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El cardenal Prevost, nuevo Papa León XIV, durante el Cónclave

El cardenal Prevost, nuevo Papa León XIV, durante el CónclaveEFE

¿Qué pasó en las Congregaciones Generales? Las razones que condujeron hasta el cardenal Prevost

Una de las voces que ha seguido de cerca este proceso es Paloma Girona, periodista y especialista en temas vaticanos, quien vuelve a compartir con El Debate una lectura clara y honesta de lo ocurrido

Hace apenas unos días, en el solemne silencio de la Capilla Sixtina, se abrió una nueva página en la historia de la Iglesia católica. Con la elección del cardenal Robert Prevost como nuevo sucesor de Pedro, concluyó un cónclave que no solo trajo consigo la esperada fumata blanca, sino que también ha dado lugar a múltiples hipótesis.

Muchos intentan comprender cómo una balanza que parecía claramente inclinada hacia Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, terminó por decantarse —en apenas cuatro votaciones— a favor de un cardenal prácticamente desconocido para los fieles y considerado «fuera del radar» de los llamados 'papables'.

Hasta entonces se sabía poco de Prevost. Su nombre apenas había sonado entre los periodistas. Su pertenencia a una orden religiosa y su origen en el continente americano parecían ser factores que, a priori, hacían improbable su elección. Sin embargo, el inesperado giro desafió todas las previsiones.

Una de las voces que ha seguido de cerca este proceso es Paloma Girona, periodista y especialista en temas vaticanos, creadora en 2024 del canal de YouTube Cónclave Informa. En las últimas semanas se ha consolidado como una de las voces más escuchadas en el análisis de este momento histórico y, ahora, vuelve a compartir con El Debate una lectura clara y honesta de lo ocurrido.

Disponible, atenta y —según admite— sorprendida por el resultado del cónclave, señala que la transformación del escenario de la elección papal ha sido posible gracias a la capacidad del Colegio Cardenalicio para buscar unidad, incluso en medio de una confusión «que ha fracturado al pueblo católico» y que, según explica, se ha gestado «en aspectos pastorales, morales y sacramentales durante el pontificado de Francisco». Como consecuencia, «el sentido sobrenatural, la confianza y el amor a la Iglesia se han enfriado en muchos fieles».

Los elementos que han transformado el cónclave

«Hasta no hace muchos años el mundo católico confiaba en sus cardenales, no se les conocía, ni se conocían tantos escándalos. Todo eso cambió al comienzo del siglo XXI», explica Girona. En la actualidad, puntualiza, el católico está más informado —aunque eso no siempre signifique estar mejor formado— y los cardenales están mucho más expuestos a la opinión pública.

Además, en las últimas cinco o seis décadas, la unidad en la ortodoxia dentro del Colegio Cardenalicio se ha ido debilitando, hasta llegar a un momento en que la división «era claramente palpable», especialmente en cuanto a las distintas visiones sobre «cómo debe mostrarse la Iglesia católica». En este contexto, la figura de Prevost emergió como la de un hombre 'puente', de consenso, más que de ruptura.

Las Congregaciones Generales que tuvieron lugar durante la semana previa al inicio del cónclave giraron en torno a un tema recurrente: la polarización. «Creo que, además de otros factores, estas realidades han sido un toque de atención para los cardenales, quienes seguramente han sentido una mayor responsabilidad ante algo tan trascendental como elegir al Vicario de Cristo y sucesor de Pedro», reconoce Girona.

Anteponer la verdad a las preferencias

En este sentido, la elección del nuevo Pontífice sorprendió al ser menos condicionada por factores ideológicos y más guiada por una visión espiritual y pragmática, un enfoque que muchos subestimaron o no lograron captar. «Parto de una intuición desde la fe —advierte Girona—: los cardenales han antepuesto a la Iglesia católica por encima de sus intereses personales». Y añade con convicción: «Han demostrado la altura de miras, humildad y docilidad a la Voluntad de Dios necesarias para dejar de lado sus diferencias».

Girona también subraya que los purpurados han tomado nota del grave momento interno que atraviesa el mundo católico en general, marcado por divisiones y, en ocasiones, actitudes «excesivamente agresivas y viscerales». Como si la enseñanza cristiana de la obediencia y la caridad brillara por su ausencia en muchos sectores. «Todo esto indica que, en los últimos años, el maligno ha estado muy activo, intentando inocular el mal tanto desde fuera como desde dentro. Los cardenales han sabido ver esta realidad y doy gracias a Dios por ello», asevera.

¿Qué tenía de especial el cardenal Prevost?

«Los cardenales ya venían trabajando desde hace tiempo en la búsqueda del siguiente Papa tras Francisco, el número 267» —aunque admite entre risas que tendrá que modificar esa coletilla—. Esa voluntad de escucha común habría allanado el camino hacia un perfil «integrador», no necesariamente neutral.

El lema escogido por el nuevo Papa —In Illo uno unum (En Aquel Uno, somos uno)— ha sido interpretado por Girona como una clave profunda: «Nos recuerda a la Trinidad, a la unidad de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que en Cristo podemos llegar a ser todos uno para alcanzar al Padre».

León XIV representa, en este sentido, no una solución a las tensiones, sino un intento consciente de reconducirlas hacia una comunión activa. «Confío que el Papa León XIV sabrá renovar con un impulso nuevo en todos, para lograr ser un alma y un corazón en Dios», afirma Girona, dejando clara la esperanza sin ingenuidad. «De ahí emana toda la cosmovisión y antropología cristiana, dogmática, doctrinal, sacramental, evangelizadora, etc», asegura.

Paloma confía en que renovará estos aspectos con fuerza y entrega, consciente de que su labor dependerá tanto de su Magisterio y ejemplo como de la apertura de cada fiel a la acción del Espíritu Santo: «Un Papa debe confirmarnos en la Fe, animarnos a evangelizar y ser garante de la unidad entre los creyentes», concluye.

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