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18 de abril de 2024

Columna de humo en Puerto Saíd tras el primer asalto anglofrancés, el 5 de noviembre de 1956

Columna de humo en Puerto Saíd tras el primer asalto anglofrancés, el 5 de noviembre de 1956

La crisis de Suez, un conflicto que puso en duda la hegemonía anglo- francesa

Con la nacionalización del canal de Suez, Londres y París corrían el riesgo de perder sus suministros de petróleo y el comercio con extremo Oriente. Pero sobre todo pondría en duda su poder y hegemonía en la zona

Hay acontecimientos que apenas representan unas pocas líneas en los libros de Historia, pero que son enormemente importantes por su elocuencia, por lo que significan, por ser el termómetro de toda una época. Es lo que sucede con la crisis del canal de Suez a principios de los años 50. Puede parecer solo una crisis local; sin embargo, aquel fue el momento en el que los Estados Unidos y la URSS terminaron con la preponderancia de Europa, dejando muy claro que Inglaterra y Francia no habían ganado la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos y la Unión Soviética habían impuesto su voluntad sobre las viejas potencias del antiguo orden internacional

La situación de Gran Bretaña y Francia antes de la crisis

En 1947, Gran Bretaña había tenido que abandonar la India, también tuvo que retirarse de Grecia durante la guerra civil que se libró contra los comunistas y dejar su puesto a Estados Unidos. Y, por último, debió abandonar el mandato de Palestina, pero creyó que seguiría siendo una gran potencia porque controlaba el Oriente Próximo: Libia, Egipto, Omán, el Estrecho de Adén e Irán. El caso de Irán fue particularmente importante por su gran papel como suministrador de petróleo y donde Gran Bretaña incitó a Estados Unidos a que diese un golpe de Estado contra el primer ministro Mossadeq en 1954, dos años antes de esta crisis en la que Gran Bretaña conservaba tan solo la «joya de la corona»: Egipto, con el canal de Suez, donde tenía desplegados alrededor de 80000 soldados.
Por su parte, Francia acababa de recibir una derrota brutal en Vietnam, en la batalla de Dien Bien Phu. Además, tuvo un problema serio en Argelia, pues sabía que Egipto estaba vendiendo armas a los independentistas argelinos, pero aun así, Francia creyó que podría intervenir.

Nasser nacionaliza el canal de Suez

Corría el año 1956, en Egipto había llegado al poder el Coronel Gamal Abdel Nasser, tras un movimiento político-militar que había derrocado al Rey Faruq, quien era, por así decirlo, el «vasallo privilegiado» de los ingleses (los británicos habían dejado una especie de red de «monarquías títeres» en esa zona tras la Primera Guerra Mundial tales como Libia, Iraq y Jordania), y que implantó una «dictadura de desarrollo», para la cual el canal de Suez era fundamental. Después de muchos años de sumisión política y económica al Imperio británico –prácticamente desde el final del imperio otomano–, Egipto aspiraba a recuperar su potencia nacional.
Nasser era un «Caudillo», un personaje con un magnetismo personal extraordinario y que, además, arrastró a las masas y que coincidió temporalmente con otros dictadores «desarrollistas» como Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Velasco Alvarado en Perú, etc. Por si fuera poco, el ejército era un ejército popular en sentido estricto, lo que facilitó sobremanera su toma del poder.
Una de las primeras medidas que tomó Nasser fue nacionalizar la principal ruta comercial del país, el canal de Suez, explotado en régimen de monopolio por una compañía comercial anglofrancesa (se trataba de un verdadero y pingüe negocio de Estado) cuyos ingresos ahora pasarían a la Hacienda egipcia. La medida golpeó seriamente a Londres y París, no solo reduciría sus beneficios, sino que ponía en riesgo el suministro de petróleo y el comercio con extremo Oriente, y sobre todo, el poder de Inglaterra y Francia, potencias hegemónicas en la zona desde el final de la Primera Guerra Mundial, quedarían seriamente comprometidas.

