Moda
Si Lagerfeld levantara la cabeza
Chanel nunca fue más aburrido que en el desfile de hoy
En el mundo de la Alta Costura parisina a veces se pierde el norte con sandeces y esculturas imponibles, por lo que es cierto que unas dosis de sentido comercial son altamente apreciadas. Si no se vende, tal y como la mismísima Coco Chanel decía, no es moda. Pero quizás en la casa de la rue Cambon han tirado de archivo más de la cuenta en esta ocasión.
A Karl Lagerfeld le gustaba epatar, escandalizar e, incluso, asustar. Y sobre todo, entretener, con ese dominio suyo de cómo llegar al límite sin pasarse. En esta ocasión, el desfile de Chanel Couture ha estado lleno de abriguitos tradicionales en negro, de conjuntos de falda y chaqueta en rosa, de vestidos blancos aparentes, siempre con mucho tweed y mucho detalle de botones chanelizantes. Los botines a media caña, de los de Lina Morgan en Vaya par de Gemelas, pero con puntera contrastada, no favorecían mucho ni han innovado en absoluto pues ya se hacían en los años 70 cuando aún vivía Madame.
Se ha echado de menos la ironía y la chispa de Karl Lagerfeld que –por lo visto– Virginie Viard, su sucesora y asistente, nunca conseguirá. Ya son muchos los intentos fallidos y los desfiles predecibles. Si el káiser hubiera visto la sosada de show de hoy, más digno del prêt-à-porter de los 90 que de la costura en pleno siglo XXI, hubiera vuelto a fenecer.
Además, si hubiese presenciado como en Schiaparelli han retomado una idea suya de hace 13 años, cuando sacó a un modelo vestido de león de peluche, y la han insertado en el escote de los surrealistas modelos de la casa fundada por la famosísima romana, le hubiera dado un ataque de rabia. Y es que ser digno sucesor de Lagerfeld no es para cualquiera y en Chanel no se quieren «mojar» escogiendo a algún creador controvertido que luego se les vaya de las manos.
El desfile de Armani Privé, delicioso, con impecables vestidos largos de cine que combinaban más colores de los que suele tener en cuenta el italiano, se vio coronado por su saludo final, que en esta ocasión mostró a un Giorgio vestido con el atuendo milanés por antonomasia: pantalón gris de franela, camisa blanca y blazer oscuro, dejando así atrás sus habituales vaqueros o sus eternos conjuntos de pantalón y camiseta negra.
Elegantísimo, menos ágil y con un blanco de pelo cargado de champú seco, el gran Armani cerró el día con una lección de estilo. Dignos de mención los modelos que la noche anterior cerraron el día, los de Giambattista Valli y su impresionante costura, con un sofisticado corte, con una costura creativa y tejidos vistosos. Como siempre, exitoso e impecable, sin alharacas y sin creérselo.