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25 de abril de 2024

TribunaJosé Ignacio Palacios Zuasti

Formándose para ser Rey o Reina

Cuando la ministra de Defensa ha presentado el Plan de formación militar de la Princesa ha dicho que la opción elegida «es la misma que siguió su Majestad el Rey», sin hacer ninguna mención a Don Juan Carlos

Actualizada 10:00

Los 103 años que van desde la muerte de Fernando VII (1833) hasta el comienzo de la guerra civil (1936), con sus once cambios de régimen, tres destronamientos, cuatro presidentes de Gobierno asesinados, dos repúblicas, ocho constituciones, tres guerras civiles, una dictadura, 109 gobiernos, veinticinco grandes revoluciones, motines, asaltos, persecuciones, matanzas y la pérdida de las posesiones ultramarinas, fueron nefastos para España y, probablemente, todo esos acontecimientos se agravaron como consecuencia de la deficiente formación de los tres Reyes borbones que en ese tiempo subieron al trono.
Porque Isabel II se convirtió en reina en 1833, a los tres años, y fue declarada mayor de edad y juró la Constitución con poco más de trece, siendo destronada antes de cumplir los 38. Su hijo, Alfonso XII, que salió para el exilio con diez años, si bien pasó por el austriaco colegio Stanislas e ingresó en la Academia Militar de Sandhurst, poca formación pudo recibir en ella pues, con tan sólo 17 años, en 1874, fue proclamado Rey y falleció tres días antes de cumplir los 28. Y su hijo, Alfonso XIII, que fue póstumo, de conformidad con el artículo 66 de la Constitución de 1876, que establecía la mayoría de edad del Rey a los dieciséis años, subió al trono a esa edad, algo que era un disparate, pues se entregaba el Reino y su gobernación a un mozalbete adolescente antes de que fuera un hombre hecho y derecho. A partir de ese momento tuvo la facultad de «nombrar y separar libremente a los ministros», algo que utilizó con poca prudencia y escaso respeto a la voluntad de los electores, cosa que influyó en la descomposición y ruina del régimen.
En 1954, cuando el Príncipe Don Juan Carlos terminó el bachillerato, que lo había estudiado en la finca Las Jarillas, rodeado de unos compañeros y profesores escogidos para ello, sin contacto con el pueblo, su padre, Don Juan, asesorado por un sector de su Consejo Privado, ése que según la Reina Sofía «ya tenía su idea preconcebida sobre la sucesión al trono», barajó la posibilidad de enviar al Príncipe a estudiar a la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. En ese momento, España era oficialmente un Reino, pero sin monarquía. Una parte de los españoles, los del bando que había perdido la guerra civil, eran republicanos y, en las filas del régimen, había muchos sectores contrarios a la vuelta de un Rey que cantaban una letrilla con este estribillo: «El que quiera una corona / que se la haga de cartón / que la Corona de España / no es para ningún Borbón». Fue entonces, en uno de eso que José María Pemán denominó «Los guiños de Franco», cuando el Jefe del Estado escribió al Conde de Barcelona diciéndole: «No os dais verdadera cuenta del clima nacional y del daño que se haría al porvenir futuro del Príncipe alejándole de formarse en el sentir de nuestro movimiento», al tiempo que le indicaba que Don Juan Carlos debía «prepararse para poder responder en su día a los deberes y obligaciones que la dirección de una nación entraña», y le dejaba caer que si el Príncipe no se formaba en España, no se le permitiría jamás subir al trono.
Y Franco preparó un minucioso plan para su educación, en el que se establecía «su formación de soldado», lo que significaba permanecer dos años en la Academia General Militar, seguidos de unos períodos más breves en la Academia General del Aire y en la Escuela Naval. Terminado ese ciclo, tendría que pasar otros dos años en la Universidad, estudiando ciencias políticas y económicas, seguidos por tres meses en cada una de las Escuelas de Ingenieros Agrónomos, Industriales y de Minas. Después, en 1962, cuando Don Juan Carlos ya había terminado su formación, le dijo a Franco: «Soy demasiado joven para estar sin hacer nada». Este le miró en silencio durante un largo rato y finalmente le dijo: «Haced que los españoles os conozcan, Alteza». Y, con la ayuda del Gobierno, se puso a estudiar los engranajes de la Administración Pública, pasando por varios ministerios para, a continuación, y siguiendo el consejo de Franco, empezar a viajar por toda España, visitando ciudad por ciudad, pueblo por pueblo. Esto sucedió en esos años en los que Doña Sofía dijo «no éramos nadie». Después, en 1969, cuando ya tenía 31 años, poseía una sólida formación y era conocido y aceptado por los españoles, fue designado sucesor a título de Rey, pues ya estaba en condiciones de poder pilotar la Transición política que se produciría a partir de 1975.
En 1985, cuando tenía prácticamente la misma edad que su padre en 1955, Don Felipe inició una instrucción militar y civil similar a la de éste, con el objetivo de que, cuando llegase su hora, pudiera afrontar su responsabilidad histórica con una sólida formación a sus espaldas. Y, ahora, en 2023, se va a repetir con Doña Leonor. Y lo curioso y sorprendente ha sido que cuando la ministra de Defensa ha presentado el Plan de formación militar de la Princesa ha dicho que la opción elegida «es la misma que siguió su Majestad el Rey», sin hacer ninguna mención a Don Juan Carlos. ¿Será porque el Gobierno lo tiene proscrito o porque no quiere mencionar al autor intelectual de ese exitoso plan? ¿Qué será?
  • José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra
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