A vueltas con China
El modelo chino no es transplantable a España, pero sí hay profundas lecciones que conviene aprender especialmente en los ámbitos que menciono a continuación: excelente educación, meritocracia e impulso de nuevas tecnologías
A finales de los 70 estaba yo destinado en Bonn cuando apareció por allí el efímero sucesor de Mao, Hua Guo Feng. Los europeos entonces veían a los chinos con curiosidad y evidente superioridad, dispuestos a darles lecciones de toda índole y exportar las excelencias de la democracia.
Durante la década de los 80, los políticos occidentales peregrinaban a China como expresión de un mundo tripolar, donde la URSS había perdido importancia, y Europa y los EE.UU., y también Japón, exploraban las posibilidades para invertir en el mercado chino de más de mil millones de potenciales consumidores. España «ayudaba» a China con créditos FAD o ayudas para el sector turístico. Los Reyes Juan Carlos y Sofía, en 1978, hicieron una exitosa visita, tan exitosa como la que giró Felipe González en 1985, a la que la prensa de la época atribuía la adjudicación de sustanciosos contratos.
La visita de los Reyes Felipe y Letizia, de hace unas semanas, se sitúa en un contexto radicalmente diferente. Hemos pasado de dar lecciones y «vender nuestro modelo» (Manuel Vicent) a preguntarnos por qué nos estamos quedando atrás.
China nos está superando en todos los campos. Podríamos hablar de las ventas de 'e-commerce', o de la producción y comercialización de las 'tierras raras'. Y, como anota The Economist en un reciente reportaje, también nos supera en energías renovables. Las inversiones chinas en todo el mundo, tanto en infraestructuras como en la industria manufacturera o en comunicaciones, son de tal magnitud que resultan difíciles de digerir con ojos europeos.
Yo recordaba en los finales de los 80 a los pobres enfermos chinos transportados en bicicleta encima de una simple tablilla. En mi destino de cónsul en Shanghái, en el año 2012, supe del caso de un español, al que tras sufrir un trombo, le insertaron un filtro provisional, y los médicos, fueron incapaces de extraerlo después. La medicina china (hace 13 años) estaba muy atrasada. Todo esto ha cambiado ya radicalmente en cuanto al uso de robots en la cirugía, en la detección de enfermedades, así como en el desarrollo de nuevos medicamentos. Hoy China es el mercado más atractivo del mundo para la industria farmacéutica, que crece a ritmos vertiginosos. El apoyo masivo del gobierno con subvenciones a la investigación y el surgimiento de miles de startups ha sido trascendental (ahí está el extraordinario desarrollo de la industria del automóvil eléctrico).
Si enfocamos nuestra atención hacia el desarrollo en otros sectores, también hay motivos para quedar impresionados. Podemos dirigir nuestra mirada hacia la industria química (calificada como la industria de las industrias) o de fabricación del PTA, necesario para los polietilenos.
La iniciativa de la Franja y de la Ruta (Belt and Road Inciative) significa hoy inversiones en 130 países, en ámbitos tan diversos como las infraestructuras, la sanidad, las energías verdes o las telecomunicaciones. China se ha posicionado con rotundidad en los mercados de África e Hispanoamérica. Los gobiernos locales aprueban proyectos y aceptan créditos con la convicción de que la tecnología y las capacidades de desarrollo de los proyectos por parte china son hoy por hoy inigualables. En palabras de José Antonio Marina, el partido comunista chino «se ha alejado de Marx para acercarse a Confucio».
El Gobierno español (con Sánchez, especialmente) ha acreditado una querencia singular por China, con numerosos viajes, asistencia al Foro de Bohao, en Hainan –el Davos asiático–, creación de lobbies pro-chinos, y apertura del mercado español para los coches eléctricos o para las grandes empresas de telecomunicaciones.
Es evidente que nos interesa la amistad con la nueva potencia emergente. Setenta y cinco años tras el triunfo de la revolución, el modelo chino «involucionado» tiene una fuerza impresionante. Aunque, tenga también sus talones de Aquiles, como corrupción interna, endeudamiento de las haciendas locales, burbuja inmobiliaria, envejecimiento de población y dudas sobre el propio modelo.
Sánchez (y ZP, en avanzadillas) hacen bien en acercanos al modelo ascendente, que está haciendo cambiar, en profundidad, la geopolítica y las reglas de juego del comercio mundial. El prestigio creciente de este modelo hace dudar de nuestro sistema democrático. Aunque, según Julio Ceballos, «no todo lo eficaz es autoritario ni toda la planificación significa represión». En efecto, los ciudadanos chinos han aceptado sin rechistar un régimen autoritario con elevados grados de pasividad y conformismo.
El modelo chino no es transplantable a España, pero sí hay profundas lecciones que conviene aprender, especialmente en los ámbitos que menciono a continuación: excelente educación, meritocracia e impulso de nuevas tecnologías. China es el nuevo poder global, por su dimensión y porque su sistema económico está funcionando. Y, no sólo en su propio país, sino con una fuerza de expansión hacia el exterior, gracias a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta. Desconocer esto por parte de España sería letal. Como no preservar, frente a China, los intereses nacionales.
- Gonzalo Ortiz es embajador de España