Fundado en 1910

20 de abril de 2024

Todavía la vidaNieves B. Jiménez

Sentir esa vuelta a la rutina

Decía el gran Fellini que, «no hay final. No hay principio. Lo único que hay es pasión por la vida»

Actualizada 10:19

Aún me río con aquello de Fernando Aramburu, «mis días laborables discurren con plácida y gris monotonía, fuera de la cual me cuesta con frecuencia reconocer mi semblante en el espejo». Igual me pasa a mí con el semblante, fíjate. Claro que, si yo muchas veces no lo reconozco, no es por culpa de la plácida y gris monotonía, sino porque me faltan horas. Soy a la que se le acumulan los acontecimientos. En la cola del pescado me toca el turno a la misma vez que en el puesto de la charcutería. Con la tortilla en la sartén para darle rápidamente la vuelta suena el teléfono. Soy la que corre a por el taxi y a la vez llega otra persona subiéndose él. Esas milésimas de segundo son mi perdición. Tenía que haber entrenado con Usain Bolt. Iría sobradísima. ¿Siempre un proceso absurdo sin escapatoria? Tal vez me gustan los líos, como la peli de Nick Nolte.
Abro el diccionario y busco «durante». Del latín, durare. Lo que vivo: mi presente continuo. Y corre a una velocidad vertiginosa en la que la memoria de lo que fuimos ya no tiene asidero en la realidad. No existe el presente porque el futuro –¡nada halagüeño, según Sánchez!– se adueña de él a cada instante. Y doy fe de que los años son acumulación de sorpresas y conocimientos que me han dado una base sólida para ponerme en pie y seguir. Y que me han dejado claro lo que no soporto: la hipocresía, la mentira, la tibieza y falta de naturalidad, todo eso de lo que el mundo de hoy está saturado.
Decía el gran Fellini que, «no hay final. No hay principio. Lo único que hay es pasión por la vida». Esa pasión por lo que me rodea me ha hecho crecer, equivocarme, disfrutar, llorar. Enfrentarme a cada día sin metas y sin imposibles. Yo me llamo apasionada, otros prefieren pesada. Por ello recupero aquella frase de García Montalvo que abre El relámpago inmóvil, «el amor no tiene origen, era antes del principio». Ahí vamos, al comienzo. Una nueva temporada. Vuelvo a casa y los últimos rayos de sol de septiembre se confunden entre nubes con una explosión de color dorado. En nada contraatacaremos el primer frío otoñal con un chal. Los escaparates, llenos de novedades con esa luz intensa, proyectan nuestros aciertos y desaciertos. Y, de repente, los turrones saltarán a las estanterías.
¡¿Qué pasó?! ¡De niños los veranos se nos hacían eternos! Algunos lucharéis contra la rutina porque no estáis de acuerdo con Gil de Biedma, «quizá, quizá tienen razón los días laborables», pero tened en cuenta que lo mejor para no sentir ese peso de vuelta a la rutina es pensar que volver al trabajo es mucho mejor que volver al no-trabajo. A mí me salva el recuerdo del olor a sal a medida que el 600 de mi padre se iba acercando al mar. Y no sigáis creyendo el cuento de hadas que soñaba Vivian en Pretty Woman. Os aseguro que el camino sí está repleto de nombres, colores, momentos que lo harán más interesante… Y, acaparad abrazos, procurad que no os falten amores imprevistos, requiebros, ternuras. Y volved a salir a esos bares que antes eran por semanas vuestra casa y por meses ausencia, pero nunca fallabais a ese local de copas mítico. Sitios donde uno entra solo y con reloj y sale con amigos y sin hora. Porque siempre habrá frases que te desgarrarán por tanta verdad contenida, como la de Magnolia, «puede que hayamos terminado con el pasado, pero el pasado no ha terminado con nosotros».
Comentarios
tracking