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Una lotera vende décimos de Lotería para el sorteo navideño de El Gordo en la Puerta del Sol de Madrid

La Lotería de Navidad ha logrado algo que pocas instituciones consiguen: modernizar su sistemaEFE/ Mariscal

Así ha cambiado el décimo de la Lotería de Navidad: del papel clásico al QR

Hoy día, miles de décimos ni siquiera llegan a imprimirse, viven en «custodia digital» en apps y webs, convertidos en un simple certificado PDF

Para la mayoría de los españoles, la Navidad no empieza con el encendido de las luces, sino con el tacto rugoso de un pequeño papel de 11 por 6,5 centímetros. El décimo de la Lotería de Navidad no es solo un recibo de una apuesta, es un objeto cultural, un cheque al portador de ilusiones que hemos compartido en sobres, carteras y tablones de corcho durante generaciones.

Aunque el diseño clásico —con su obra de arte religiosa a la izquierda y la tipografía solemne a la derecha— parece inmutable, si miramos con lupa, el décimo ha sufrido una transformación tecnológica radical.

El gran salto ocurrió hace unos años con la integración del código QR. Lo que antes era un ritual de periódico y lupa el día 22, o una visita a la administración para pasar el décimo por el escáner de barras, ahora es instantáneo. Este pequeño cuadrado pixelado permite comprobar si el boleto está premiado en segundos con cualquier móvil, añadiendo una capa extra de seguridad y agilidad que nuestros abuelos no hubieran imaginado.

La otra gran brecha en la tradición es el décimo de terminal (el famoso 'ticket azul'). Funcionalmente idéntico al preimpreso de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, carece, sin embargo, del «alma» que buscan los puristas. No hay imagen del Museo del Prado ni ese papel moneda característico.

¿El fin del papel?

Hoy día, miles de décimos ni siquiera llegan a imprimirse, viven en «custodia digital» en apps y webs, convertidos en un simple certificado PDF.

La Lotería de Navidad ha logrado algo que pocas instituciones consiguen: modernizar su sistema (seguridad, cobro online, QR) sin tocar su fachada. Porque aunque ahora lo escaneemos con el móvil, seguimos queriendo tener ese trozo de papel en la mano para frotarlo, por si acaso, contra la espalda de algún ser querido.

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