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TribunaTino de la Torre

Darle la vuelta al jamón

Muchos nos sentiríamos más tranquilos si viéramos en áreas de decisión y oposición más canas, más gente «del otro lado del jamón». Se ve a muchos que apenas lo están empezando

Actualizada 08:48

Tengo un cuñado que no es de los que alardean de la potencia de su coche o de lo bien que hace la declaración de renta. Que se puede hablar con él, vamos. Militar de profesión y con los pies en el suelo cada vez que se aborda el asunto de cómo se pasa la vida (e irremediablemente uno recupera a Jorge Manrique: «Cómo se viene la muerte tan callando») siempre dice que a partir de cierta edad «se le da la vuelta al jamón».

La frase, nacida en la calle, da que pensar. Das la vuelta pero lo que queda ya no es la otra mitad del jamón. Es menos.

Así que hay que saber vivir bien (lo cual también es un aprendizaje), porque también es a partir de los taitantos cuando se comienza a tener visibilidad de cosas que nos pasan por delante y no veíamos; ni tenían importancia.

El trago largo de whisky, con los ojos cerrados, dejando que suban todos los aromas y pensando en barricas, tierras de Escocia y tíos vistiendo falda (kilt) luchando por la libertad. Imposible este ejercicio al completo en tiempo de mocedad ya que ahí va el whisky de un trago para dentro o mezclado con cualquier refresco y la música a todo meter. Se podría decir lo mismo de un puro bien fumado.

Creo que es bueno reconocer la situación sin aspaviento, con serenidad, reparando en las cosas aprendidas y en las cosas que quedan por hacer; para hacerlas sin prisa pero sin pausa.

Caben otras actitudes que pretenden desafiar el paso del tiempo y que son muy respetables, como los famosos viajes a Turquía volviendo con un pañuelo en la cabeza e injertos que habrán de crecer. También visitas al 'taller' para hacerse retoques que en muchos casos destruyen una belleza que se ha ido consolidando con los años. Cuántas veces la gente se ha arrepentido de los apaños que se han hecho.

La vida «al otro lado del jamón» es más consciente, más empática, las horas se aprovechan mejor y tiene uno la mirada más larga. Es fácil dar un consejo, de vez en cuando, porque según te cuentan el principio de la historia ya uno sabe cuál será el final.

Además, empiezan a sobrar cosas, hay menos ganas de atesorar, se empieza a atisbar en la lejanía que la cosa acabará en un tiempo. Incluso, mentalmente, uno se prepara viendo a otros alrededor y que algunas personas muy cercanas y coetáneas van cayendo por una mala cornada del destino y ahí, seguro, sí que sobrará todo.

Sorprende que las empresas no valoren las capacidades de los senior y se dé prioridad a la velocidad en las decisiones frente al conocimiento extendido. Muchos han tenido que dejar carreras profesionales cuando mejor amueblada tenían la cabeza. Es algo así como no respetar la historia y repetir siempre los mismos errores.

En nuestra política, algo parecido. Son jóvenes, algunos además muy inexpertos, y hablan con rotundidad desde la atalaya del desconocimiento. La bronca, dada su juventud, es lo que importa y manejan temas trascendentales con una audacia que asusta.

Llevamos unos años en los que parece que se junta todo: pandemias, invasiones de países fuera de justificación, conflictos de soberanía, grandes huelgas, la educación de los críos y, como rayo que no cesa, una crisis económica de muchos años que no ha dejado sector sin darle un golpe.

Muchos nos sentiríamos más tranquilos si viéramos en áreas de decisión y oposición más canas, más gente «del otro lado del jamón». Se ve a muchos que apenas lo están empezando.

  • Tino de la Torre es empresario y escritor
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