El grosero
Estrechó la mano como de Zelensky como si estuviera infectada. Saludar sin levantarse de la silla es prueba irrefutable de haber recibido una educación penosa
Y llegó Zelensky a la mesa en la que le esperaban todos los dirigentes europeos. Saludó uno por uno dando vuelta a la gran mesa redonda. Y todos correspondieron incorporándose de sus asientos y para estrechar la mano del resistente ucraniano, que ahora los periodistas han decidido que el ucraniano de toda la vida reciba el nombre de «ucranio». Así que el siberiano es desde ahora «siberio», el sevillano «sevillo» y el finado propietario de la red de prostíbulos «Sabinio». En fin, una tontería más.
Cuando le llegó el turno de saludo al yerno de «Sabinio», ni se levantó. Le estrechó la mano como si la de Zelensky estuviera infectada, y nos demostró, una vez más, el nivel de chulería que sostiene al pájaro. Saludar sin levantarse de la silla es prueba irrefutable de haber recibido una educación penosa. En el colegio del Pilar terminan los alumnos sus estudios con muelles en las piernas, de tanto levantarse y sentarse. Pero ese gesto de respeto a un semejante no se aprende en los colegios, sino en la casa de cada uno, y es enseñanza para toda la vida. Una enseñanza que se queda y no se olvida.
El grosero se limpia la mano –in vídeo veritas–, cuando saluda a una emigrante de color y siente la humedad del sudor. Después de hacerlo, se mete la mano en el bolsillo derecho de su pitillo y se la seca bien para no contraer enfermedad alguna. El grosero, que hizo la Mili, no aprendió a oír el Himno de España en posición de «firmes» y lo hace abriendo las piernas y dejando lacios los brazos, como si el respeto institucional de honrar nuestros símbolos menguara su autoridad. En cambio, inclina la cabeza cuando saluda al presidente de la Generalidad, con expresiva exageración, insultando, de manera indirecta, a la mayoría de los españoles. Y cada vez que le informan que ha caído otro malhechor de su banda, agarra la primera porcelana que se encuentra y la estampa contra la pared, desde el error de creer que las porcelanas son suyas. Aunque lo fueran, no son modales.
Al yerno de «Sabinio» no lo pueden ver ni en pintura en la UE, ni en los Estados Unidos. La libertad le rechaza. Salvo la alemana. Le hacen un hueco, no atienden sus palabras, y es el presidente Trump, bien informado, el que toma partido y advierte. Trump es muy raro, pero en cuestión de saludar y honrar los símbolos, está bien educado. Saben que Sánchez ha traicionado a la OTAN, forma parte silente del grupo de países con dirigentes terroristas, está con Hamás y en contra de Israel, y adora el comunismo. La política es muy caprichosa, y lleva años sin reaccionar. Sánchez tenía que haber sido expulsado de las instituciones democráticas europeas. Sucede que los perjudicados seríamos todos los españoles –incluidos sus adoradores–, mientras ellos pasan a la jubilación en su chalé sin estrenar de la República Dominicana.
Pero en los pequeños detalles se dibuja a la gente. Y entre la gente, a la gentuza.