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El recién elegido Papa León XIV, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, saluda a los fieles desde la Basílica de San Pedro

León XIV, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, saluda a los fieles desde la Basílica de San PedroEFE

El paso a paso de la misa de inicio de pontificado de León XIV

Con ritos cargados de simbolismo y tradición, el 18 de mayo la Iglesia católica celebrará la misa que marcará el inicio oficial del pontificado de León XIV, en una ceremonia que une historia, fe y la misión universal del Sucesor de Pedro

La Misa de inicio del pontificado del Papa León XIV se celebrará este domingo 18 de mayo a las 10:00 de la mañana en la Plaza de San Pedro. Este rito solemne marca el inicio público de su ministerio como sucesor de Pedro. Aunque León XIV es Papa desde el momento en que aceptó su elección el pasado 8 de mayo en la Capilla Sixtina, esta celebración expresa de manera visible y comunitaria el compromiso que asume al servicio de la Iglesia universal.

No se trata de un cambio en su condición —no lo hace 'más Papa'—, sino de una manifestación de fe y comunión: la Iglesia se une en oración para acompañarlo, sostenerlo y confiar su misión al Espíritu Santo.

La ceremonia, que fusiona antiguas tradiciones con las reformas del Concilio Vaticano II, será una muestra de los profundos símbolos y momentos litúrgicos que definen el inicio del ministerio petrino. Se espera la presencia de más de 150 delegaciones internacionales y cerca de 200.000 fieles.

Antes de la misa, el Papa recorrerá la Plaza de San Pedro en el papamóvil, ofreciendo un primer saludo a los fieles. A las 9:15 aproximadamente, ingresará a la basílica para vestirse con los paramentos litúrgicos en la sacristía, donde se encuentra la famosa escultura de 'La Piedad' de Miguel Ángel.

Oración ante la tumba de San Pedro

Desde el altar de la Confesión, bajo el baldaquino de Bernini en la basílica de San Pedro, el Papa León XIV descenderá hasta la tumba del apóstol Pedro acompañado por los Patriarcas de las Iglesias Orientales, expresando así la comunión de la Iglesia universal.

Allí rezará en silencio y y luego lo inciensará, subrayando así la continuidad espiritual con el primer Papa y su martirio. Luego, dos diáconos tomarán el palio, el anillo del pescador y el Libro de los Evangelios, y se dirigiran en procesión hacia el altar de la celebración, en el atrio, en la plaza de San Pedro.

Procesión solemne dentro de la basílica

Tras este momento de oración, comienza la procesión en el interior de la basílica hacia la Plaza de San Pedro. Los diáconos llevan el palio, el anillo del pescador y el libro de los Evangelios, precediendo al Pontífice. Durante esta procesión se cantan letanías propias de este rito, divididas en seis partes: las Laudes Regiæ.

Estas letanías tienen una tradición milenaria: eran los cantos que el pueblo entonaba cuando el emperador o el cónsul entraban en Roma. Que se utilicen en esta misa subraya el origen divino del ministerio del Obispo de Roma: su autoridad no le viene de los hombres, sino de lo alto. Este momento resalta la grandeza del don que se le confía: cuidar a toda la Iglesia universal, apoyado y fortalecido por el Espíritu Santo.

Inicio de la celebración: la señal de la cruz

Al llegar al altar en la Plaza, el Papa hace la señal de la cruz: In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Comienza así oficialmente la celebración eucarística. Dado que estamos en tiempo pascual, no se realizará un acto penitencial tradicional, sino la aspersión con agua bendita a la asamblea mientras se canta el Vidi aquam, antífona tradicional de este rito durante los domingos del Tiempo Pascual. Luego se canta el Gloria, seguido de la oración colecta, que alude al propósito del Padre de establecer su Iglesia sobre la roca de Pedro.

Liturgia de la Palabra: un eco del ministerio de Pedro

Estas lecturas presentarán la figura de Pedro como testigo, llamado a dar su vida por Cristo y a guiar a la Iglesia. El nuevo Papa es invitado a vivir ese mismo testimonio. La Primera Lectura, proclamada en español, recogerá un pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4, 8-12) en el que Pedro proclama con fuerza que Cristo es «la piedra rechazada por los constructores», convertida ahora en fundamento sólido.

