
Cubierta de Contrapaso
Contrapaso. Mayores, con reparos
En una nueva entrega del ciclo de «Contrapaso», Teresa Valero firma esta novela gráfica ambientada en el mundo del cine y los bajos fondos madrileños en la década de los 50
Acaba de llegar a las librerías Contrapaso. Mayores con reparos (Norma Editorial), la novela gráfica de Teresa Valero que da continuidad al ciclo de Emilio Sanz, León Lenoir y el resto de personajes que ya conocemos de la anterior entrega de la serie –me refiero, naturalmente, a Contrapaso. Los hijos de los otros (2022).

Norma (2025). 196 páginas
Contrapaso. Mayores, con reparos
Los lectores de cómic y novela gráfica no necesitan que se presente a Teresa Valero, dibujante de larga experiencia, fundadora de Tridente Animación y profesora en diversas universidades y academias. Coautora de Curiosity shop (2011-2013, edición en español 2024), en las novelas de Contrapaso Valero ha dado forma gráfica a la España de los años 50. Los lectores que quedamos atrapados por los reporteros Sanz, el periodista falangista de la «revolución pendiente», y Lenoir, el joven francoespañol desarraigado y «moderno», tenemos ahora la oportunidad de seguirlos en un relato que combina novela negra –Valero es una magnífica recreadora de ambientes y relaciones sociales– y aventura policial.
Madrid, octubre de 1956. El régimen está saliendo del aislamiento. La relación con los Estados Unidos supone la llegada a España de modas, productos y estilos de vida como los cines para coches, la Coca Cola y la sociedad de consumo. En los círculos cinematográficos de la capital empiezan a cometerse asesinatos. A partir de aquí, Valero va dibujando un mundo en el que las relaciones de poder entre las familias del franquismo se están reordenando mientras la oposición, en la clandestinidad, intenta documentar las injusticias sociales, la pobreza –casi nadie recuerda que en Madrid había quien vivía en cuevas– y la exclusión. El plano de la pág. 1, donde se dan cita marineros, prostitutas y otros habitantes de la noche suburbial, parece sacado de un documental como el que producen los veristas (ya verá el lector quiénes son). La combinación de color, blanco y negro, dibujos y fotografías es un recurso que enriquece la narración. A lo largo del libro, Valero ha ido dejando pequeños guiños cinematográficos que estamos llamados a descubrir.
La reconstrucción del Edificio Corea (pág. 114) ya nos evoca el ambiente de la Costa Fleming, las barras americanas y la noche moderna de los años 60. Mientras leía la novela recordaba algunos pasajes de Todo el odio que tenía dentro (La Felguera, 2021), de Servando Rocha, y Macarras interseculares (Melusina, 2020), de Iñaki Domínguez. La proyección privada para Franco (pág. 128), la pelea de las págs. 130-133 y la triple historia de las págs. 154-158 son un despliegue de dinamismo y creatividad. Valero es, en suma, una magnífica artista que domina el lenguaje y los recursos del cómic.
Hay en toda la novela una mirada de compasión por los perdedores de la vida, los pobres, los tirados. Creo que comparte esto con el Andrés Trapiello de Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos (Destino, 2022). En este sentido, Valero pone rostro gráfico a tipos populares que Trapiello retrata con palabras. Conocemos al comisario Jadraque por otros nombres, con otras caras, en otros lugares de aquella España dolorida de la guerra y la posguerra. Me gustó, en particular, cómo trata Valero a Vicente, «Vicentito», un personaje noble, rebosante de humanidad dolorida y que parece salido de una novela de Juan Madrid.
Se trata, en fin, de una estupenda novela que, además, trae buenas noticias porque anuncia una tercera entrega de esta saga que tantos ratos de felicidad nos está deparando.