupan las antiguas librerías y mercerías de barrio, calles y plazas ya no son lugares de encuentro, paseo y conversación, sino simples figuras geométricas que transitar lo más rápidamente posible hacia nuestro lugar de destino, normalmente tan poco significativo como el de tránsito, personas aisladas de los demás por los cascos, la ropa o el desinterés ocupan los antiguos espacios de una socialización que algún filósofo pensó antiguamente como una característica fundamental de la especie humana.
Los no lugares se expanden así hasta convertirse en las no ciudades y éstas transforman a sus ciudadanos en las no-personas. Si las características de los no lugares son el anonimato, la búsqueda, en un entorno hiperregulado, de las satisfacciones e intereses exclusivamente personales, la coexistencia espaciotemporal –que no la convivencia– el desinterés por el prójimo o el consumo de experiencias, entonces Ikea e internet hace tiempo que convirtieron nuestros hogares en no lugares y a nosotros mismos en no-personas. Hoy es vital que cada uno tenga su cuarto y su dispositivo móvil con conexión a internet para evitar la catástrofe de tener que pasar tiempo juntos, del mismo modo que es necesario ir abotargando a los individuos con experiencias que satisfagan sus deseos propios, incluso en una relación familiar, para evitar la creación de lugares de identidad, significación y sentido fuertes, espacios que anteriormente estaban ligados más a las personas con que los compartíamos que a la simple existencia de un sitio. El mundo ha dejado de ser un lugar de pertenencia, de acogida, como nuestro propio cuerpo, nuestras relaciones personales básicas, nuestra nación, nuestra religión, etc. para ser sólo el lugar funcional de una experiencia humana anónima que alguna vez, hace mucho tiempo, quiso configurar una biografía. Hoy el modelo cliente que exige y cree tener derecho a todo, se aplica a también al espacio, al trabajo, la moral, la sexualidad, la religión, la cultura o el urbanismo.
Seres agresivamente negados en su condición de personas, de almas a la búsqueda del sentido, del bien, la verdad y la belleza, de reconocimiento en los rostros de los demás, de no sentirse empujados ni tener la necesidad de empujar, de conservar un lugar en la memoria al que llamar propio con otros, y un lugar en los demás al que llamar nuestro, deambulan anulados en su espíritu por los no lugares de las no ciudades en los no países de la no civilización, donde los más desenvueltos son precisamente aquellos que han entendido que simplemente son no personas a la búsqueda de la materia y sus transformaciones.
Quizás hoy día el espacio de los no lugares es simplemente el lugar de la civilización (o de la no-civilización) y aspira a convertirse en el no-mundo, pues cada día estoy más convencido que la gran falla humana existente en la actualidad y en las próximas décadas creciente, no es sino la que separa a los pocos que aún conservan el don superior de la esperanza de aquellos a los que tan sólo resta el de la oportunidad.
- Jacobo Negueruela Avellá es profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad CEU Cardenal Herrera