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19 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Ayuso y los moros

La pregunta no es por qué Ayuso planta cara al Moro Muza de Moncloa, sino por qué no lo hacen, con ella y no bajo ella, los presidentes de Aragón, Extremadura, Valencia o Castilla-La Mancha

Actualizada 01:42

Ayuso ha interpuesto un recurso ante el Tribunal Supremo para que los niños madrileños puedan seguir estudiando un bachillerato razonable: que suspendan cuando no se sepan la lección de los Reyes Católicos y que no pasen de curso con el único éxito de haber sacado sobresaliente en sanchismo, la única asignatura que le importa al Gobierno.
De todos los delirios ideológicos de Sánchez, los que afectan a los menores son los más deleznables: de adultos, si somos tontos, es culpa nuestra; pero de chavales existe una responsabilidad compartida en su protección que en España falla con estrépito.
Aquí se les unta con 400 euros para que voten lo correcto; se les divorcia de los padres para que aborten furtivamente; se les niega la enseñanza en español en Cataluña y de lo español en toda España y se les intenta romper todo lazo sentimental, familiar, cultural, tradicional, espiritual o nacional para recrear en ellos un universo emocional y político adaptado al canon ideológico de Adriana Lastra, la nini que se ciñe mejor al objetivo.
Tontos y dependientes, pero sanchistas. Y un poco de Podemos, de ERC o de la ETA si hay que calmar las ínfulas de la bufonada que toda corte tiene.
La caricatura es premeditada en lo referente a los chavales, pero no a los inductores de ese burdo proceso de ingeniería social que trabaja con denuedo por lograr el objetivo: no lo logran porque, de momento, los diques de contención son más altos que las mareas populistas y no anegan el fortín que cada uno somos en nosotros mismos y con los nuestros.
Pero también cayó Constantinopla y por allá entraron los sultanes. Y hasta ahora.
El desafío contumaz de Sánchez y las Supremes desafinadas que le acompañan, ora para cantar con él, ora para apuñalarse como en La Venganza de don Mendo; reclama una respuesta que una vez más solo ha dado Ayuso, el mejor olfato político en varias hectáreas a la redonda, quizá porque pisa esa calle que para Sánchez, Belarra y compañía es tan marciana como Marte: la última vez que pisaron un barrio se comerciaba en maravedíes y los Reyes de León avanzaban en su titánica reconquista de la Península a los moros.
La pregunta no es por qué Ayuso planta cara al Moro Muza de Moncloa, sino por qué no lo hacen, con ella y no bajo ella, los presidentes de Aragón, Extremadura, Valencia o Castilla-La Mancha.
¿Nada tienen que decir Lambán, Vara, Puig o García-Page de la abolición de la historia de España de la Enseñanza Sanchista Obligatoria? ¿Tampoco de que un niño catalán no pueda estudiar en español y un niño aragonés no vaya a saber quién fue el Rey Fernando?
La presidenta de la Comunidad de Madrid nunca hace algo insólito, pero se transforma en único por la dimisión en cadena del resto en sus responsabilidades más elementales: dejó abrir los comercios porque no se puede arruinar a nadie sin ofrecerle un sustento; defendió la supresión del impuesto de sucesiones porque no se puede pagar tres veces por lo mismo. Y ha acudido al Supremo porque en España no se puede dejar de estudiar a España ni en español sin que alguien levante la voz.
La cuestión no es por qué Ayuso hace estas cosas, sino qué demonios está pasando en España para que solo las haga ella.
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