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24 de abril de 2024

Portada «El sentido religioso» de Luigi Giussani

Portada «El sentido religioso» de Luigi GiussaniEncuentro

'El sentido religioso': La religiosidad como afirmación del atractivo que suscita la realidad

Desde la filosofía y paso a paso, Giussani conduce hacia la comprensión de la religiosidad como dimensión innegable del ser humano, y la Revelación como posibilidad de irrupción comprensible de Dios en la historia

El sacerdote Luigi Giussani (1922–2005), fundador de Comunión y Liberación, publicó a lo largo de su vida un largo número de libros. Su obra, nacida en el ámbito universitario y de la cultura, se proyectaba, de manera inevitable, en la divulgación de ensayos y reflexiones de temática religiosa y perspectiva humanística —y en donde cabía todo tipo de cuestiones, siempre conexas—, así como la búsqueda de una actitud consciente y responsable. Giussani, en este sentido, representa una de las miradas típicas de la Iglesia del siglo XX, en la que se deja notar la influencia de nuevos teólogos y también de la atenta escucha a autores coetáneos —o, al menos, modernos— no católicos. De hecho, nombres como Kant, Leopardi, Solzhenitsyn, Wittgenstein, son habituales en El sentido religioso, junto con el empleo de explicaciones, símiles y ejemplos cercanos a los estudiantes y a sus vidas cotidianas.
Este libro quizá sea uno de los textos más identificables de Giussani, algo, en gran medida, debido a la propia historia de su forja. Surgió a partir de 1957, en cierto modo, a raíz de una carta pastoral del entonces arzobispo Montini —luego papa Pablo VI— de título casi idéntico. La primera edición de este libro data de 1966, pero en sucesivas reediciones y revisiones ha ido adquiriendo su configuración definitiva. En esta ocasión, la editorial Encuentro ha optado por un prólogo que, de manera resumida, contiene la exposición del entonces cardenal —y arzobispo de Buenos Aires— Jorge Mario Bergoglio, durante la presentación de El sentido religioso en una traducción a lengua española en la Argentina de 1998. Esto decía quien hoy es el papa Francisco: «Paradójicamente, en El sentido religioso se habla poco de Dios y mucho del hombre. Se habla mucho de sus preguntas, mucho de sus exigencias últimas. Citando al teólogo protestante Niebuhr, el proprio Giussani explica: no existe nada tan incomprensible como la respuesta a una pregunta que no ha sido formulada».
Portada «El sentido religioso» de Luigi Giussani

encuentro / 246 págs.

El sentido religioso

Luigi Giussani

El sentido religioso se estructura en quince capítulos, y su planteamiento es más de mirada filosófica que teológica, y, desde luego, poco catequética al estilo clásico. Al comienzo de su recorrido argumental, Giussani sostiene que el método de estudio viene determinado por el propio objeto de conocimiento; por lo tanto, la aproximación a lo religioso, o a lo literario o sociológico, funciona con criterios específicos. A continuación, el libro señala la necesidad de reflexión sobre la propia experiencia, pues lo religioso opera como dimensión personal e indagación sobre el sentido de la existencia. De aquí se abre el nuevo paso, que es la necesidad de razonabilidad, y los distintos tipos de certezas: matemática, técnica, filosófica, moral (comportamiento humano). De esta manera, la certeza moral funciona como vía para la fe. La fe consiste en conocer a alguien y ver que uno puede fiarse de esa persona. Tal como dice el autor, este método de conocimiento de la fe garantiza el desarrollo humano.
Dentro de tal visión humanística, el autor expone ideas de este corte: «En el hombre, la naturaleza toma conciencia de sí misma». Por eso, destaca la importancia de la vida concreta para valorar lo que uno es: una vida que es una «trama de acontecimientos y de encuentros que provocan a la conciencia», «una trama de problemas, un tejido de reacciones». Ahondando en esta percepción, Giussani afirma: «El significado de la vida es una meta sólo posible para quien se toma en serio la vida y, por tanto, sus acontecimientos y encuentros». Lo cual no suponer conflicto con la tradición, pues «el valor religioso unifica pasado, presente y futuro». Se actúa en la tradición y se es creativo a partir de ella, puesto que la tradición es una hipótesis de trabajo con la que comenzar. Tras estas consideraciones, Giussani diserta sobre naturaleza del sentido religioso, y sobre diferentes «actitudes irrazonables frente al interrogante último» —negar las preguntas definitivas, evadirlas, simplificarlas—, así como sus consecuencias, entre las que destacan la ruptura con el pasado, la incomunicabilidad y la soledad.
Otro punto que analiza Giussani es su interpretación de las ideologías como constructos teóricos basados en el prejuicio acerca de un aspecto concreto de la realidad observado de manera tendencial, aunque el aspecto concreto pueda ser verdad. Por el contrario, el sentido religioso es expresión última de lo razonable, porque se pregunta por las grandes cuestiones: el significado y sentido de la existencia. Citando a san Pablo, el autor aduce que quien no cree en Dios no tiene excusa, porque niega la experiencia original de descubrir y sentir estupor ante «lo otro». Así, se entiende la religiosidad como afirmación y desarrollo del atractivo que suscita la realidad. Esta consideración da paso a la «experiencia del signo»: el signo es una experiencia real que remite a otra realidad, y el «tú» constituye signo supremo.
En la parte final del libro, Giussani se centra en la respuesta de libertad ante el «enigma último», al mismo tiempo que plantea la educación unida a la maduración de la libertad y la responsabilidad. Siguiendo la madeja, el libro presenta a Ulises como modelo humano por su curiosidad incontenible por indagarlo todo, incluso lo que está más allá de las Columnas de Hércules, el mundo que trasciende este mundo y opera con normas propias. Esa búsqueda religiosa, no obstante, se topa con algunos escollos, como la impaciencia y el vértigo, la distorsión de pretender ser Dios, y el riesgo de espejismo que suponen los ídolos en el sentido más amplio del término —lo que incluye a las ideologías—, pues oscurecen el horizonte de la mirada y suponen la abolición de la persona y su responsabilidad. Como colofón, el libro se adentra en la Revelación como posibilidad de irrupción comprensible de Dios en la historia, no como una actividad meramente humana.
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