
El ex Viceministro de la Stasi, Werner Grossmann, presenta su nuevo libro 'El hombre de la convicción' en Berlín, Alemania
General Werner Grossmann (1929-2022)
Último superespía de la Alemania comunista
Jefe de la inteligencia exterior entre 1986 y 1990, nunca se arrepintió de sus actuaciones en los casi 40 años que estuvo al servicio de uno de los aparatos más represivos del bloque soviético

Werner Grossmann
El comunista estoico
Dedicado en cuerpo y alma a los servicios de seguridad de Alemania Oriental a partir de 1952, dirigió el espionaje exterior entre 1986 y 1990. Licenciado en Derecho y entre 1966 y 67 fue alumno de la Escuela de Formación del Partido Comunista de la Unión Soviética. Todas las causas por las que fue imputado a partir de 1990 fueron sobreseídas cinco años más tarde por el Tribunal Constitucional.
El general Werner Grossmann participó en marzo de 2006 en un coloquio celebrado en Hohenschönhausen, el antiguo centro de detención de los presos políticos hoy convertido en memorial, durante el cual difamó a varios antiguos «huéspedes» del lugar. La indignación de los interesados, apoyados por un buen número de medios de comunicación sirvió de bien poco: desde que en mayo de 1995 fueran sobreseídas todas sus causas por el Tribunal Constitucional gracias a un fallo previo de esa misma entidad que impedía el enjuiciamiento de los antiguos espías de la Stasi, Grossmann paseaba su impunidad aderezada de cierta chulería- por cualquier lugar donde se requiriera su presencia. Por ejemplo, en diversos mítines de Die Linke, formación izquierdista representada en el Bundestag, que reivindicaba su trayectoria.
«No tengo nada de qué arrepentirme, no he hecho daño a nadie y estoy en paz conmigo mismo», declaró un año más tarde en Dinamarca, quien consideraba a los espías bajo sus órdenes como unos «exploradores de la paz». O: «no hubo violación generalizada de los derechos humanos, aunque puede que se dieran casos individuales». Incluso valoró su fugaz detención –acaecida el 3 de octubre de 1990, día de la reunificación efectiva de Alemania– como un «reconocimiento» a su trabajo.
Los documentos que desmienten afirmaciones tan descaradas son incontables y apabullantes. Sin ir más lejos, en 1988 –un año antes de la caída del Muro de Berlín– dio instrucciones a sus subordinados para que tuvieran controlados a diversos movimientos opositores que ya empezaban a estructurarse seriamente. Por eso, en un alarde de cinismo, también tuvo la osadía de decir que no fue hasta 1989 cuando se dio cuenta de la crisis terminal de la República Democrática Alemana. Se suponía que era una de las personas mejor informadas del país, en su doble condición de viceministro de Seguridad y de jefe del espionaje exterior.
Nada, en principio, hacía presagiar que Grossmann alcanzaría esos rangos: nacido en una familia de artesanos sajones, siguió en sus inicios una formación de albañil, profesión que ejerció hasta que fue seleccionado para ingresar en los servicios de seguridad del país, cuyos peldaños escaló poco a poco hasta ser designado en 1986 jefe del espionaje exterior en sustitución del mítico Markus Wolf, y con el rango de coronel general. Al desmoronarse el comunismo de Europa Oriental y con él la República Democrática Alemana, Grossmann, logró que se destruyeran gran parte de los archivos de los servicios que estuvieron bajo su autoridad. Nunca se es demasiado prudente.