El Salmo responsorial, entonado en italiano (Sal 117), retoma esa misma imagen, reforzando la idea de que sobre esa piedra —Cristo— edifica toda la Iglesia. La Segunda Lectura, leída en inglés y tomada de la primera Carta de Pedro, introduce el vínculo directo entre el testimonio del primer Papa y la misión pastoral que hoy asume su sucesor, reforzando la continuidad apostólica desde Roma.

El momento culminante es la proclamación del Evangelio según san Juan (Jn 21, 15-19), entonado en las lenguas madre de la tradición cristiana: latín y griego. En este pasaje, Jesús dirige a Pedro una triple pregunta: «¿Me amas?», seguida del mandato pastoral: «Apacienta mis corderos [...] apacienta mis ovejas». Estas palabras, que sellaron el encargo confiado por Cristo al Apóstol, se hará eco solemne en boca de toda la Iglesia, al recordar que el sucesor de Pedro no asume un cargo simbólico, sino una responsabilidad viva: cuidar del rebaño de Dios, sostener en la fe y confirmar a sus hermanos.

Imposición del palio y del anillo del pescador

Al término de la proclamación del Evangelio, se vivirá uno de los momentos más importantes de la Misa de inicio del pontificado. Tres cardenales —en representación de los tres órdenes (diáconos, presbíteros y obispos) y provenientes de distintos continentes— se acercarán al Santo Padre para realizar los gestos litúrgicos que expresan el inicio formal de su ministerio.

El primero le impondrá el palio–una banda de lana blanca con seis cruces negras o rojas, símbolo del Buen Pastor que lleva la oveja sobre sus hombros–; «El segundo elevará una oración pidiendo la presencia y asistencia del Señor sobre el nuevo Papa; y el tercero, evocando a Cristo como «Pastor y Obispo de nuestras almas», le entregará el Anillo del Pescador —sello del ministerio petrino, que representa a Pedro lanzando la red y simboliza la misión apostólica del Papa— tras una invocación solemne.

Este momento culmina con una oración al Espíritu Santo, en la que se implora que colme al nuevo Pontífice de fortaleza y mansedumbre, para que pueda mantener unidos en comunión a los discípulos de Cristo. A continuación, el Papa bendice a la asamblea con el Libro de los Evangelios, mientras resuena la aclamación en latín: Ad multos annos!, expresión de deseo por una larga vida y fecundo ministerio.

Rito de obediencia

La celebración prosigue con el rito de la obediencia, un momento de profundo simbolismo en el que doce representantes del Pueblo de Dios expresan su fidelidad al nuevo Papa, manifestando la comunión universal de la Iglesia bajo la guía del sucesor de Pedro. La comunidad cristiana reconoce a León XIV como heredero del ministerio petrino y, en señal de ello, los fieles realizan un gesto simbólico de acogida.

En el caso del inicio de pontificado de Francisco en 2013, este rito fue circunscrito al Colegio Cardenalicio, y fue una representación de cardenales la que se acercó al Pontífice argentino para expresarle su reverencia, obediencia y comunión.

Homilía: hoja de ruta del pontificado

Acto seguido comenzará la homilía que pronunciará el Papa León XIV. Esta no es un momento litúrgico más: representa su primera gran intervención doctrinal y pastoral como sucesor de Pedro. En ella, se espera que esboce los pilares fundamentales de su pontificado, inspirándose en las lecturas del día y en el contexto litúrgico de la Pascua.

Este discurso marcará el tono de su liderazgo espiritual, dando señales claras sobre sus prioridades, estilo pastoral y visión eclesial. Es una oportunidad para que el nuevo Pontífice hable como «siervo de los siervos de Dios» y afirme su unidad con toda la Iglesia y la humanidad.

Continuación de la misa y Regina Coeli

Tras la homilía, la celebración continúa con solemnidad según el rito romano. Al finalizar la misa, se entona el Regina Caeli, oración mariana propia del tiempo pascual que sustituye al Ángelus durante este período litúrgico y que se dirige a la Virgen María, Reina del Cielo.

Después de este canto, León XIV impartirá la bendición solemne, que recurre a la imagen bíblica de la vid y la viña, símbolo de la Iglesia. En ella se invoca al Señor para que «mire» y «proteja» el sarmiento y la vid que Él mismo ha plantado, y se pide que haga «resplandecer» su rostro de salvación sobre todo el Pueblo de Dios.

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