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El jardín de las delicias

¿Por qué resulta tan enigmático ‘El Jardín de las delicias’? «Hemos perdido las claves para entenderla»

Un experto del Museo del Prado da las claves para entender una de las pinturas más enigmáticas de la historia del arte

La pintura El Jardín de las delicias, del Bosco, es una de las obras más enigmáticas y complicadas de interpretar del Museo del Prado y se diría que de toda la historia del arte.

Junto con Las Meninas de Velázquez, es la pintura que más gente congrega a su alrededor en la pinacoteca madrileña.

Pero ¿por qué resulta tan enigmática? Alejando Vergara, jefe de colección de pintura flamenca y escuelas del norte en el Museo del Prado, lo explica con una simple frase: «Hemos perdido las claves para entenderla».

En un vídeo difundido en las redes sociales del Museo del Prado, Vergara recuerda que el Bosco pintó El Jardín de las delicias en torno a 1500, quizás unos años antes.

«Es un cuadro muy diferente a lo que esperamos en esa época. Pensemos en la pintura de Rafael, Miguel Ángel, Leonardo, que es exactamente contemporáneo del Bosco. Veríamos figuras monumentales y un tipo de belleza inspirada en la antigüedad clásica».

Sin embargo, «en el Bosco todo es muy diferente. No sabemos exactamente dónde mirar. Es como si no hubiera una jerarquía visual clara. Y la inspiración viene de las imágenes cristianas de la Edad Media, fundamentalmente. Pensar en claustros románicos que se pueden ver en muchos lugares, llenos de figuras monstruosas, demoníacas, el mundo del infierno. O pensar en portadas románicas o góticas, normalmente en el lado del infierno, muestra muchas figuras en las que se inspira el Bosco. También en los manuscritos iluminados de aquella época. Todo interpretado con muchísima imaginación».

«Es como si el Bosco diera nueva vida a esa tradición. Y, lo que es peculiar para mí, es que, a pesar de lo pesimista que es esta visión del mundo, en la que vamos a ser castigados hagamos lo que hagamos y que solo podemos ser redimidos por nuestra fe en Dios, pues es un cuadro muy alegre y divertido de ver», señala el experto del Prado.

El cuadro se divide en tres partes, «es un tríptico», recuerda. «Eso es habitual en las iglesias, pero inusual en un cuadro hecho para un cliente privado, como sabemos que es este. Un cuadro que sabemos que está en una colección aristocrática en Bruselas poco después de pintarse».

«En el panel izquierdo se ve la creación del mundo, libre de pecado. Los protagonistas son Dios, que está creando a Adán y a Eva. Dios interpretado como Jesucristo. Tiene la cara que solemos identificar con la cara de Cristo. Y fijaros además que los pies de Adán se solapan unos sobre otro como anunciando la postura de los pies de Cristo en la Cruz, para plantar en la mente del espectador esa idea de la necesidad de salvación».

En la tabla central se ve «algo así como lo que hacemos los seres humanos con esa creación libre de pecado. ¿Y qué es? Pues es difícil de interpretar. Es curioso que el Bosco es un pintor sobre el que hay poco acuerdo sobre qué quieren decir sus cuadros. Pero, básicamente, seres humanos jóvenes pecando, cometiendo una serie de pecados. Sobre todo, el de la lujuria, el más castigado en la época, pero también exceso de comida, exceso de consumo de muchas cosas».

En el centro de esa tabla central «hay una especie de piscina donde están una serie de mujeres, la mayoría de ellas responde al tipo de mujer que se identificaba con Venus, y por lo tanto con el amor, con el deseo y con la tentación. Están vistas de manera negativa. Están rodeadas de hombres que van girando en torno a esa piscina central, y van montados sobre animales, sobre la parte suya que no es razonable, que no es la razón, que es la pasión. Esa es una posible interpretación».

«Lo que es curioso es que si esta gran escena central nos quiere hablar de los pecados que cometemos y por los que seremos castigados en la última parte del tríptico, los colores son muy alegres, y es un cuadro muy divertido de ver».

En la última de las tres tablas, la de la derecha, se encuentra «el infierno, que es quizás lo más alucinante, desde luego, donde vemos la imaginación del Bosco absolutamente maravillosa, muy fértil, un pintor muy fino de mano, que pinta unos rostros con unas expresiones muy sentidas, delicadas. Lo que vemos ahí es el infierno, la oscuridad, la falta de luz, distintos personajes que son castigados por los pecados que han cometido, una gran criatura azul, que parece medio pájaro, que se está comiendo a personas y defeca sobre una gran piscina, dentro de ella se ven rostros de personas…».

«Más o menos en el centro, una extraña figura que nos mira. Parece lógico pensar que una figura que nos está mirando sea un autorretrato del Bosco, pero no lo sabemos con seguridad, pero de alguna manera nos está diciendo que todo este mensaje está dirigido a nosotros».

«Una cosa importante de recordar es que cuando uno ve pinturas está viendo imágenes, y las imágenes por definición son ambiguas, mucho más que las palabras, y por lo tanto está permitiendo que cada una de ellas interprete a su manera».

«Pero también es importante pensar que lo que hace el Bosco es pintar un cuadro que establece un diálogo con nosotros, y que algo nos está diciendo. Pero hemos perdido las claves para entender exactamente qué», concluye.

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