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25 de abril de 2024

Zanna Sloniowska

La escritora polaco-ucraniana Zanna Sloniowska durante la entrevista con El DebateJorge Ruiz / El Debate

Entrevista a Zanna Sloniowska, escritora polaco-ucraniana

«La gente en Ucrania no quiere pertenecer al ‘mundo ruso’ de Putin»

La escritora polaco-ucraniana Zanna Sloniowska presenta en Madrid su libro Una vidriera en Leópolis y comparte con El Debate su visión de la identidad de Ucrania

Cuatro mujeres de la ciudad ucraniana de Leópolis, cuatro generaciones, cuatro identidades distintas y una misma tragedia: la misma que acompaña a Ucrania desde los orígenes de su historia.
La escritora polaco-ucraniana, Zanna Sloniowska, expone en su novela Una vidriera en Leópolis (editada en España por Alianza), un fresco del pueblo ucraniano por medio de sus cuatro protagonistas marcadas por la muerte y la esperanza en el futuro.
Las cuatro mujeres han sido testigos de los principales acontecimientos de la historia reciente de Ucrania desde la llegada del comunismo soviético hasta la revolución del Maidán en 2014.
Una historia que ha marcado sus vidas trágicamente, pero que también ha imprimido una huella profunda en su identidad.
La identidad, precisamente, es el tema central de la novela y su autora, Zanna Sloniowska, acudió a la redacción de El Debate para explicar por qué la identidad es un elemento central en la idiosincrasia histórica del pueblo ucraniano.
–En su novela, el protagonismo corre a cargo de cuatro mujeres de cuatro generaciones distintas de una misma familia que han vivido los episodios más importantes de la historia reciente de Ucrania. Esas cuatro mujeres representan cuatro elementos diferentes que caracterizan al pueblo ucraniano: tradición, supervivencia, ambición y futuro. ¿Qué mensaje quiere transmitir en su novela por medio de ellas?
–En realidad yo no quería lanzar un mensaje. Sólo quería crear arte. Mi meta era escribir literatura. Es un proceso misterioso, pero desde un punto de vista intelectual, lo que quería era mostrar un retrato generacional de varias generaciones.
No es tan profundo en sí porque hay muchos más aspectos de la historia ucraniana del siglo XX, podemos hablar de la gran hambruna, que ni siquiera aparece mencionada, así como otros sufrimientos por los que ha pasado el pueblo ucraniano porque, por desgracia, hay mucho sufrimiento en la historia ucraniana.
–Las diferentes revoluciones que han dado forma a la actual Ucrania funcionan como hilo conductor del argumento. Incluso la madre de la protagonista, Marianna, mártir de la lucha de Ucrania por su independencia, tiene el mismo nombre que la Marianne de la Francia revolucionaria. ¿La actual resistencia del pueblo ucraniano contra el invasor ruso constituye su última revolución?
–Lo que yo pretendía con la novela no era solo mostrar la historia del país, sino también la historia personal. Todos tenemos esperanza. Nadie quería, por supuesto, que llegara la invasión. Nadie quería una guerra, eso está claro.

La gente lucha, pero lo hace lleno de esperanza.

Sin embargo, se invadió Ucrania y, como ya nos encontramos en medio de esta situación, estamos intentando hacerlo lo mejor posible en este contexto. La gente lucha, pero lo hace lleno de esperanza.
Es cierto que la gente no tiene luz ni agua caliente, pero siguen haciendo bromas, algo que a mí me parece increíble. Es un pueblo resiliente.
Si echamos la vista atrás, queda claro que la Revolución Naranja de 2004, la Revolución de la Dignidad de 2014 y la guerra, que empezó ya hace 8 años, junto con lo que está sucediendo ahora mismo, todo eso está conectado y forma parte, en el fondo, de la misma historia.
Son distintas partes de una misma historia, pero ¿de qué va esta historia? ¿Va de ese deseo de independencia, ese deseo de ser europeo para poder tener una vida mejor, para poder vivir dentro de los valores europeos, para poder crear nuestro propio país para poder disfrutar y dar forma a nuestra propia identidad, para que nuestra lengua no se vea silenciada?
Parece muy sencillo, son como elementos muy básicos, pero en el fondo es de lo que va esta guerra. En los últimos ocho años se podía ocultar la guerra, en cierto modo la ocultaban. Sin embargo, ahora todo el mundo ve lo que está pasando.
–En un artículo en The New York Times usted afirmaba que «la identidad ucraniana es porosa, inclusiva, de múltiples capas y, sobre todo, una obra en proceso». ¿Qué significa ser ucraniano hoy en el contexto de la guerra?
–Creo que Ucrania, tal y como está ubicada en medio de los elementos este y oeste de Europa, sigue siendo parte de Europa y, precisamente de esto va la lucha que mantenemos ahora. De seguir perteneciendo a Europa.

