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Máquina de escribirMali Maeder

'Aprender a escribir': desde el sótano de la literatura

Un libro que recopila los métodos, disciplinas y talentos creativos de los grandes autores contemporáneos

Para escribir sobre las rutinas de los más neuróticos de los artistas conviene ser uno de ellos y, además, conocer el mundo literario. Solo así se puede prescindir de la mitomanía, o al menos reducirla, y entender, de manera profunda, el proceso que lleva de la idea a la palabra, de la palabra al párrafo y del párrafo a la obra. Álvaro Colomer no es solo uno de nuestros mejores novelistas. También es uno de los más diversos. Cuenta con crónicas bélicas –Aunque caminen por el valle de la muerte– y con obras que se mueven entre la introspección y el thriller, como Los bosques de Upsala.

Cubierta de Aprender a escribir

Debate (2025). 280 páginas

Aprender a escribir. Métodos, disciplinas y talentos de los grandes autores

Álvaro Colomer

No debe mitificarse la escritura, pero tampoco equipararla con cualquier otro trabajo. Escribir es un oficio, por supuesto, sujeto a la disciplina y al esfuerzo, pero a diferencia de otras labores, su resultado puede alcanzar el estatus de arte. Si solo se tratara de una recopilación de métodos de trabajo, Aprender a escribir sería un libro de autoayuda empresarial, con recetas infalibles para producir textos con eficacia. Pero no lo es. Nos encontramos ante un libro casi alquímico, que muestra el proceso de transformación de palabras e ideas dispersas en relatos, novelas, poemas. Un artefacto que, sin pretenderlo, se convierte en un tratado sobre la condición humana.

Colomer convoca a escritores de sensibilidades muy distintas para compartir su experiencia: desde el terror de Mariana Enríquez hasta el clasicismo de Fernando Aramburu, pasando por las crónicas históricas de Pilar Eyre o la poesía de Raúl Zurita. A pesar de sus diferencias de edad, género, ideología o nacionalidad casi todos coinciden en la necesidad de la constancia. Sin perseverancia, no hay nada que hacer. No existe musa que supla la falta de horas de trabajo. Algunos autores se permiten más descansos, otros menos; algunos escriben en cafeterías, otros en la soledad de su despacho. Unos trabajan con escaletas detalladas, otros escriben de manera caótica y ordenan después. Pero el denominador común es la persistencia. Como en cualquier disciplina, el talento sin trabajo es humo. Coincido cien por cien: he visto a decenas de aspirantes a escritores talentosos que no han llegado a nada por falta de trabajo. De hecho, creo que el sentido profundo de estas páginas es la reivindicación del enorme esfuerzo que supone imaginar y crear uno, solo uno, de los miles y miles de libros que se publican cada año. Colomer no utiliza el estilo directo, prefiere transcribir la perspectiva de cada autor. Esta opción aporta al libro unidad y permite al autor utilizar distintos registros y ritmos.

Este libro también nos habla de los rituales y manías que configuran la identidad de cada escritor. No se trata solo de métodos, sino de neurosis. Porque la escritura, en última instancia, es un espejo de nuestras obsesiones y miedos. La manera en que esa escritura pasa de la mente a la pantalla dice mucho sobre cómo nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Como sabe cualquier psicoanalista es lo oculto lo que más cuenta sobre nosotros. El propio autor lo cuenta en el prólogo: «…la faceta del oficio que solo se pone de manifiesto cuando el escritor cierra la puerta de su estudio y empieza a trabajar, la forma de ser que permanece oculta a los ojos siempre curiosos del lector, es precisamente el objeto de análisis de este libro». En este sentido, Aprender a escribir es una galería de personalidades que, aunque no pretendan hacerlo, terminan desnudándose a través de sus hábitos.

Así, Colomer no solo nos ofrece un manual para escribir mejor, sino un mapa de la psicología creativa. Su libro es útil para cualquier escritor en formación, pero también para cualquier persona curiosa o cotilla o para escritores consolidados que quieran mejorar sus hábitos. Y, al final, como todo buen libro sobre literatura, Aprender a escribir nos recuerda que escribir no es solo un trabajo, es una manera de enfrentarse al mundo e intentar entenderlo.

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