Babydespensa distribuye productos para bebés entre las madres necesitadas
Cuando ser madre joven y sola no es una elección: la red que sostiene a los hijos de las olvidadas
Babydespensa es un proyecto nacido de la Fundación Meridional al detectarse la falta de productos específicos para bebés en los bancos de alimentos
En España, el 34 % de los menores vive en riesgo de pobreza, una cifra que se agrava entre los adolescentes de 13 a 17 años, donde el riesgo de exclusión social alcanza el 35,8 %. Esta etapa, además de ser especialmente vulnerable, coincide con un aumento significativo en el coste de crianza, lo que acentúa aún más la situación de muchas familias.
Son datos que aporta el informe 'Análisis de la Encuesta de Condiciones de Vida con Enfoque de Infancia 2025' y que corroboran otros tantos, lo que evidencia un problema latente entre las poblaciones más jóvenes de nuestro país. Por este motivo, las organizaciones sin ánimo de lucro que ayudan a este colectivo han redoblado su trabajo en los últimos años.
Una de ellas es la Fundación Meridional, que en 2020, mientras la pandemia transformaba la vida cotidiana de millones de personas, detectó una carencia tan invisible como urgente: la falta de productos específicos para bebés en los bancos de alimentos. Así nació Babydespensa, un proyecto pionero que atiende a madres en situación de extrema vulnerabilidad, garantizándoles durante un año el suministro básico de leche, potitos y pañales.
«La llamada nos llegó desde el Pozo del Tío Raimundo. Tenían banco de alimentos, pero les faltaban productos de bebé. Así comenzamos», recuerda Silvia Saura, directora de la fundación. Desde entonces, el proyecto ha crecido exponencialmente: de 50 familias atendidas en 2020 a más de 300 en 2024, distribuidas entre Madrid, Barcelona, Valencia y Salamanca.
Aunque existen bancos de alimentos que reparten productos infantiles, Babydespensa se diferencia por su enfoque integral y personalizado. «No somos un banco de alimentos al uso. No solo repartimos comida, acompañamos durante un año a las madres, muchas veces jóvenes y solas, con apoyo psicológico, talleres de empoderamiento y seguimiento», explica.
Abandonadas y extranjeras, principales perfiles
El perfil más común es el de madres solas, muchas veces abandonadas por sus parejas tras el embarazo. «Están muy frágiles, tienen bebés, hermanos mayores, y están al límite en lo económico. Necesitan hablar, sentirse escuchadas. Nos gusta tener ese contacto con ellas», asegura Saura. Las beneficiarias, derivadas siempre desde servicios sociales, son mayoritariamente madres extranjeras –árabes, africanas o hispanoamericanas – o de etnia gitana, comenta Saura.
Uno de los elementos más innovadores de Babydespensa ha sido su alianza con empresas en el marco de la ley de desperdicio alimentario. Gracias a ello, productos a punto de caducar que antes se descartaban ahora tienen una nueva vida ayudando a quienes más lo necesitan. También los ciudadanos pueden colaborar donando productos o participando en campañas solidarias. «La leche entera es lo que más falta nos hace. Prácticamente no se tira, y llega muy poca», señala.
A pesar del éxito del modelo, la expansión a otras zonas del país depende del volumen de donaciones. «Si nos llega una donación grande, la repartimos, aunque nuestra forma habitual de trabajar es acompañar durante todo un año», aclara Saura. En casos puntuales, como tras la dana de Valencia, la fundación ha respondido rápidamente creando redes de reparto en colaboración con entidades locales.
El impacto económico del proyecto es claro: las familias pueden ahorrar hasta 120 euros al mes, cifra vital para muchas de ellas. Pero el impacto más profundo es el humano. «Cuando entran están destrozadas, pero con el tiempo se recuperan. Ves cómo evolucionan, cómo mejoran, cómo sacan adelante a sus hijos», dice Saura con emoción.
En un país donde la pobreza infantil supera la media europea y donde aún se niega que haya niños pasando hambre, iniciativas como Babydespensa no solo cubren necesidades básicas, sino que restituyen dignidad y esperanza. Porque, como afirma su fundadora, «con muy poco se puede hacer mucho bien».