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TribunaAlfredo Liñán

¡Ay de mi almohada!

Cartas le fueron venidas de que España era apagada, que ni luz, ni tren, ni leches, ni teléfono, ni nada, ni siquiera el escondite de internet ya funcionara. Cáspita dijo Don Pedro, si hace sólo cuatro días negué la mayor diciendo que jamás de los jamases España se apagaría

Paseábase el rey Pedro por veredas sombreadas, desde el jardín del barranco hasta la fuente asombrada, en donde Machado un día hurgara los escondrijos de su Guiomar adorada. Jardines de la Moncloa…allí Mariano habitara hasta que, por la gatera, Pedrosánchez le expulsara tras pagar treinta monedas al judas de vascongadas. Y a las doce y media en punto, cuando la tarde amagara, se apagaron los faroles y saltaron las alarmas.

¡Ay de mi almohada!

Cartas le fueron venidas de que España era apagada, que ni luz, ni tren, ni leches, ni teléfono, ni nada, ni siquiera el escondite de internet ya funcionara. Cáspita dijo Don Pedro, si hace sólo cuatro días negué la mayor diciendo que jamás de los jamases España se apagaría, que eso eran cosas de Ayuso, de Feijoo y el facherío, siempre entre el fango y la caca.

¡Ay de mi almohada”

«¡Que alguien llame a Corredor!» gritó con voz destemplada «Que se presente ahora mismo y explique, la bien pagada, quién ha apagado la luz sin que menda lo ordenara» «¿Por ventura ha sido Putin?» «No creo -responde Bolaños ajustando su corbata- si fuera cosa de Putin, Puigdemont nos avisara» «¿De Trump entonces quizá?» «Da igual de quien se tratara, lo importante es el relato y echar el muerto a los fachas» Llega en esto Corredor paliducha y ojerosa, con carita de asustada. «Aquí estoy señor don Pedro, corriendo como una loca, que hay quien ya me ha comparado, con el galgo de Paiporta. ¡Ay, Jesús ¡qué disparate! Perdóneme, presidente, es la costumbre causada por repetir las maldades de la gente cabreada». Miróla Pedro enojado «Eras tú la que faltaba. Pues alguien ha de pagar y te veo bien colocada»

¡Ay de mi almohada!

Cuatro a cuatro, cinco a cinco, juntado se ha gran compaña llegada hasta la Moncloa por veredas y cañadas. «¿Para qué llamaste Pedro, a qué fue nuestra llamada?» «Para que sepáis amigos que temo perder mi almohada, mi refugio monclovita, mis jardines, mi acampada más querida, que hasta mi Bego me increpa diciendo: “¿Qué coño pasa, que ya ni siquiera veo para rebuscar mi cátedra?»

¡Ay de mi almohada”

Allí habló un viejo militante, de barba bellida y cana: «Bien se te emplea Pedro Sánchez. Pedro bien se te empleara; no hiciste ni puto caso a advertencias ni a llamadas. Te empeñaste en confiar en Teresita y en Sara, en cerrar las nucleares y convertir nuestros campos en chatarrerías de placas. Se te avisó, se te dijo, ese 'mix' será tu caca, pero soberbio y altivo desdeñaste contemplarla. Ahora la luz se ha apagado, ahora los trenes no andan, ya no suenan los teléfonos, ni las tarjetas doradas sirven para sacar cuartos, ni internet responde nada. Búscate una buena excusa, invéntate una coartada, un enemigo exterior, una bruja desalmada, busca, busca, busca, busca o corre como en Paiporta a pedir refugio al sátrapa, a quien, a saber por qué razones, un día regalaste el Sáhara. O corre presto a buscar a tus fieles Bildu etarras. Corre. Charla. Grita. Inventa. Nadie ya te cree nada. Ya llegó tu Waterloo. Un día cambiaste el colchón, pronto perderás la cama.»

¡Ay, ay, ay, de mi almohada!

Alfredo Liñán Corrochano es licenciado en Derecho

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