Jorge Martínez y Robe Iniesta
Las muertes de Robe Iniesta y Jorge Ilegal como vivo ejemplo de la hipocresía política española
Cualquiera diría que «lograr el 'vivir bien' de los ciudadanos» de Aristóteles se ha convertido en algo secundario para nuestros políticos, más preocupados en quedar bien con (casi) todo el mundo
La política no es ajena a nada... que le interese. Pero debería no ser ajena a nada, aunque no le interese. Los políticos lo son para toda la sociedad y en ello están y en ello se muestran con sus contradicciones. Ver y escuchar al presidente hablar de sus gustos músicales «eclécticos» no puede sonar más que a estrategia política.
Hay estrategias y estrategias. Está la de Fraga bañándose en Palomares como hecho anécdótico de la nueva política que se avecinaba y están las interpretaciones, los bolos, se diría, casi como los de los artistas, como el de Fraga, que ya no cesan y superan en número y en presencia y en impacto a la política esencial tal y como la entendía, por ejemplo Aristóteles: la ciencia que estudia la mejor forma de organizar el Estado para lograr el «vivir bien» de sus ciudadanos.
Cualquiera diría que «lograr el 'vivir bien' de los ciudadanos» se ha convertido en algo secundario para nuestros políticos, más preocupados en quedar bien con (casi) todo el mundo, preocupación que por lo general a todo el mundo le causa un sufrimiento inevitable.
Pero a veces se producen fallos en el sistema que dejan al descubierto la mascarada que por otro lado todo el mundo conoce. La recientísima es a propósito de las muertes en días consecutivos de los músicos Jorge Martínez de Ilegales y de Robe Iniesta de Extremoduro.
Mientras que el segundo ha recibido toda clase de parabienes, elogios, homenajes, sentidas y escritas palabras (mayormente encargadas a los escribientes de turno, se nota tanto que da apuro), nadie de la clase política se ha referido al primero. ¿Por qué? Pues porque su perfil no interesaba. Porque su imagen no era la más acorde con los estándares políticos.
La etapa en solitario de Iniesta, más poética, introspectiva, distinta, le acercó a los políticos que rechazaba. Le homologó a ellos porque su música se extendió a otro público, como si esa música fuera aceptable y más aún: como si esa música sirviera para obtener réditos políticos.
Todo lo contrario que la música y el carácter auténtico, irreverente, incómodo, virtuoso en su salvajismo irenunciable: todas las características de lo políticamente incorrecto a lo que nuestros políticos no pueden renunciar y quizá más de uno debería para resultar mínimamente honesto y creíble y no todo lo contrario, como en el caso palmario de Robe y de Jorge que muestra la hipocresía de los usos políticos: rendirse a uno e ignorar sin más explicaciones al otro.