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TribunaFederico Romero

Los elegidos

Los que creían poder tener algún privilegio o ventaja cuasicontractual por su amistad con Cristo, los hijos del Zebedeo, o el mismo Judas que lo traicionó, pronto se dieron cuenta que, de momento, solo los llevaría al camino, inaugurado por el propio Jesús, de padecer más que los demás

La así denominada serie televisiva –The Chosen en el original– no es un relato bíblico. Ni siquiera una especie de evangelio apócrifo. Sencillamente hay que verla como una narración fílmica basada en los cuatro evangelios canónicos que, sin perjuicio de tratar de recoger hechos y palabras literales de la vida de Jesús de Nazareth, trata de llenar los tiempos de su vida –sobre todo los, aproximadamente tres años, de su vida pública– imaginando como serían, y contextualizándola en su momento histórico y territorial y acorde con la personalidad que denota, según su naturaleza humana, Cristo Jesús. Cuando decimos evangelios canónicos queremos expresar que son los considerados por la Iglesia Católica como normativos y oficiales, aunque la atribución a los denominados como evangelistas no se corresponda con la certeza de que fueran escritos materialmente por ellos mismos, como denota la expresión según San… al ser leídos en la misa. Incluso el de San Juan fue probablemente escrito por un discípulo de Jesús de la siguiente generación a la del apóstol, aunque, en todo caso existe la certidumbre de que, fueran o no los amanuenses, los cuatro apóstoles son los reconocidos autores de los evangelios canónicos.

Dicho esto, es de alabar el afán divulgativo de la serie y el rigor con que se esfuerzan en transmitirnos el relato de la vida de Jesús, sobre todo en lo que concierne a la naturaleza humana del Maestro. En todo momento aparece como un verdadero hombre, que habla con una autoridad y una novedad excepcional y desconocida hasta entonces, en cuanto a la forma y el contenido del mensaje, de la buena nueva que transmite y de la misericordia que desarrolla en su caminar «haciendo el bien». Quizás su naturaleza divina es más difícil de mostrar en la pantalla compatibilizándola con la humana, aunque la excelente interpretación del protagonista la hace atisbar tras la mirada de misericordia del personaje que representa. En una época en la que el mundo occidental olvida el mensaje cristiano que integra su cultura y, sobre todo, ha relegado a un rincón la realidad de la existencia del mundo sobrenatural, que excede de lo meramente físico, y niega todo aquello que no sea materia que se pueda percibir por los sentidos, es de agradecer que una serie televisiva sea capaz de captar la atención de los espectadores recordándoles un hito de la historia que transformó la existencia humana por medio de la Revelación Divina. Desgraciadamente, en la actualidad, se lee poco, pero esta clase de medios audiovisuales pueden hacer un gran bien difundiendo la existencia de un mundo que la ilustración y el cientifismo parecieron enterrar y que, sin embargo, la ciencia moderna y singularmente la física cuántica, nos muestran como algo tan real como lo percibido por los sentidos. Esa labor formativa y difusiva del legado cristiano, desparecida la antigua 'Historia Sagrada' que se nos enseñaba en nuestra niñez, va a realizar sin duda la película de animación creada por extrabajadores de Disney llamada «La luz del mundo». Aunque todavía no la he podido ver, parece que su director, uno de esos experimentados trabajadores llamado David K.C. O´Neill, se distingue –según se nos cuenta en El Debate– «por su estilo visual moderno, accesible y profundamente espiritual», que puede atraer a toda la familia; y ello siendo fiel a la narración evangélica de todos los momentos cruciales de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección.

El arte cinematográfico y televisivo tiene la gran virtud de integrar, como la ópera, las demás artes: literatura, pintura, música… pero su accesibilidad debe utilizarse para profundizar en el mundo de las ideas. La visión debe incentivar poder detenerse en la lectura de ese gran instrumento, sin duda divino, que es la palabra y que hallamos en la lectura. Y termino con un ejemplo. En Los elegidos, la decepción de Tomás por la muerte de su amada, exige analizar algo que aún los discípulos no podían entender: que Jesús, siendo hijo de Dios y capaz de curar enfermedades y hasta resucitar muertos no impedía que sus más allegados, sus elegidos, tuvieran que padecer males similares, que a otros les quitaba mediante milagros. Tras la pasión y muerte del Maestro, el Espíritu les descubriría la gran carga que la predilección especial significaba para cada uno, antes de pasar del mundo de la fe al del Amor definitivo. Menos San Juan, que probó las limitaciones de la longevidad, los restantes once discípulos murieron sacrificados en diversas muertes violentas. Ellos, los elegidos. Los que creían poder tener algún privilegio o ventaja cuasicontractual por su amistad con Cristo, los hijos del Zebedeo, o el mismo Judas que lo traicionó, pronto se dieron cuenta que, de momento, solo los llevaría al camino, inaugurado por el propio Jesús, de padecer más que los demás. Aunque, finalmente, desde luego, la perla escondida –el Reino de Dios– supondría una misteriosa predilección.

Que la visión de los filmes comentados lleve a profundizar en su contenido.

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