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TribunaIgnacio Hoces

Idóneos entre ellos

En este escenario Vox introduce el disenso. Afirmar el desastre del bipartidismo, escuchar lo que los españoles quieren, asegurar la soberanía nacional, nos coloca fuera de la «idoneidad» que el bipartidismo y sus medios necesitan para sobrevivir

Un siglo después de la muerte de Antonio Maura, su figura sigue proyectándose sobre la política española como la de un estadista inconcluso. Su enfrentamiento con el turnismo acomodaticio y su idea de luchar en favor del orden y la regeneración nacional lo convierten en referencia incómoda para quienes reducen la política al simple cambio de sillones.

En 1909, la 'Semana Trágica' en Barcelona provocó la caída de Antonio Maura de su segundo gobierno, el llamado 'Largo'. Cuatro años después, Maura abandonaría la presidencia del Partido Conservador, colocándose en su lugar a Eduardo Dato, para Maura «idóneo», pues a su parecer no rompería el pacto tácito con el adversario Partido Liberal y jamás abordaría la lucha contra el caciquismo, la transparencia electoral y la regeneración nacional necesaria para su «revolución desde arriba», expresión que años antes había acuñado el pensador tradicionalista valenciano Antonio Aparisi y Guijarro.

En este lenguaje político, «idóneo» no era un elogio, sino servilismo. Es el que protesta, pero no cambia nada y, cuando llega al poder, preserva intacto el legado del contrario. Se inventó en la Restauración canovista. Representaba la figura del adversario perfecto, ruidoso en ocasiones en las formas y dócil en el fondo. Este episodio ilumina, todavía hoy, una lección clara. En política, lo idóneo es, en muchas ocasiones, lo contrario de lo necesario y de lo que el pueblo realmente quiere.

Hoy, el mecanismo del «idóneo» sigue vivo. En España, el PSOE y el PP ejercen mutuamente ese papel. El Partido Popular es, para el socialismo, el adversario perfecto. Protesta, pero no deshace; denuncia, pero no rompe. Cuando gobierna, deja intactas las leyes ideológicas de la izquierda, conserva el modelo socialista, mantiene la presión fiscal disparada y respeta el reparto institucional heredado. Es la oposición que no se opone. Una estafa.

El PSOE es también el partido idóneo del PP. Los complejos del segundo lo llevan siempre a buscar la legitimación del primero. Por eso prefirieron pactar con los socialistas el reparto de la inmigración ilegal por toda la Península. Y por eso, solo gracias a la presencia de Vox en los gobiernos se pudieron derogar leyes de la izquierda, como las de Memoria, algo inédito en el régimen de 1978. El PSOE impulsa su agenda ideológica y el PP primero la discute y luego hace suya. Entre ambos se reparten la alternancia como en los viejos tiempos del turnismo de 1876, lo que hoy llamamos bipartidismo. Cambian los rostros, pero las políticas permanecen. El árbitro ahora no es el Rey, sino las élites económico-mediáticas, que solo exigen que ambos partidos sigan siendo «idóneos».

Vox es la pieza que rompe el engranaje de los nuevos caciquismos. No aceptamos un marco que entrega poder al separatismo, unas políticas de inmigración ilegal que ponen en riesgo la supervivencia de España y de nuestro modo de vida, ni la hegemonía ideológica de la izquierda que impregna instituciones, leyes y cultura. Frente a todo eso, Vox representa la exigencia de regeneración nacional y la voluntad de devolver a España una política a la altura de su historia. Rechazamos las pautas que han marcado las últimas décadas, entre ellas la sumisión a Bruselas, la claudicación ante el separatismo y el sostén de unos sindicatos que hace tiempo dejaron de defender a los trabajadores españoles para convertirse en promotores de inmigración ilegal y lacayos de los partidos de izquierdas.

El PP y el PSOE son socios de relevo. En ocasiones aparentan discutir, pero se protegen mutuamente. No existe adversario más cómodo que el que te sustituye sin desmontar el chiringuito. Por eso pactan lo esencial, desde el reparto de las instituciones hasta la coalición en Bruselas y las políticas que afectan a la vida diaria, como la inmigración. Cuando aparece alguien que no quiere entrar en su marco, ambos se abalanzan sobre él. Y con ellos, sus medios de comunicación. Ese alguien es Vox.

Por eso Vox es el ariete que golpea sin descanso la muralla de intereses que ambos han levantado para protegerse. Vox rompe el muro de hipocresía que sostiene el reparto de poder y privilegios. Combatimos el separatismo, impugnamos la memoria histórica y nos enfrentamos a la ingeniería social con la que la izquierda pretende reeducar a los españoles.

El PSOE necesita que el PP haga el trabajo de aislar a Vox. El PP necesita que el PSOE agite el miedo a Vox para justificar su actuación. Se retroalimentan en un círculo perfecto. Para la izquierda, el ejemplo acabado de lo idóneo es esa oposición que no se opone. Y en la España acorralada por los socialistas separatistas y neocomunistas, ser idóneo supone traicionar a la nación.

Como decimos, el bipartidismo funciona como un mecanismo de idoneidad recíproco. PSOE y PP actúan como adversarios de fachada. Gasto superfluo, corrupción sistémica, inmigracionismo, legislación memorialista y anti familiar, presión fiscal disparada y el sistema educativo diseñado por la izquierda permanecen siempre. Es en las aulas, también, donde se fabrica la hegemonía cultural izquierdista, donde se fija la cosmovisión política de la izquierda.

En este escenario Vox introduce el disenso. Afirmar el desastre del bipartidismo, escuchar lo que los españoles quieren, asegurar la soberanía nacional, nos coloca fuera de la «idoneidad» que el bipartidismo y sus medios necesitan para sobrevivir. Por eso PP y PSOE pactan la demonización de Vox, y por ello Feijóo prefiere pactar con la izquierda y los separatistas.

Y no nos extraña, el bipartidismo es hoy el salvavidas de ambos. El PP es el idóneo del PSOE, el adversario perfecto que protesta para la galería, pero jamás toca lo esencial. España necesita un cambio de rumbo. Frente al teatro de las élites políticas, Vox se atreve a recuperar la soberanía nacional y devolver a los españoles el mando de su destino. Solo entonces España dejará de ser administrada y volverá a ser conducida por quienes creen en su grandeza.

Ignacio Hoces Íñiguez es diputado nacional y vicesecretario de Acción Política de Vox

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