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Editorial

Sánchez y la Flotilla, tanto monta

A los bochornos y escándalos domésticos el Gobierno le añade una diplomacia internacional infumable, infantil y dañina para España

Act. 02 oct. 2025 - 10:59

Solo el sectarismo o el temor a la cancelación explican el sonrojante respaldo de tantos a una Flotilla que, en el mejor de los casos, es un infantiloide montaje contraproducente para esperanzarse con la paz en el Oriente y en el peor, directamente, una operación de propaganda obscena a favor de Hamás.

El contraste entre los mensajes proferidos por los cabecillas y miembros de la expedición, con dramáticos mensajes de despedida a sus seres queridos y denuncias de los violentos ataques que iban a sufrir; y el diligente y pacífico despliegue de la Armada israelí, resume el bochorno y destapa la naturaleza del montaje.

Solo hay que ver la imagen de un soldado hebreo entregando víveres a Greta Thunberg, la desnortada activista climática adoptada como icono por todo tipo de radicalismos nacionales e internacionales, para desmontar un discurso plagado de mentiras, poses y complicidades con el fundamentalismo palestino, que ha encontrado en estos delirantes portavoces una manera de blanquearse ante el mundo.

Lo cierto es que, para esta flotilla de dudosa financiación y repudiables objetivos, la ayuda humanitaria a Gaza ha sido un burda excusa: la propia Israel les ofreció un punto seguro en sus costas para desembarcar lo que quisieran y organizar con ellos el envío a la Franja, y ellos lo rechazaron. Del mismo modo que eligieron una fórmula de envío por mar lenta, primando el espectáculo sobre la eficacia y rapidez que le hubieran dado otras alternativas, propuestas por países e instituciones a las que también despreciaron.

Para rematar el esperpento, ha quedado claro el alineamiento de algunos de los líderes de la expedición con el terrorismo fundamentalista, hasta el punto de que uno de ellos acudió al funeral del líder de Hizbulá y otra ha llegado a calificar de bulo las crueles violaciones, torturas y asesinatos de mujeres en el masivo atentado integrista del 7 de octubre, origen del drama vigente en Gaza.

Con todo, lo grave no es constatar una vez más la existencia de grupos antisistema que se sirven de causas aparentemente nobles para promocionar sus hilarantes doctrinas; sino la cadena de complicidades institucionales y políticas que refuerzan su patética estrategia.

Mientras la comunidad internacional intenta asentar un plan de paz para Gaza, con el respaldo de la Liga Árabe y de países musulmanes tan relevantes como Indonesia, el Gobierno de España se ha dedicado a utilizar el conflicto para desviar la atención sobre todos sus escándalos; a azuzar el fuego con su empeño en convertir una cruel guerra en un genocidio y en dinamitar el delicado proceso de pacificación; con medio Ejecutivo llamando públicamente a boicotearlo antes incluso de que Hamás se pronuncie al respecto.

La lamentable posición diplomática de España es un trasunto de su infame política doméstica, en ambos casos marcada por la indigencia institucional, el desvarío ideológico y las urgencias locales: sin presupuestos, sin mayoría, sin objetivos, intervenido por una «flotilla» separatista y con la justicia a la puerta de la Moncloa; Sánchez ha dinamitado el rigor institucional del país dentro y fuera de sus fronteras. Y eso, como tantas otras cosas, costará años compensarlo.

Porque Sánchez no pinta nada en la mesa decisiva para Ucrania, es observado en Bruselas como un sospechoso aliado de China o del Grupo de Puebla y se ha convertido en un lamentable activista más en la zona de Oriente, jaleando a radicales, avalando su violencia visible en eventos como la Vuelta a España y permitiendo sainetes como el de la flotilla en cuestión. Todo en nombre de los derechos humanos, los mismos que no le importa ayudar a pisotear en Venezuela o en el Sáhara, con la hipocresía y la ligereza habituales en el personaje.

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