En una guerra la situación es de blanco y negro, y tienes que defender tu país

Es una tierra multicultural, con múltiples religiones que se practican en ella. La identidad puede definirse como porosa.
Yo lo dije en el artículo porque, cuando ves que ahora el país está en peligro y te encuentras con una guerra, no es el momento de que cada uno practique sus elementos independientes, porque en una guerra la situación es de blanco y negro, tienes que defender tu país.
Una vidriera en Leópolis portada

Portada del libro «Una vidriera en Leópolis», de Zanna SloniowskaAlianza Editorial

Cuando esto pase, podremos volver a definir nuestra identidad. Pero en la actualidad nos encontramos en un momento en el que la gente que hablaba en otras lenguas, muchos en ruso, se está pasando a hablar en ucraniano.
Este es un buen ejemplo de lo que está ocurriendo ahora mismo. Pero no es solo una cuestión de idioma, es un problema mucho más complejo a la hora de dar forma a una identidad nacional.
Resulta obvio que la gente no quiere pertenecer a este «mundo ruso», tal y como lo define Putin. Incluso los que aún hablan en ruso abiertamente dicen que ‘yo no quiero que Putin me defienda’.
Vemos en ello la mentira de Putin, que dice que entró en Ucrania para defender a los rusoparlantes, pero los rusoparlantes dicen ‘no necesitamos esta defensa, porque si su defensa es lanzarnos bombas y matarnos, asesinarnos…’.
–Millones de ucranianos han traspasado las fronteras ucranianas como refugiados. ¿Este éxodo ha imprimido un nuevo cariz en la identidad ucraniana?
–Tenemos que ver quién se queda fuera y quién vuelve a Ucrania. Tenemos estadísticas en Polonia que indican que, tras tres meses de guerra, mucha gente volvió a Ucrania.
No podría decir qué es lo que va a pasar, porque es una situación que todavía está evolucionando, pero si queremos mantener un punto de vista optimista, creo que puede ser un proceso de encuentro mutuo en el que Europa podrá ver a los ucranianos y los ucranianos verán a Europa y, tras conocerse, los ucranianos volverán a su país, pero no volverán como las mismas personas que se fueron.
–Usted misma dejó Ucrania hace 20 años. ¿Cómo ve el futuro de su país desde fuera?
–Mi sueño siempre es el mismo desde hace 20 años. Me mudé a otro país, pero a nivel geográfico tampoco me alejé mucho. Yo soy de Leópolis y vivo en Cracovia, apenas 300 kilómetros de distancia entre una y otra.
Si no existiera una frontera estricta de la Unión Europea en medio podríamos ir y venir y tomar un café o comer con los amigos en una ciudad u otra, que es una situación muy normal dentro de la Unión Europea. En los últimos años había vuelos muy baratos que conectaban las dos ciudades.
Si Ucrania pasa a formar parte de la Unión Europea, y a ser formalmente Europa, ya no seré una inmigrante. Desde mi punto de vista personal, ese sería mi sueño, la mejor solución posible para el futuro. Hay que ser optimista.
–¿Cree que habrá justicia para las víctimas de esta guerra?
–Hace poco comencé a traducir a una escritora ucraniana que vino al festival literario de Polonia, y la gente le preguntaba: «¿Qué están haciendo ahora los escritores en Ucrania? ¿Son capaces de producir literatura?». Y ella dijo: «No, ahora no. En líneas generales no podemos hacerlo. Pero lo que sí hacemos es documentar».

Hay herramientas e instrumentos jurídicos internacionales que nos permitirán buscar justicia cuando termine la guerra

Conozco a escritores que van a aquellas zonas que son liberadas del Ejército ruso y se esfuerzan en documentar todo lo que ha pasado, porque esa documentación luego se puede aceptar como prueba material en tribunales u organizaciones europeas o internacionales para documentar los crímenes contra la humanidad, el genocidio.
Hay una serie de herramientas e instrumentos jurídicos internacionales que nos permitirán buscar esa justicia cuando termine la guerra, y estoy convencida de que va a pasar.
–¿Cómo cree que se resolverá la guerra? ¿Recuperará Ucrania su integridad territorial?
–No sé lo que va a pasar. Lo yo me digo a mí misma es que hay que mantener esa resistencia, esa esperanza y confiar en un buen resultado en el futuro.
No creo que estemos en el momento de negociación, de definir qué forma va a tener el país o qué compromisos vamos a aceptar.
–¿Es Putin un criminal de Guerra? ¿Se le podría señalar como responsable de la invasión de Ucrania?
–Es obvia la respuesta. Todo el mundo puede entender lo que es Putin. No solamente es un bandido y un criminal.
No conozco la palabra precisa en inglés para describirle, pero me viene a la cabeza esa idea de un criminal de poca monta, un bandido que se maneja en los bajos fondos, que está incluso en la parte más baja de una jerarquía criminal.
Pero, además de eso, nunca jamás cumple ninguna promesa que hace. Los líderes occidentales entienden que las negociaciones con este hombre no es como negociar con otros líderes del mundo. En diciembre, Liz, Truss, la primera ministra británica, dijo abiertamente que le estamos tratando como uno de nosotros, mientras que él lo único que entiende es el lenguaje de la guerra.
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