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27 de julio de 2024

Grabado en el que se representan a unos esclavos

Grabado en el que se representan a unos esclavos

¿Hubo esclavos en la América española?

Las Leyes de Indias prohibían la esclavitud de los nativos americanos, por ser considerados súbditos de la Corona y por tanto bajo su protección, pero ello no significaba que la esclavitud como práctica fuese ilegal

La América española constituyó uno de los primeros ejemplos de sociedad multicultural y multiétnica. La sociedad virreinal se componía de españoles blancos, indios nativos y esclavos negros, cuya mezcla daba lugar a su vez a un sinfín de grupos. Cada uno aportaba un bagaje cultural propio, con tradiciones, usos y hasta creencias diferentes. En una época en la que la mayoría de las sociedades eran muy homogéneas, la gestión de un Imperio así obligó a España a conformar una organización social verdaderamente única y nueva.

La impronta de los esclavos africanos y sus descendientes en esta sociedad fue importante. Las Leyes de Indias prohibían la esclavitud de los nativos americanos, por ser considerados súbditos de la Corona y por tanto bajo su protección, pero ello no significaba que la esclavitud como práctica fuese ilegal. La solución fue importar esclavos de África que eran llevados a América en los barcos negreros para subastarse en los mercados. Esta medida fue inicialmente defendida por el propio fray Bartolomé de las Casas como forma de proteger a los indios, aunque posteriormente se retractaría de esta tesis.

En cualquier caso, la esclavitud fue siempre marginal en la economía del Imperio Español, sobre todo comparada con otros grandes imperios atlánticos. En la mayoría de las provincias, los esclavos africanos fueron muy minoritarios y se reducían a esclavos domésticos considerados como un bien de lujo de las grandes familias. Solo en el área caribeña (Cuba, Colombia y Venezuela, principalmente) llegó a tener una impronta importante por la proliferación de grandes plantaciones que requerían mano de obra esclava. Pero incluso en estas zonas, el número de esclavos fue siempre mucho menor que el que consumían las colonias británicas y francesas o el Brasil portugués, el mayor importador.

La única forma de poder introducir esclavos legalmente en la América española era firmando un «asiento» o contrato con la Monarquía

Los españoles no solo consumían poca mano de obra esclava, sino que apenas participaban en el tráfico que hacían los buques negreros comprando cautivos en las costas de África para vender luego en los mercad americanos. El Imperio español dejó este negocio en manos de extranjeros, primero portugueses e italianos y luego holandeses y, mayoritariamente, británicos, que eran los encargados de proveer a los puertos españoles de los esclavos necesarios. La única forma de poder introducir esclavos legalmente en la América española era firmando un «asiento» o contrato con la Monarquía que, a cambio del pago de una licencia, otorgaba un permiso monopolístico sobre el tráfico a compañías o particulares.

En el Tratado de Utrecht de 1713, una de las concesiones que obtuvo Gran Bretaña fue el recibir el asiento de negros, que quedó desde entonces reservado a compañías británicas con permiso para introducir 4.800 esclavos anuales en América. Los conflictos sobre la gestión de este privilegio llevaron en 1739 a la llamada Guerra del Asiento (o Guerra de la Oreja de Jenkins) y finalmente en 1750 el permiso fue revocado a cambio de una indemnización al gobierno británico.

La continuada llegada de esclavos hizo que en algunas regiones el elemento africano llegase a ser importante socialmente, dando lugar al mestizaje tanto con indios como con blancos a través de los llamados zambos y mulatos. Los esclavos de los territorios españoles eran bautizados nada más llegar y gozaban de ciertas libertades y protección religiosa, pudiendo casarse libremente y formando sus propias cofradías religiosas.

La ley española permitía además a los esclavos ser liberados por sus amos (manumisión) o comprar su propia libertad (coartación). También podían denunciar a sus amos por maltratos ante los tribunales, aunque ello daba lugar a complejos procesos y normalmente no implicaba la libertad, sino la reasignación del esclavo a otro amo. Los «pardos», como se conocía a la población étnicamente africana, incluso alcanzaron en ocasiones cotas de poder importantes formando sus propios batallones dentro del Ejército y participando en la administración.

Ciertamente, la vida de los esclavos en la América española fue dura y a veces inhumana, pero testigos extranjeros, como Humboldt, reconocían que su situación era mejor que la de sus congéneres esclavizados por otras potencias.

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