Pedro Sánchez durante su visita a las criptas del Valle de los Caídos
El Gobierno se asegura el control sobre los restos de los 33.846 enterrados en el Valle de los Caídos
El concurso convocado para su «resignificación» incluye las capillas donde, hasta ahora, descansaban en paz y que incluyen a 69 beatos y 44 siervos de Dios
El proyecto del Gobierno de Pedro Sánchez para «resignificar» el Valle de los Caídos (Madrid) pasa por hacerse con el control de las capillas laterales de la basílica, donde reposan los restos de 33.846 víctimas de ambos bandos de la Guerra Civil española. Así consta en el pliego de condiciones que hizo público el pasado lunes el Ministerio de Vivienda, que destina «el altar y las bancadas adyacentes» de la basílica para «espacios destinados al culto religioso» y, por tanto, no serán modificadas, pero que se reserva «el resto de los espacios del interior de la basílica (vestíbulo, atrio, espacio intermedio, nave desocupada, cúpula (pero sin altar) y capillas del Santo Sepulcro y del Santísimo)» que «podrán ser objeto de intervenciones de naturaleza artística y museográfica para la resignificación del lugar» ya que, a juicio del Gobierno, son espacios que «no están destinados al culto».
Resulta significativo que el Ministerio de Vivienda contemple que, por ejemplo, la capilla del Santísimo no es un lugar «destinado al culto» ya que es donde, precisamente, se encuentra el sagrario que custodia las hostias consagradas, el principal elemento de culto dentro para la Iglesia católica. La parte posterior de esa capilla, además, es la sacristía, en la que los monjes se revisten a diario para celebrar la misa. Eso supondría, por tanto, que los benedictinos se verían obligados a buscar otro lugar donde llevar los ornamentos litúrgicos si el Gobierno decidiese «musealizar» o «resignificar» ese espacio. La explicación a esta decisión es sencilla: en la parte superior de esa capilla se encuentran varias galerías que albergan los cuerpos de cientos de caídos en la Guerra Civil española.
Algo similar ocurre con las seis capillas laterales de la «nave desocupada» (como la denomina el pliego de condiciones) de la basílica. Todas ellas cuentan con un altar y un retablo, y están encomendadas a seis advocaciones marianas diferentes, algo que el Ministerio engloba dentro de un «programa iconográfico un marcado carácter militarista» ya que estarían «dedicadas a patronas de las fuerzas armadas o hechos militares o imperiales». Detrás de esas capillas se encuentra el resto de galerías donde fueron depositados los cuerpos de las «33.846 víctimas de uno y otro lado de la contienda» (aunque, en otro punto del pliego, se señala que son «unos 33.833»).
Revisionismo histórico
Hasta fechas recientes, las galerías donde reposan los difuntos desde 1959 habían permanecido inalteradas. Son parte de la basílica y, por tanto, su cuidado estaba encomendado a los monjes de la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Sin embargo, en los últimos años, las políticas «memorialistas» de los dos últimos gobiernos socialistas han llevado a exhumar restos óseos. El punto álgido de este revisionismo histórico sucedió hace ahora justo un año, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitó por sorpresa los trabajos que los forenses llevaban a cabo en el conjunto monumental.
Con el pliego de condiciones del concurso para «resignificar» el Valle, el Gobierno deja clara su intención de que las ocho capillas que albergan los restos de los fallecidos en la Guerra Civil queden bajo su control. De hecho, en el citado documento, el Ministerio de Vivienda señala que «es importante no perder de vista la funcionalidad de la basílica como cementerio civil» (en negrita en el original), aunque no explica por qué es un cementerio civil si está ubicado dentro de una basílica menor, como decretó el propio Papa Juan XXIII el 7 de abril de 1960.
¿Qué pasa con los mártires?
Entre los casi 34.000 muertos de la Guerra Civil enterrados en la basílica del Valle de los Caídos figuran 70 beatos y 49 siervos de Dios asesinados in odium fidei que ya han sido reconocidos como tales por la Iglesia católica. Se trata de un punto especialmente sensible para los católicos, porque murieron —perdonando a sus verdugos— dando testimonio de su fe. Otros muchos que reposan allí tienen abiertos sus procesos de beatificación. En fechas próximas, su cuidado podría quedar en manos del Gobierno, en lugar de los monjes, que tienen la misión de orar por el eterno descanso de todos los caídos —de ambos bandos— de la Guerra Civil española.