La alianza anglo-francesa se quedaba sola

Londres y París decidieron reaccionar mediante una operación política militar que apartara a Nasser del poder. Los europeos pidieron ayuda a los Estados Unidos, pero Washington «escurrió el bulto». Prefería una solución diplomática, dijo el presidente Eisenhower. No importó. Inglaterra y Francia aún se creían fuertes y además tenían otro aliado, el naciente Estado de Israel, que se debatía en constantes conflictos fronterizos con Egipto, tras lograr su independencia en el año 1948. Asimismo, al nacionalizar el canal de Suez, Egipto bloqueaba el puerto de Aqaba, en territorio israelí y era el único puerto accesible para Israel en el Mar Rojo.
El 29 de octubre de 1956 se sustanció todo. Los israelíes atacaron posiciones egipcias y Londres y París exigieron a Egipto la retirada de su ejército del canal que pronto sería ocupado por tropas inglesas y francesas. Nasser se negó.
Los británicos bombardearon los aeródromos egipcios. La victoria estaba al alcance de la mano, pero entonces los nuevos amos del mundo, soviéticos y norteamericanos, mostraron sus cartas. Multiplicaron las protestas, amenazaron con intervenir, y forzaron a las Naciones Unidas a resolver el cese de las hostilidades, exigir la retirada israelí y enviar una fuerza militar de interposición. Las viejas potencias se habían quedado solas.
Ingleses y franceses hicieron caso omiso. A principios de noviembre, sus tropas desembarcaban en el canal y ocupaban el territorio. El Ejército egipcio no podía hacerles frente, pero tenía otro recurso. Cerraron el canal dejando a los británicos sin petróleo. Londres pidió el crudo a los Estados Unidos, pero Washington dio la espalda a los ingleses. De forma interesante, para Estados Unidos y según cuenta Kissinger, estos movimientos de liberación anticolonial se asociaban en cierto modo a su propia guerra de independencia, por lo que existía un cierto grado de «empatía». Asimismo, Nasser trató con la Unión Soviética de modo relativamente amigable, más que nada para molestar a los británicos (en 1956 reconoce a la China de Mao y compra tanques a Checoslovaquia).

A los ojos del mundo quedó claro quiénes mandaban ahora en el planeta

Mientras tanto, los israelíes cambiaban de bando. Se ponían al lado de los norteamericanos y abandonaban el campo de batalla. Francia e Inglaterra tuvieron que renunciar a su objetivo. El 3 de diciembre sus tropas se marcharon de Egipto. El egipcio Nasser se convertía en el héroe del mundo árabe.

¿Qué papel tenía mientras tanto España?

España acababa de entrar en las Naciones Unidas en diciembre de 1955, en una votación en bloque en la que se acepta a 16 países, entrando curiosamente con el voto favorable de la Unión Soviética. España se vio situada entre la actitud complaciente con Egipto de Estados Unidos y la amistad con los países árabes tras su ayuda durante el bloqueo sufrido en años anteriores, sin menospreciar la oportunidad de presenciar con innegable satisfacción un revés británico y francés. En ese momento las instrucciones que se recibieron desde Madrid en la delegación española de las Naciones Unidas fue la de votar siempre con Estados Unidos en la Asamblea General, uniéndose en dicho voto a Egipto, Estados Unidos, México, etc. contra franceses y británicos.
El resumen de este episodio es que los Estados Unidos y la Unión Soviética habían impuesto su voluntad sobre las viejas potencias del antiguo orden internacional. A los ojos del mundo quedó claro quiénes mandaban ahora en el planeta, y tal y como dijo Sadat, jefe de propaganda de Nasser y que sería posteriormente presidente: «El ultimátum de la Unión Soviética, que ha amenazado con usar armas nucleares, así como el de Estados Unidos, ha demostrado que solamente hay dos potencias en el mundo. Francia y Gran Bretaña, ni son potencias, ni son fuertes». 
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