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05 de mayo de 2024

Putin Biden EE.UU. Rusia

Joe Biden y Vladimir Putin durante un encuentro en 2021AFP

269 días de guerra en Ucrania

El relato moderado de Occidente tras «el incidente» en Polonia

Estados Unidos no quiere más gresca de la que ya hay y Rusia tampoco busca, por ahora, un abierto enfrentamiento con la Alianza Atlántica

Esta semana ha estado marcada por una cumbre del G 20 donde el encuentro con China ha resultado más alentador de lo esperado; a excepción de la dura recriminación que Xi Jinping hizo públicamente al mandatario canadiense Trudeau por su incontinencia verbal, Xi mostró su dura asertividad frente a un primer ministro canadiense más perplejo que impasible.
Más anecdótico ha sido el intento de la Moncloa de presentar a Pedro Sánchez en un primer plano internacional, entre los otros líderes, cuando, en verdad, no pasa (como muestran las imágenes reales del encuentro) de un extravagante intento de «sacar cuello» desde el segundo plano.
Sánchez divierte al mundo con sus ligeras chocarrerías, como un «donaire» de comedia clásica, lo que no deja de ser una lástima para nuestra política exterior.

La cuestión es frenar la espiral descendente de las relaciones EE. UU. China y la acumulación de riesgos cuyo epicentro es la guerra en Ucrania

Pero la candente cuestión en las jornadas pasado ha sido si Biden y Xi quieren iniciar una fase de distensión para frenar la espiral descendente de las relaciones EE. UU. China y la acumulación de riesgos cuyo epicentro es la guerra en Ucrania.
Pero la OTAN y más directamente Estados Unidos han reaccionado con calma. Rusia ha estado a su vez moderada en la crisis e incluso el portavoz del Kremlin ha admitido que existe comunicación con EE. UU. y ha elogiado la reacción «bastante comedida» de Washington tras el misil.
Aun con la asertiva reacción de Polonia, territorio afectado, no ha cundido el pánico entre las dos potencias y se han analizado las cosas con pausa. Se han comprobado los hechos y «las palabras y los gestos» no han sido precipitados. Ciertamente que hay mucho en juego.
Fue un misil Ucraniano fuera de control el que impactó en Polonia. Aun así, Zelenski ha estado desmedido, hasta el punto de que en la opinión pública occidental ha comenzado a perder su buena imagen. Ha surgido una grieta en la confianza hacia el líder ucraniano. ¿Este hombre nos quiere llevar a todos a la guerra? Esta ha sido la pregunta que flotaba en el aire durante los últimos días.
UE y Estados Unidos han comprobado que el misil que cayó fue lanzado por error por el Ejército ucraniano, mientras que el líder ucraniano se mantiene en sus «trece» y descarta la hipótesis asegurando que se trata de un misil ruso.
Cierto que Zelenski y los suyos están en el fragor de la batalla. Padeciendo, además, desde octubre, continuos bombardeos rusos que han dañado «casi la mitad de su red eléctrica» dejando sus recursos energéticos muy dañados de cara al invierno. Cierto también que la entrada de la OTAN, como contendiente, sería lo mejor que les podría pasar a los combatientes ucranianos, tras el desgate de su exitosa ofensiva.
La situación es semejante a cuando en 1938, en plena Guerra Civil española, el gobierno republicano de Negrín ansiaba que estallase un conflicto a nivel de toda Europa como mejor baza para su extenuado ejército.
Zelenski sabe bien que les espera un duro invierno y que las acciones de Rusia buscan minar el ánimo y la capacidad del pueblo ucraniano para afrontar esta guerra. Incluso el frío y los bajos recursos podrían mover a unos tres millones de ucranianos a salir del país este invierno. Un desplazamiento migratorio que afectaría directamente a la UE.

En Ucrania temen que para el próximo invierno podrían padecer un «Kholodomor», es decir, una matanza masiva de personas por frio

En Ucrania temen que para el próximo invierno podrían padecer un «Kholodomor», es decir, una matanza masiva de personas por frio, al modo del espantoso «Holodomor», hambruna provocada por José Stalin que causó millones de víctimas.
Es comprensible la beligerancia de Zelenski, pero en occidente nos podemos dar por contentos que el incidente de Polonia haya quedado aclarado y no ascienda la escalada. Ha quedado claro así mismo que Estados Unidos no quiere más gresca de la que ya hay. Así mismo hemos visto que Rusia tampoco busca, por ahora, un abierto enfrentamiento con la OTAN.
No sé hasta qué punto podemos llamar a esto distensión, pero la moderación alcanzada en este incidente muestra un buen síntoma. Ha sido un mensaje en medio de las reuniones del G 20 en Bali que nos parece tranquilizar.
Siempre está el riesgo y lo que llamamos el «factor fatalidad»: Un mal cruce de aviones o barcos en el báltico podría resultar fatal para todos. Esperemos que no ocurra, mantengamos la moderación de estos días y como decimos en España con fe popular:
¡Virgencita, virgencita, que nos quedemos como estamos!
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