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04 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Por qué se ha estrellado Liz Truss?

La ya ex primera ministra intentó soplar y sorber al tiempo (ayudas sociales onerorísimas y gran bajada de impuestos) y los mercados escaparon corriendo

Actualizada 17:54

Pueblo de tenderos, que decía Napoleón, los británicos miran cada céntimo, lo cual los honra. Cuando Ed Miliband, inteligente pero con un puntillo friki, le disputó las elecciones a David Cameron, fue sonado que en uno de los debates el aspirante laborista se olvidó de referirse a cómo abordaría el problema del déficit. La prensa lo machacó por semejante frivolidad contable y quedó muy tocado. Aquí daría igual, porque estamos muy entretenidos hablando de los trans y los catalanes.
Liz Truss, de 47 años, ya está mudándose del Número 10, y con un meritorio récord: ha perdido el poder tras solo 44 días, batiendo así al premier conservador George Canning, barrido por una neumonía en 1827 tras solo 119 días en el puesto. ¿Por qué es ya historia, y más bien bufa, la correosa Truss? Pues porque quiso soplar y sorber al mismo tiempo y espantó a los mercados. Llegó al poder con grandes proclamas liberales, casi libertarias, y acometió una sensacional bajada de impuestos. Pero al mismo tiempo quiso jugar también el populismo social, prometiendo que durante dos años congelaría el recibo de la luz con un plan que tenía un coste de ¡150.000 millones de libras! A todo esto, a ella y a su intrépido y etoniano ministro de Hacienda se les olvidó explicar cómo iban a pagar la fiesta. La libra se desplomó, los fondos internacionales escaparon corriendo y el Banco de Inglaterra tuvo que sacar la manguera para evitar una calamidad.
Liz Truss se crió en una familia de profesores izquierdistas, por lo que siendo estudiante universitaria en Oxford formó parte del partido Liberal Demócrata. Entonces se oponía, pues ya saben ustedes: a la monarquía, las nucleares, las guerras… Luego se hizo mayor -o más cuerda- y se volvió conservadora y fan de Thatcher. De carácter chaquetero y formidable promotora de sí misma, apoyó la permanencia en la UE en 2016, pero ello no le impidió acceder a puestos de honor en el muy brexitero gabinete de Boris (de hecho fue su ministra de Exteriores).
La mejor definición de su personalidad la ha dado uno de sus tres hermanos. Cuando eran niños en su hogar de Leeds y jugaban al Monopoly, «ella tenía que ganar siempre, inventaba un sistema especial de juego a su favor y si aún así veía que iba a perder, plantaba y se iba». Esa ganadora nata tomó buena nota de los métodos de Trump y del uso de las redes y los medios en la política populista estadounidense. Decidió aplicarlos en la campaña por el liderazgo tory y le salió bien: mensajes heroicos de barniz nacionalista, soluciones sencillas y muy nítidas, gran cuidado de su imagen. Una nueva y joven Thatcher vestida de azul marino. Todo el establishment concordaba en que su rival, el ministro de Hacienda de Boris, Sunak, estaba mucho más cualificado que ella. Pero la militancia tory prefirió a la tradicional rubia inglesa frente al hijo de unos ricos inmigrantes indios.
Han pasado seis años desde el referéndum del Brexit y ha resultado una picadora de carne tory: el país ha tenido cuatro primeros ministros conservadores (Cameron, May, Boris y Truss) y espera al quinto. Lo curioso es que Liz Truss, aunque metió la zarpa en sus métodos, probablemente tenía razón en su idea de fondo: un Reino Unido de impuestos bajos y fuerte crecimiento. En su mente bullía la famosa idea del Singapur en el Támesis. Convertir el país en una suerte de paraíso fiscal reglado, con la seguridad jurídica europea, y jugar a competir por esa vía, toda vez que te has pegado el tiro en el pie de pegar un portazo a tu club comercial natural.
Si los conservadores ganan las próximas elecciones -y están haciendo oposiciones para no lograrlo- acabarán circulando por ahí. A diferencia de España, donde lo normal es que Gobierne el PSOE salvo cuando destroza la economía; en el Reino Unido ocurre justamente lo contario: de entrada gobierna el Partido Conservador, que es por encima de todo una gran máquina de poder, y solo llegan los laboristas cuando las luchas intestinas de los tories le tienden la alfombra a la izquierda.
(PD: Se estará preguntando algún lector: ¿Y cómo es que a Sánchez, con la disparatada política de derroche que está llevando a cabo, no le ocurre con los mercados lo que le ha ocurrido a Truss? La respuesta es sencilla: España comparte moneda con Alemania. Nos ampara el colchón de la UE y del BCE. Con plena soberanía y la vieja pela, ante una verbena manirrota como la de Sánchez estaríamos abocados a una devaluación salvaje para tratar de salvar la nave, porque no querrían nuestro bono ni en Burkina Faso, antiguo Alto Volta).

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