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27 de julio de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Socialismo hasta en «El Rosco» de Óscar

El ganador del súper premio de Pasapalabra, forzado a apoquinar medio millón de euros al fisco, ¿es justo?

Actualizada 09:59

Entre mis múltiples limitaciones figura el hecho de que no soporto los juegos de cartas ni los concursos de televisión. Aunque a mi padre le gustaban y era un fenómeno respondiendo desde el sofá, a mí siempre me han parecido quemar el tiempo con gasolina. Pero como vivo en el mundo no puedo permanecer ajeno a la gesta del famoso Óscar, madrileño de 52 años, jefe de prensa de torneos de golf, calvo y barbado y de memorión prodigioso, casi como salido de las páginas de Funes el memorioso, ese extraordinario cuento de Borges que te deja con la boca abierta y casi con ganas de filosofar.

El gran Óscar Díaz, que es un habitual de los concursos desde hace dos décadas, se llevó el famoso bote y se hizo con un premio de 1.816.000 euros. Una burrada de dinero, por supuesto. Pero también es enorme su mérito. Ha tenido que empollar como un poseso para hacer frente a las variopintas y a veces dificilísimas cuestiones que allí le han planteado. Su apabullante cultura general no se la ha regalado nadie.

Pero en Sanchistán, el único Estado socialista y plurinacional de la UE, no se le concede valor alguno al mérito y el trabajo. Al revés, esforzarse es una rancia reminiscencia fachosférica. Así que Óscar ha recibido un rejonazo fiscal en toda regla. Marisu Montero le dará un mordisco de medio millón de euros al premio que ha ganado con un inmenso esfuerzo y un mar de nervios Algo más de un cuarto de su galardón será para el fisco. Y eso, en mi modesta opinión, es una fiscalidad extractiva e injusta… es decir: socialista.

Trabajamos para el Estado. Esa es la dolorosa verdad. Ya era así con Rajoy, que en realidad hizo una política económica socialdemócrata, y con Sánchez hemos llegado a lo que podríamos llamar el «delirium fisco».

Desde 2019, los españoles soportamos la mayor subida de la carga fiscal de Europa. Hay datos asombrosos: con Sánchez, cada mes se ha creado un nuevo tributo o se ha subido uno ya existente. Y en contra de lo que dice la cantinela del régimen socialista, los grandes paganos no son los famosos «ricos» –que en España por desgracia son muchos menos de los que necesitaríamos–, sino las familias de la clase media, que han apechugado según los estudios con dos de cada tres euros del nuevo «esfuerzo fiscal de todas y todos». Un español que cobre 34.989 euros brutos anuales entregará al Estado el 43,3 % de su sueldo entre cotizaciones y tributos varios. España es uno de los países europeos donde más impuestos se abonan en relación a sus salarios. Además, las prácticas persecutorias de la Agencia Tributaria a veces desbordan nuestros derechos constitucionales, y es increíble que nadie haya pleiteado en serio contra tan palmario abuso.

Pagar tantísimo a Hacienda tendría un pase si con nuestro dinero no tuviésemos que sostener los dos mil millones del asalto de Sánchez a Telefónica, los 17 parlamentos de las taifas regionales, las televisiones autonómicas para manipular y barrer para el Gobierno de turno, los museos de arte moderno bobalicón, un CIS y una TVE al servicio del PSOE, chiringuitos chupateguis varios de las diversas administraciones, proyectos innecesarios de amiguetes de Bego, el chollete del hermanísimo en la Diputación de Badajoz, los enchufes de los amiguetes de la etapa del baloncesto... y toda una nueva colección de subvenciones, que muchas veces más que ayudar a la gente lo que busca es convertirla en rehén electoral del Padrecito Sánchez.

Desde el momento en que no podemos disponer del dinero que ganamos con nuestro esfuerzo, en realidad no somos completamente libres. Un modelo fiscal extractivo como el que sufrimos resta además estímulos para intentar prosperar. ¿Para qué levantar la cabeza? ¿Para recibir el estacazo de la Hacienda socialista?

Curiosamente no existe un partido en España que denuncie con constancia y contundencia esta anómala situación, que entre otros problemas contribuye a crear un país de funcionarios y fomenta el extraño híper paro endémico que sufrimos. Estamos tan acostumbrados al modelo socialista que hasta los que creen que están en sus antípodas en cierto modo lo comparten. Pero como le escuché decir el otro día a un veterano tertuliano: «Venga, venga, dejemos de hablar de economía, que aburrimos hasta a las ovejas». Mejor que las ovejas sigan con la cabeza gacha, pagando más de lo debido y felices en su abulia.

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