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26 de abril de 2024

Editorial

Sánchez prefiere entenderse con Bildu que con el PP

Las medidas de regeneración planteadas por Feijóo son razonables, pero chocan con un Gobierno entregado a partidos que solo buscan deteriorar el país

Actualizada 18:18

El deseo de regenerar la vida política de España no debería generar polémica alguna y su debate habría de centrarse en la manera de lograrlo, pero no el objetivo buscado. Porque el deterioro institucional del país ha alcanzado cotas inaceptables desde hace cinco años para acá, como resumen varios hechos incuestionables para cualquiera que los observe con un mínimo de decencia intelectual.
La subordinación del Estado al partido, un rasgo definitorio de los regímenes predemocráticos; la degradación de la separación de poderes, típica de los sistemas liberticidas y la insoportable polarización, alimentada por un Gobierno negligente; son difíciles de rebatir salvo por aquellos que se siente cómodos en la exclusión y asfixian la convivencia.
Nadie como Sánchez ha hecho tanto por recuperar el frentismo de la España de los bandos, con la empobrecedora idea de que solo así, desde la ruptura y la confrontación, puede movilizar a su supuesto electorado y sobrevivir a las adversidades que reflejan, de manera unánime, todos los sondeos.
En ese contexto, el plan de regeneración institucional presentado por el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, es una iniciativa plausible que, en lugar de responder a un exabrupto con otro, lo hace con una oferta de consenso sustentada en 60 puntos que cualquier buen demócrata debería suscribir.
Reforzar la separación de poderes; descolonizar las instituciones y organismos del Estado o librar a los Gobiernos del chantaje de partidos minoritarios, tan insaciables como incompatibles con la letra y el espíritu de la Constitución; son medidas positivas para España, más allá de que el PP o el PSOE ostenten el poder.
Porque liberan al Estado de la bulimia intervencionista de un partido y, a su vez, acaban con el secuestro endémico que el PSOE sufre, por ejemplo, de sus aliados populistas y nacionalistas.

Sánchez ha echado al monte al PSOE y su capacidad de diálogo con el PP ha quedado enterrada en su entrega a, Podemos, Bildu o ERC

Feijóo acierta, pues, como lo hizo en el pasado Casado al ofrecerle a Sánchez varios pactos de Estado, sistemáticamente desoídos. Pero no hay que albergar esperanza alguna de que, más allá de mostrar esa saludable disposición, pueda haber avance alguno.
Porque Sánchez ha echado al monte al PSOE, le ha hermanado para siempre con sus actuales socios, y necesita mantener un enfrentamiento ficticio con media España para sostener su lamentable coalición, definida por el odio cerval a la España constitucional.
Si el Gobierno se ha negado a pactar algo tan necesario como un plan anticrisis que incluyera la rebaja del IVA en la carne o el pescado, ¿cómo va a aceptar acuerdos mayores y a más largo plazo?
La realidad es que Sánchez, aunque quisiera, no puede entenderse con nadie: desde que encomendara su destino a Podemos, ERC o Bildu, su suerte quedó sellada. Y aunque prefiera simular un rechazo reflexionado a entenderse con el PP, la realidad es que sus socios no le permiten pactar con nadie que no sea ellos mismos. Y no precisamente para mejorar España.
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