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20 de abril de 2024

Los exploradores de Guinea Española

Los exploradores de Guinea Española, en una ilustración de la obra 'África. Viajes y trabajos de la Asociación Eúskara La Exploradora' 

Manuel Iradier Bulfy, pionero en la Guinea Española

Iradier carecía de los medios de los exploradores británicos y desconocía casi todo del país, pero consiguió declarar parte integrante de la Nación Española el territorio explorado de su jurisdicción

Manuel Iradier es el ejemplo de cómo un sueño se convierte en determinación y acaba siendo realidad. Había nacido en Vitoria en 1854 en una época en la que llegaban noticias de los viajes africanos de los grandes exploradores. Y pensó que él también era capaz de hacerlo. Había conocido a Stanley en 1873 en una conferencia en Vitoria, ya que el inglés era corresponsal de New York Herald en la Guerra Carlista, que le aconsejó empezar por los territorios españoles en Guinea.
Manuel Iradier

Manuel Iradier, ilustración de la obra «África. Viajes y trabajos de la Asociación Eúskara La Exploradora»

Su primer viaje al Muni tuvo lugar en 1875, financiado por él mismo y los escasos apoyos que consiguió. El 16 de mayo desembarcó en Santa Isabel, ciudad que le dejó una pobre impresión después de haber visitado colonias inglesas: era una pobre aldea de casas de tablas. Iba acompañado por su mujer. El gobernador Santisteban le dio cartas para el rey de Corisco y gobernador español Covenyamango, con el que hizo amistad, lo que facilitaría mucho su estancia y viajes. Pasó a Elobey Grande, donde adquirió al jefe un gran cayuco que le serviría de embarcación para su exploración. Iradier anduvo por el estuario del Muni, la desembocadura del Utamboni y llegó hasta Cabo San Juan. Era un viajero solitario, que carecía de los medios de los exploradores británicos, desconocía casi todo del país y se iba enterando según andaba. Pero no carecía del sentido político que su viaje podría tener. Eran territorios que Portugal había cedido a España en 1777 con la alusión inconcreta al derecho exclusivo a comerciar con las costas opuestas a Fernando Poo.
La mejor manera de seguir los viajes que realizó Iradier es acudir a su obra, escrita con una honrada intención y buena prosa. La experiencia se resume en una frase: «…pero me convencí una vez más que el infortunio está emboscado en este maldito país y sale al encuentro a cada momento».
Iradier puso de relieve varias cosas:
1. Que los territorios del Muni estaban en disputa porque franceses y alemanes no reconocían autoridad española en el territorio.
2. Que era posible realizar viajes y, además, era imprescindible para sostener el derecho español al territorio.

Realizar viajes a Guinea era imprescindible para sostener el derecho español al territorio

Así estaba la situación cuando se produjo el segundo viaje de Iradier que iba ahora como agente de la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas. Llevaba instrucciones claras: ensanchar los dominios continentales desde el río Campo hasta Calabar y fundar una factoría de la que Joaquín Costa llegó a redactar un proyecto de estatutos. No pretendía avanzar en el interior del continente, sino asegurarse la costa para garantizar el hinterland hasta el centro del continente.
El 14 de septiembre de 1884 la expedición de Iradier tocó Santa Isabel y siguió hasta el Muni. Le acompañaban el doctor Osorio, el funcionario Bernabé Giménez y Antonio Saguiñedo, cabo de mar de la goleta Ligera. Pronto se dio cuenta de que España había perdido, por inacción, sus pretendidos derechos históricos. Las razones las expone Iradier con claridad meridiana:
1º Alemania se había posesionado de los territorios entre el río Campo y Camarones e Inglaterra de Calabar hasta Lagos.
2º Que los territorios presuntamente adquiridos por España por acuerdo con jefes tribales los habían invadido Alemania y Francia.
3º Que los franceses se disponían a ocupar Corisco, Elobey y todo el Muni (única parte libre en la zona).
4º Que las factorías extranjeras estaban participando entusiásticamente en este juego y España carecía de ellas en la zona.

Iradier se quejaba de la falta de representatividad y de la poca clarividencia que tuvo el Gobierno español

Se le critica a Iradier que su segundo viaje fuera por el mismo recorrido que el primero, hay que señalar en su defensa que no le quedaba más opción. Tuvieron la suerte de que arribara a Santa Isabel el vapor inglés Quisembo cuyo capitán accedió a dejarlos en Elobey. Esto fue providencial para el dominio español en el territorio ya que los franceses se disponían en esas fechas a posesionarse de esa zona. Los pasajeros franceses del Quisembo, agentes de Brazza en su mayoría, que acudían a Gabón, llevaron noticias de la llegada de españoles a las islas costeras y desbarataron el plan francés. Cuenta Iradier que al llegar a la bahía de Corisco vio el pabellón alemán en Elobey chico y el inglés en la entrada del Muni, pero «una hora después, cuando los factores extranjeros tuvieron conocimiento de nuestra presencia, fueron arriadas aquellas banderas y sustituidas por la española».
Las islas de Elobey Grande y Elobey Pequeño

Las islas de Elobey Grande y Elobey Pequeño, ilustración de la obra «África. Viajes y trabajos de la Asociación Eúskara La Exploradora»

En la primera jornada llegaron a punta Botika, a legua y media de la desembocadura del Muni, recorriendo el Noya y fueron luego al curso del Utamboni. Los tratados con jefes locales se firmaban con facilidad, a cambio de regalos y sueldos, y se enarboló la enseña española en los lugares visitados. La expedición llegó por el interior hasta la Sierra de Cristal y navegar por los ríos de la zona. Solo algunos «fang» (pueblos) permanecían hostiles a los blancos. Iradier se quejaba de la falta de representatividad y de la poca clarividencia que tuvo el Gobierno español: «Al no ir con carácter oficial y carecer de poderes para extender cartas de nacionalidad, como después se ha hecho, nos obligó a contentar y satisfacer las exigencias de las tribus, para evitar en lo posible accedieran a ofertas extrañas, que presentadas con malicia, sirvieran de fundamento a reclamaciones y protestas».
Iradier, enfermo del mal conocido en el momento como fiebres, siguiendo el consejo del médico Osorio, abandonó la expedición y regresó a España el 28 de noviembre de 1884. El resumen de su expedición lo hace él mismo. Obtuvo la soberanía de 101 jefes, «y el haber declarado parte integrante de la Nación Española el territorio de su jurisdicción explorado» por él en 1875 y que «comprende una extensión superficial de 14.000 kilómetros cuadrados, mediante una subvención anual de 2.150 pesetas». El tratado abría la puerta a la ocupación e impedía la acción similar de otro Estado en el mismo territorio.
El balance es pobre, no llegó muy lejos Iradier en cuanto a kilómetros recorridos, pero al menos existió una actividad jurídica de toma de posesión. La Sociedad de Africanistas daba por adquiridos los territorios explorados, cosa que estaba lejos de la realidad porque faltaba el acuerdo internacional y el cumplimiento de las condiciones exigidas en la Conferencia de Berlín, y publicó una lista de estos territorios, desde el Campo al Muni.
Iradier había sufrido mucho en sus dos viajes, había luchado con pocos medios y sufrió la enfermedad, la melancolía y la soledad. Y dejó una de las mejores obras sobre África española del siglo XIX: «África. Viajes y trabajos de la Asociación Eúskara La Exploradora» (Vitoria 1887).
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