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19 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Adriana Lastra

La dirigente desaparecida por órdenes de Sánchez volverá a encabezar al PSOE de Asturias, que algo grave ha debido hacer para merecerse el castigo

Actualizada 01:30

Adriana Lastra, también conocida por Miss Asturias por su verbo grácil asentado en los lugares comunes más parvularios, va a encabezar al PSOE en las próximas elecciones generales, lo que dice poco de la cantera del partido o mucho de su deterioro sanchista: hace no tanto la proclamación del candidato a algo venía envuelta en un cierto misterio, como si de verdad el militante tuviera la última palabra y el escogido gozara de un inmenso predicamento.
Eso lo rompió del todo Sánchez, cuando engañó a los afiliados diciéndoles que todos menos él se habían pasado a las filas de Rajoy y que su «No es no» merecía el triunfo en las primarias para evitar que los peperos se quedaran con el partido: aquella fue la última vez que les consultó algo, y la primera que mintió con luz y taquígrafos.
Luego las trolas fueron más graves, e incluyeron su solemne anuncio de que jamás pactaría con el independentismo o con Podemos para ser presidente, y mucho menos con Bildu.
Todo lo dijo con esa solemnidad que le caracteriza, y su puntito de chulería: de las alianzas con la purria parlamentaria afirmó, muy zangolotino, que nunca haría algo que les provocara insomnio a los españoles. Y al ser preguntado por encamarse con Otegi, se hizo incluso el ofendido por dudar de sus intenciones.
Hoy Otegi, Belarra y Junqueras son las tres gracias de Rubens para Pedrito, que va a bajar el IVA a la vaselina y el colutorio para que le alcance el sueldo y pueda seguir negociando con todos ellos sin miedo a represalias venéreas.
Miss Asturias es un perfecto ejemplo del canon sanchista, que nunca trabajó ni estudió pero se acercó a las compañías correctas para labrarse un futuro en relación proporcional al deterioro que provoca su presencia: de ella solo se recuerdan insultos, brochazos, vulgaridad y un sectarismo que define a su generación política, la más huevona, funcionarial y gregaria que se recuerda, llena de casos como el de ella o el de la ministra portavoza Isabel Rodríguez, senadora y nini desde los 22 años.
Pero lo más definitorio de Adriana, que lo lleva todo en el apellido inclusivo, es su epílogo frugal: anunció que dejaba la política orgánica por estar embarazada, como si su estado fuera incompatible con una baja temporal o una excedencia, para no enfadar al jefe, que la quería lejos; pero se aferró al escaño retribuido como si fuera menos incompatible con la gestación.
Vendió su puesto por un puesto, y no le importó, tras dar la brasa como pocas sobre la conciliación, la igualdad y dos huevos duros, lanzar el mensaje de que una mujer encinta tiene difícil seguir en sus tareas e imposible darse un respiro hasta retomarlas.
Ahora vemos el premio, con la renovación de su candidatura por Asturias, que algo malo debió hacer en el pasado para merecerse ese infortunio: la tipa que se traga lo que haga falta para no enfadar al señorito, mientras habla de la paz en el mundo y da lecciones desde su inexistente autoridad moral, va a ganarse cuatro años más a la sopa boba.
Lo que haga falta por un churumbel, Adriana. Pero hay gente que lo alimenta con un trabajo digno aunque no le dé para comprarse un ático en Oviedo: invita el certamen organizador de Miss Asturias, claro, pero la factura corre a cargo de los pringaos que la creyeron.
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