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Una niña leyendo

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Deberes en vacaciones, ¿sí o no? La ciencia resuelve el debate sobre el efecto «summer slide»

Ni padres ni profesores se ponen de acuerdo: ¿es mejor que los niños desconecten por completo durante las vacaciones, o que repasen contenidos? La ciencia se pronuncia sobre el efecto «summer slide»

Cada verano vuelve el mismo debate, en el que ni familias ni profesores terminan por ponerse de acuerdo: ¿Deben los niños hacer deberes durante las vacaciones? ¿O es mejor que se dediquen sólo a desconectar y a disfrutar del ritmo pausado de la infancia? Y si conviene que repasen, ¿Cómo deben hacerlo? Y si conviene que descansen, ¿no les costará más al arrancar el curso?

En realidad, el debate de cada mes de junio resulta artificial fuera de los márgenes de la evidencia, porque son numerosos los estudios académicos que muestran la importancia de que el verano no se convierta, por exceso o por defecto, en un escollo del aprendizaje.

El riesgo del «summer slide»

Algunos expertos han puesto nombre a lo que le ocurre a un niño durante las vacaciones estivales, con los conocimientos que ha adquirido (con gran esfuerzo) a lo largo del curso: el efecto «summer slide» o «tobogán del verano».

En síntesis, este efecto vendría a confirmar que, de forma progresiva pero exponencial, durante los meses de vacaciones (que en España llegan a casi tres consecutivos) los niños pierden destrezas y conocimientos, especialmente en Matemáticas y en idiomas, con una pérdida promedio de un mes escolar. Así lo demostró un amplio macroanálisis de Harris Cooper, citado por la Brookings Institution.

Sin embargo, el impacto varía, sobre todo, según la edad y las oportunidades de aprendizaje «alternativo» que dispongan las familias. Por eso, los expertos recomiendan atender a las necesidades de los niños, según estos criterios:

Edad temprana (6-9 años): lecturas ligeras y juegos de cálculo

Para Primaria, la lectura diaria entre 10 y 15 minutos evita pérdida de vocabulario y comprensión. Un análisis de Health Place encontró que los niños con programas de lectura veraniegos en familia (en concreto, en la playa) tenían mejor rendimiento lector en el curso siguiente. Para las Matemáticas, juegos como dominó, puzles o cocina sencilla (con sus medidas y cantidades) refuerzan el pensamiento lógico y el cálculo sin parecer una tarea.

Edad intermedia (10-12 años): consolidación sin presiones

Los preadolescentes mejoran su rendimiento con actividades lúdicas, como talleres científicos, lecturas temáticas, cuadernillos de verano o juegos educativos. Un estudio de NWEA (2023) comprobó que dedicar unas tres horas semanales en verano para repasar el contenido académico limita las pérdidas de aprendizaje. Pero, ojo, porque si se superan los 90 minutos diarios, la eficacia disminuye e impacta en un peor rendimiento al curso siguiente.

Adolescentes (13-16 años): organización y autonomía

Durante la Secundaria, los deberes más eficaces son los que se enfocan en proyectos personales –un diario de viaje, lecturas en inglés, investigación sobre la historia de un lugar de vacaciones, retos matemáticos semanales...–. Y, en esta edad, la autorregulación es clave: como señala un artículo en American Sociological Review, los estudiantes con mayor disciplina personal enfrentan el «summer slide» de forma más óptima, incluso sin supervisión continua.

Primera juventud (+16): orientación real y selectiva

En los años de Bachillerato o FP, basta con preparar exámenes clave, enfocarse en los contenidos que más dificultad generan, o en la lectura de obras recomendadas. El exceso de tareas provoca desmotivación, ya que a esta edad los estudios muestran que más de dos  horas diarias de deberes reducen el rendimiento académico y, sobre todo, el bienestar emocional, generando ansiedad y estrés.

En suma, los deberes de verano, bien gestionados, no son una carga, sino una oportunidad para cultivar la curiosidad, mantener los buenos hábitos de trabajo y prevenir la pérdida de rendimiento. Adaptados por edad, con sentido común y sin rigidez, pueden convertirse en una experiencia enriquecedora que prepare a los niños para el nuevo curso… y para la vida.

Cinco formas de implementar los deberes de verano con éxito

  • Define rutinas suaves: Establece entre 15 y 30 minutos diarios, según la edad, e integrados en la jornada vacacional.
  • Involucra a la familia: Leer juntos, discutir temas culturales o científicos, emplear juegos didácticos compartidos, o fijar una hora para que todos los hijos hagan tareas en el mismo momento.
  • Elige tareas con sentido: La lectura libre, los proyectos prácticos, o los ejercicios aplicados a la realidad ayudan a la hora de realizarlos.
  • Evita presión: En este caso, el objetivo no es aprobar, sino mantener hábitos y curiosidad.
  • Evalúa suavemente: Una lectura oral semanal, o un repaso familiar, sirve para reforzar lo aprendido y para evaluar el progreso del trabajo.
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