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25 de abril de 2024

'Duelo a garrotazos'. Francisco de Goya.

Duelo a garrotazos de Francisco de Goya

Picotazos de historia

El mal pronto de Don Juan Manuel

No es de extrañar que, con veinte años y después de ser traicionado por su Rey y ver perder a manos de Aragón sus más ricas propiedades, su enfado causara temor

Don Juan Manuel (1282 – 1348) –quien, por cierto, jamás se hizo llamar o permitió que le llamaran infante (eso de que le daban título de cortesía es una memez), a pesar de ser príncipe y duque solo se hizo llamar «Don Juan, hijo del Infante Don Manuel» –es una de las cimas literarias medievales de España. Su obra, personal, didáctica y concisa, nos puede dar una imagen equivocada del personaje: un erudito, un filosofo... También fue un miembro de la casa real de Castilla, y por ello arrojado a la primera escena política desde el momento de nacer, en un tiempo donde las intrigas, las traiciones y el asesinato estaban a la orden del día. Huérfano a los dieciocho meses de edad, con doce años participó en su primera batalla, su hermana Violante fue asesinada por su marido el infante Alfonso de Portugal...No es de extrañar que, con veinte años y después de ser traicionado por su Rey y ver perder a manos de Aragón sus más ricas propiedades, su enfado causara temor. Así Diego García de Toledo, canciller de Fernando IV, durante los acuerdos fronterizos de Torrellas (1304) en relación a la posesión de la villa de Yecla dijo que «antes daría seis jornadas de tierra del Rey de Castilla que este lugar de Don Juan Manuel...que bien conocían ellos la manera de Don Juan Manuel».
Este Diego García de Toledo, quien tampoco fue una malva como dejó constancia en su testamento por las mandas para descargar los pecados que afligían su alma, volvería a chocar contra el poderoso señor de Villena.
En 1321 Diego García se encuentra en Toledo, retirado de la corte, pero alcalde mayor y mayordomo del arzobispo –quien era cuñado de Don Juan Manuel– cuando se presenta Don Juan Manuel exigiendo que se reconociera su autoridad sobre la ciudad, como regente del reino. Diego García se negó a ello y no aceptó razones hasta exasperar a su interlocutor, que debió de recordar todo el perjuicio sufrido en el tratado de Torrella, en el que tanto protagonismo tuvo Diego García. Don Juan Manuel lo degolló en el Alcázar, donde discutían. Mandó que su cadáver fuera arrojado frente al convento de los franciscanos –donde Diego García había dispuesto su enterramiento– y que permaneciera insepulto y, a toda su familia, la arrojó a los calabozos del Alcázar. Al poco tiempo se arrepintió de lo hecho y ordenó que la familia fuera liberada inmediatamente, pero que el cadáver ni lo tocasen mientras estuviera en la ciudad.
Y es que Don Juan Manuel tenía muy mal pronto, pero no era mala persona.
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