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La gente sostiene una pancarta con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan mientras miembros de la comunidad siria y sus partidarios se reúnen para celebrar la caída del presidente sirio Bashar al-Asad

Miembros de la comunidad siria sostienen una pancarta del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, en EstambulAFP

El rol clave de la Turquía de Erdogan en Siria y sus ambiciones en la nueva configuración de Oriente Medio

El fin del régimen de Al Asad abre a Ankara una ventana de oportunidad. El objetivo es claro: consolidarse como un actor clave en el país vecino y, al mismo tiempo, contrarrestar las amenazas que representan los kurdos, Irán y otros rivales en la región

Turquía ha desempeñado un papel central en Siria debido a su proximidad geográfica y al respaldo brindado a diversos grupos islamistas durante la guerra civil de 14 años que culminó con el régimen de Bashar Al Asad desmantelado y el tirano exiliado. Paralelamente, Ankara ha buscado ejercer influencia mediante su mediación internacional y como contrapeso a la gran potencia regional, Irán.

La pregunta obligada es: ¿qué aspiraciones tiene Turquía en el frágil tablero de Oriente Medio y cuál será su papel en el posconflicto sirio?

Tras la Primavera Árabe (2011), Turquía aspiró a liderar la región bajo una visión neo-otomana. La caída de regímenes en Túnez, Egipto, Libia y, posteriormente, Yemen parecía abrir la puerta para que Ankara, como democracia musulmana con lazos con Occidente y el mundo árabe, encabezara una transformación democrática. Sin embargo, la inestabilidad persistente en Libia y Siria, junto con el giro autoritario en Egipto tras el golpe de 2013, frustraron estas ambiciones.

Con la caída del régimen de Bashar Al Asad, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan (más de dos décadas en el poder), vislumbra la oportunidad de revivir ese rol, buscando influir en la reconfiguración de Siria mientras evita el contagio de las zonas autónomas kurdas, su gran preocupación estratégica.

El fin del régimen dinástico de los Al Asad en Siria, última pieza del dominó de la Primavera Árabe, ha sido comparado por algunos analistas con la caída del Muro de Berlín, dado su impacto en el declive de los regímenes panárabes, socialistas y seculares que proliferaron en la segunda mitad del siglo XX.

Turquía intenta consolidarse como abanderado suní en Siria, en oposición a Irán, principal defensor del chiísmo. Hasta ahora, ha establecido una presencia significativa en el noroeste de Siria y podría ampliar su influencia en el período transicional, particularmente en áreas donde las facciones rebeldes suníes han ganado terreno.

Por otro lado, Rusia e Irán, aliados clave de Al Asad, sostuvieron al régimen con estrategias que consolidaron un sistema proiraní. Sin embargo, la pérdida de poder de Irán en la franja de Gaza y el Líbano debido a las intervenciones militares de Israel, que en los últimos días ha atacado arsenales y objetivos militares aprovechando el caos en Siria (en 2018 reconoció haber bombardeado un reactor nuclear en territorio sirio), abre la puerta para que Turquía amplíe su influencia.

El analista israelí Nadav Eyal afirmó en un reciente podcast que la caída del régimen sirio no habría sido posible sin el debilitamiento del sistema de proxies respaldado por Irán tras el 7 de octubre de 2023.

Según este experto, los duros golpes a las capacidades militares y a los liderazgos tanto de Hamás en Gaza, como de Hezbolá en Líbano y Siria, por Israel en los últimos meses, habrían allanado el camino a las facciones rebeldes sirias para lograr en poco tiempo tomar ciudad tras ciudad sin encontrar apenas resistencia por parte de un Ejército desafecto y mermado.

Relaciones con Rusia e Irán

Turquía mantiene una relación ambivalente con Rusia e Irán, antiguos aliados de Al Asad. Desde 2017, los tres países lideraron el proceso de Astaná, orientado a buscar soluciones políticas al conflicto.

No obstante, con la caída del régimen, surgen nuevos desafíos: Irán ha perdido un corredor estratégico hacia el Mediterráneo y Rusia, centrada en Ucrania, enfrenta dificultades para mantener influencia en Siria. Vacío que Ankara podría aprovechar para consolidarse como potencia regional.

Rusia busca con la ayuda de Turquía preservar su acceso al puerto de Tartús en Siria

Aunque Turquía y Rusia han cooperado en escenarios como Siria y en el acuerdo del grano en el mar Negro, sus intereses no siempre convergen. Moscú busca con la ayuda de Turquía preservar su acceso al puerto de Tartús en Siria, mientras que Ankara intenta contener la influencia kurda y fortalecer su posición entre los grupos rebeldes suníes.

En cuanto a Irán, Ankara observa con cautela su papel regional. Aunque históricamente haya evitado confrontar directamente a Teherán, podría aprovechar este momento para consolidar su liderazgo entre los países suníes de la región.

Operaciones militares y el frente kurdo

Desde 2016, Turquía ha llevado a cabo varias operaciones militares en Siria con el objetivo de combatir al Estado Islámico y limitar el avance de las Unidades de Protección Popular (YPG), vinculadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Estas acciones incluyen las operaciones Escudo del Éufrates (2016-2017), que aseguró el control del oeste del río homónimo; y Rama de Olivo (2018), que capturó Afrín.

La principal preocupación para Turquía es evitar que los kurdos sirios obtengan autonomía, lo que reforzaría las tensiones con Estados Unidos, aliado de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF).

La principal preocupación para Turquía es evitar que los kurdos sirios obtengan autonomía

Además, Ankara ha intentado establecer «zonas seguras» en el norte de Siria, no solo como medida para contener la influencia kurda, sino también como parte de un plan para facilitar el retorno de refugiados sirios que actualmente residen en Turquía. Esta estrategia, aunque controvertida, refuerza la presencia turca en la región y su capacidad estatal como proveedor en el posconflicto.

Apoyo a grupos rebeldes

Ankara ha financiado y armado a diversos grupos rebeldes desde el inicio del conflicto, incluido Hayat Tahrir al Sham (HTS), considerado organización terrorista por la ONU y la UE debido a sus vínculos con Al Qaeda.

En 2020, Turquía negoció un alto el fuego con Rusia que permitió a HTS consolidar su posición en el noroeste sirio. Aunque el HTS ha intentado ganar legitimidad adoptando un discurso pluralista, enfrenta acusaciones de abusos contra los derechos humanos y de imponer una estricta interpretación de la ley islámica.

La relación de Turquía con HTS, aunque pragmática, genera tensiones con actores internacionales, ya que refuerza la percepción de Ankara como patrocinador de grupos islamistas. Sin embargo, desde la perspectiva de Erdogan, apoyar a HTS y a otros grupos similares es parte de una estrategia para mantener zonas de influencia y contrarrestar tanto al régimen sirio como a las milicias kurdas.

Reconstrucción y refugiados

Con más de 3,5 millones de refugiados sirios en su territorio, Turquía ansía facilitar su retorno a zonas seguras bajo control turco. Desde 2017, Ankara promueve proyectos de reconstrucción en el norte de Siria, restaurando infraestructura, escuelas y hospitales, consolidando así su influencia política y económica en el país.

Por ello, es de esperar que Turquía siga desempeñando un papel central en la reconstrucción y en la formación de un Gobierno que contrarreste la influencia iraní.

Los refugiados sirios que viven en Turquía esperan en una fila en la puerta fronteriza de Cilvegozu antes de ingresar a Siria por el distrito de Reyhanli en Hatay

Los refugiados sirios que viven en Turquía esperan en el puesto fronterizo de CilvegozuAFP

En este contexto, el retorno de refugiados no solo responde a consideraciones humanitarias, sino también a intereses políticos internos, ya que la presencia de millones de sirios ha generado tensiones dentro de Turquía.

Y es que el propio Erdogan ha utilizado esta narrativa para reforzar su base de apoyo y justificar su intervención en Siria como un acto de protección tanto para Turquía como para los propios sirios.

El ángulo israelí

Aunque Erdogan mantiene una retórica anti-israelí, Israel sabe cómo lidiar con una ambivalente Turquía y reconoce su influencia en Siria, especialmente sobre HTS.

El régimen de Al Asad mantenía una suerte de status quo en torno a la cuestión de los Altos del Golán, territorio capturado por Israel en 1967 y anexionado en 1981 y reconocido por la anterior Administración de Donald Trump.

Durante el conflicto sirio, Israel atendió a combatientes rebeldes heridos, pero teme que grupos armados sirios intensifiquen las reclamaciones y los enfrentamientos en esa región estratégica en la forma de una guerra de desgaste, cuando mantiene en la actualidad otros frentes abiertos.

Además, Israel observa con cautela si el nuevo Gobierno sirio permitirá que Hezbolá mantenga operaciones en Siria o utilice el aeropuerto de Damasco para el tráfico de armas iraníes. Aunque la lógica sugiere que el nuevo Gobierno buscará desvincularse de Irán, no se descartan alianzas pragmáticas contra enemigos comunes, como Israel.

El fin del régimen de Al Asad abre a Ankara una ventana de oportunidad. El objetivo es claro: consolidarse como un actor clave en Siria y, al mismo tiempo, contrarrestar las amenazas que representan los kurdos, Irán y otros rivales en la región.

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